Y para exponer esas singularidades
partiré por comentar que estoy parcialmente de acuerdo con Marx, porque
también creo que la religión es el opio del pueblo, aunque lo
actualizaría elevándolo a toda fe y no solo a la fe en deidades y
paraísos prometidos.
Pero dejando claro que sí, que como a él también me
aterra lo que significa que la religión (lo irracional, lo fantástico,
lo mágico) tenga cabida en nuestras sociedades, precisamente por lo
mucho y nefasto que eso dice de nuestras sociedades.
Israel, que es un país construido para
medrar y por y para la religión, nunca debió existir. Porque si bastante
deprimente es que todavía exista la religión (cualquier religión), lo
que nos faltaba era conferir carácter de prueba a sus disparates. Y para
disparate igual me vale lo de pueblo elegido o lo de las melopeas de
Jacob y sus resacas de tierra prometida.
Los que se dicen judíos, como los
creyentes y practicantes de otras religiones, no tienen un sexto dedo ni
un tercer ojo, no tienen un cromosoma extra ni una biología particular,
no tienen un cartel en la frente ni cualquier otra peculiaridad que los
hagan diferenciables a simple vista del resto de los mortales y por
tanto objetivo del odio ajeno más de lo que lo pueda llegar a ser
cualquier otro colectivo autopercibido (o no) de turno, no así, por
ejemplo, los involuntarios colectivos étnicos.
Los judíos no son
diferentes de un católico, un hinduista, un budista o un musulmán. Un
judío, como un católico o un musulmán, puede ser alguien que simplemente
ha nacido en un territorio con una cultura equis y al que se etiqueta
como tal o cual por esa circunstancia. El sionismo es otra cosa.
No tengo nada en contra de los judíos
que no tenga también en contra de otras creencias y supersticiones. Ya
lo he dicho, la fe me parece un cáncer social. Dicho esto, y como no
podría ser de otra forma, también digo que respeto el derecho de todo el
mundo a creer lo que le venga en gana, y también a reírse de lo que le
plazca.
Y si uno o una quiere pasear a un muñeco y llorarlo, hacer un
tostón de ritual antes de comer, o quieren hacerse litúrgica ‘pupita
mala’ para contentar a sus dioses, allá ellos, siempre que sea a uno
mismo o a otro que dé su consentimiento.
El problema llega cuando uno
está lo suficientemente chiflado como para cruzar el mundo con la
finalidad de establecerse en la ‘tierra prometida’ del muy supremacista
‘pueblo elegido’, y todo ello sabiendo que para que él o ella pueda
tener espacio (ocupado) en esa ‘tierra prometida’ el Estado va a tener
que robar territorio a sus legítimos dueños, asesinándolos si es
menester. Y ahí ya cambia todo.
Los judíos de ‘Sion’ no son simples
creyentes, como otros tantos. El que está dispuesto a trasladarse a un
país que nunca ha pisado, pero del que conoce sus crímenes, para
convivir solo con los que considera tan ‘elegidos’ como a sí mismo, a
costa del sufrimiento de los demás, sube mucho el listón como para
tratarlo de igual a igual con el resto de fieles y creyentes.
Máxime
cuando casi todos esos migrantes parten de un país, EE.UU., en el que no
son precisamente tratados como ciudadanos de segunda, y en el que por
descontado no sufren ningún tipo de discriminación por su (voluntaria)
condición sino casi podría decirse que es todo lo contrario.
Pero igualmente se mudan a Israel, y
allí se unen con los que son como ellos e incrementan el nivel de
fanatismo que hace falta para que un psicópata como Netanyahu dirija el
país de las maravillas.
Son esos judíos sionistas los que, como
tantas otras veces, ayer dispararon a bocajarro contra la multitud
desarmada que reclama lo que es suyo, y son los que mataron a sangre
fría a 58 personas inocentes, incluyendo a niños, e hirieron de bala a
miles de manifestantes (130 están en estado crítico).
Tan asqueroso, monstruoso e insoportable
ha sido este último episodio en la constante masacre de palestinos por
parte del estado genocida de Israel, que hasta alguien tan poco
sospechoso de antisionismo como el muy derechista ministro de
exteriores, Alfonso Dastis, ha calificado de inaceptable el
comportamiento de los sionistas.
Si hasta alguien como Dastis expresa su
estupefacción, cómo no va a decir alguien con un mínimo compromiso
social y humano que Israel le repugna. Y es que los que no creemos en el
más allá ni en la justicia divina, tampoco ponemos la otra mejilla, y a
estas alturas no queremos entender sus imposibles motivaciones.
Por
supuesto tampoco queremos esperar a otros juicios que no sean los
terrenales, y aspiramos a que esta gentuza asesina y brutal pague el
precio de su demente irracionalidad, por mucho que las grandes
corporaciones mediáticas a su servicio (el 99%) intenten inútilmente
seguir limpiándoles la cara (manchada con la sangre de sus víctimas).
http://iniciativadebate.net/2018/05/15/me-repugna-israel/
No hay comentarios:
Publicar un comentario