Con las cartas que ahora
mismo hay sobre el tapete es innegable que el fin de la partida se
acerca para Mariano Rajoy.
Solamente un deseo muy inveterado de no ver la realidad sino el decorado más propicio, patología que sufren de forma masiva los miembros del Partido Popular y algunos de sus votantes, puede soslayar el verlo.
Es lo lógico, lo normal, lo decente. Rajoy es un cadáver político desde que su figura arrastra tras de sí el halo de putrefacción que la profunda corrupción en la que chapotea su partido le regala.
Sólo en un país en situación de desolación democrática ha
podido ver con naturalidad que un zombie nos gobernara.
Bien, pues eso parece haber
llegado a su fin. El interés por acabar con este gobierno muerto, que ni
gobierna ni puede hacerlo, y que debe asumir las responsabilidades
políticas por tanta ignominia es común a todos los partidos excepto al
suyo. Desengáñense los engañados. Excepto al Partido Popular y a sus
votantes, ningún otro puede defender la prórroga de esta situación
ignominiosa aunque luego de facto la hayan asumido para sacar sus
tajadas.
Ha sucedido en otras
ocasiones que los intereses particulares de cada uno de estos partidos,
más allá del común de dignificar a España y su gobierno, han podido más
que este necesario empuje. La diferencia esta vez es que los intereses
particulares y electorales de todos aquellos que tienen en su mano sacar
a Rajoy por la puerta del deshonor parlamentario también se verían
beneficiados por hacerlo.
La única excepción es Ciudadanos que prefiere
mantener la tensión que tantos réditos le está dando o bien, en su
defecto, acudir a las urnas de forma inmediatísima para evitar que los
resultados demoscópicos grandemente halagüeños que maneja se le enfríen.
Aun así, tiene una segunda coordenada pendiéndole sobre el cuello que
es la de no convertirse en el único partido que respalde a un gobierno
que caiga por corrupción. Esa fotografía tampoco le interesa. Por eso ha
propuesto las más variadas fórmulas, muchas de ellas sin encaje posible
en la legislación, para conseguir esos objetivos. A la hora en que
escribo estas líneas, su propuesta es que Rajoy se haga un Cifuentes
para abortar la moción de censura y evitarles el retrato pero me malicio
que no van a ir por ahí los tiros.
Otro que no quería que se
desbancara a Rajoy era Puigdemont. También le parecía conveniente
mantener la tensión, pero la jugada de los independentistas catalanes ha
trascendido esa postura. En pocas horas han presentado un gobierno
limpio como una patena y han anunciado que apoyarán la moción de
censura. Parece que una llamada de Pablo Iglesias tuvo algo que ver.
En
todo caso, Iglesias también fijó un escenario que no puede ser desechado
por el PNV, la verdadera piedra de clave en la construcción de esta
moción, ya que al anunciar que si ésta fracasa habrá una segunda para
convocar inmediatamente elecciones, le dejó claro a los jeltzales que,
si no quieren elecciones inmediatas que no las quieren, mejor les va
votar esta primera moción socialista.
Así las cosas los números de
la moción que llevaría al Gobierno de la Nación a Pedro Sánchez están
casi completos a falta de ese empujón del PNV. En el entorno popular aún
confían en que el pacto presupuestario les salve, pero lo cierto es que
olvidan recordar dos cosas: una que el PNV gobierna en Euskadi con el
apoyo del PSE y otra que Sánchez ya les ha dicho que no habría problema
con eso.
Así que ahí tenemos la vocación declarada de los jeltzales de
no decir ni mú antes de que empiece el debate. Puede que no lea bien sus
intenciones, precisamente se ocupan de que eso suceda, pero si algo
tiene el PNV es experiencia, recorrido y retranca. Hacer transparente su
intención de voto antes del inicio de la moción, permitiría saber a
Rajoy que todo está perdido y presentar esa dimisión que, según cuentan,
le están sugiriendo algunos mandamases del Ibex para conseguir que el
PP siguiera en el poder aún sin él.
Al dinero le importa más la
estabilidad que la decencia. La decencia de nunca ha cotizado en bolsa.
Así que cabe en lo posible que el PNV tenga clara su postura pero no
vaya a facilitarle a Rajoy ese camino.
Es verdad que están los
presupuestos, pero también que no sería fácil hacer otros y que hay
otras cuestiones respecto a la territorialidad y al acercamiento de
presos que, indudablemente, serían mucho menos tensas con un gobierno de
izquierdas, siquiera transitorio, que con el de Mariano Rajoy.
La
tensión en Cataluña también discurriría de otra forma. Eso es evidente.
¿Puede el PNV vender a sus votantes que Rajoy sigue gobernando sólo por
sus votos? ¿en qué posición le dejaría eso frente a otras fuerzas
vascas?
Hay partida. A partir de las
nueve de la mañana el Parlamento va a volver a cobrar vida porque en él
se va a decidir, como debería ser habitual, el futuro de los españoles
sin un esquema prefijado que convierta el debate en un mero trámite.
Existe la posibilidad de que el viernes por la noche este país haya
podido recobrar la dignidad democrática y haya obligado al Partido
Popular y a sus dirigentes a asumir la responsabilidad política que
llevan esquivando desde que supimos que ganaron elecciones dopados con
dinero que no les correspondía tras haber creado una trama de corrupción
institucional.
Esta vez al Señor de los Tiempos se los está marcando el adversario. Y el fin del juego se puede tocar con las manos.
Elisa Beni | El Diario | 30/05/2018
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