Decía el poeta Ángel González que la
historia de España es como la morcilla de su pueblo, se hace con sangre y
siempre se repite. A veces solo hace falta echar un vistazo a las
noticias del día para darse cuenta de cuánta razón tenía el poeta
asturiano.
¿Estarán las fuerzas políticas de izquierda a la altura de las circunstancias?
El pasado domingo, harto ya de escuchar
miles y miles de opiniones sobre el chalet de 600 000 euros que se han
comprado Pablo Iglesias e Irene Montero, pongo la tele y me encuentro al
señor Albert Rivera en un teatro de Madrid presentando la plataforma
‘España Ciudadana’ donde entre cánticos ya manidos de lo que yo llamo
patriohorterismo, cuya mayor representante es Marta Sánchez (que también
estuvo para cantar la letra de su himno), escuché un discurso en boca
del líder de Ciudadanos, que no os voy a mentir, me acojonó un poquito.
En su discurso, Rivera apelaba a la
unidad nacional por encima de todas las cosas, esgrimía que era
necesario crear un país donde él no veía “ni azueles ni rojos, ni gente
urbanita ni gente rural, ni jóvenes ni mayores, ni creyentes ni
agnósticos, ni trabajadores ni empresarios, sino españoles”.
Es decir,
un país donde la ideología (azules y rojos) desapareciese por completo y
se sustituyese por el amor patrio, un país donde no hubiera diferencias
entre obreros y empresarios (seguramente el señor Rivera no ha visto lo
números rojos de las cuentas corrientes de muchos obreros en este
país), en definitiva, un país donde el culto a la bandera y la unidad de
la patria, sea el único objetivo común, como dijo Rivera “una visión de
una España futura, que, aunque sea futura, está al llegar.
Ya está aquí
la España Ciudadana: únete”.
Lo dicho, la historia de España, como las morcillas de mi pueblo, se repite.
El discurso de Rivera me hizo pensar en
seguida en otro discurso pronunciado por otro Rivera el 29 de octubre de
1933 en el Teatro de la Comedia de Madrid, con el motivo de la
fundación de Falange.
Si leemos ambos discursos encontramos
similitudes muy concretas que se basan en las mismas ideas, que son la
idea de la patria como “unidad total”, “una síntesis indivisible”, “una
unidad de destino”, sin ni siquiera hacer referencia a lo que siempre
nos ha diferenciado entre una región de España y otra en cuanto a
lengua, cultura, etc…, que reconoce la propia Constitución española y la
otra idea en la que también hacía mucho hincapié Primo de Rivera que
copió bastante bien del discurso del fascismo italiano y el nazismo
alemán y que Albert Rivera resumió en la frase “ni azueles ni rojos,
sino españoles”, es sin duda la idea de la “no política”, de la “no
ideología” que proclamaba el fascismo de los años 30 y que recoge sin
duda el partido que ya podemos llamar “neofascista” que no es otro que
Ciudadanos.
Esto decía Primo de Rivera en 1933
cuando hablaba de la “no política”: “Que desaparezcan los partidos
políticos. Nadie ha nacido nunca miembro de un partido político; en
cambio, nacemos todos miembros de una familia; somos todos vecinos de un
Municipio; nos afanamos todos en el ejercicio de un trabajo.
Pues si
esas son nuestras unidades naturales, si la familia y el Municipio y la
corporación es en lo que de veras vivimos, ¿para qué necesitamos el
instrumento intermediario y pernicioso de los partidos políticos, que,
para unimos en grupos artificiales, empiezan por desunimos en nuestras
realidades auténticas?”. Estas palabras las resumió Albert Rivera en una
sola frase (vivimos en el mundo de lo inmediato y de los titulares de
prensa espectaculares): “Ni azules ni rojos.
Yo veo solo españoles”.
Ciudadanos ha pasado por la derecha al Partido Popular y se ha convertido en el partido de la nueva ultraderecha española.
Así de sencillo y así de terrible. El discurso de Rivera del pasado domingo dio mucho miedo. En mi vida creía que en este país después de una guerra civil propiciada por ese mismo discurso fascista se iban a escuchar discursos como este que nos retrotraen a tiempos oscuros. Siempre creímos que la ultraderecha en España estaba agazapada y escondida en el Partido Popular, pero ahora nos encontramos con Ciudadanos que haciendo una mezcla de las premisas de Donald Trump en Estados Unidos, Le Pen en Francia y recogiendo ese sentimiento de “una España como unidad de destino” de Falange ha pasado por la derecha al Partido Popular y se ha convertido en el partido de la nueva ultraderecha española. ¿Quién nos iba a decir que existía vida a la derecha del PP?
Pues la había. Y lo dicho, da mucho miedo.
Y todavía da más miedo cuando algunos
medios de comunicación en este país avalan este discurso y ven a
Ciudadanos como el recambio perfecto del sistema.
Para terminar, me hago la siguiente
pregunta. ¿Estarán las fuerzas políticas de izquierda a la altura de las
circunstancias? Visto como está el patio últimamente me temo que no.
Porque en eso de que las izquierdas andemos dándonos de hostias mientras
el fascismo campa a sus anchas también la historia de España, como la
morcilla de mi pueblo, se repite.
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