Suenan los tambores de la huelga
feminista del 8 de marzo, en la que el feminismo tiene la gran
oportunidad de vincularse al mundo del trabajo y los cuidados, a las
mujeres sencillas que sostienen la vida en una sociedad que las relega a
la pobreza por realizar funciones vitales como los cuidados a enfermos o
a la infancia; limpiar oficinas, hospitales, escuelas o centros
administrativos; surtirnos de productos de consumo diario en
supermercados por sueldos de miseria; servir desayunos, comidas y cenas
por cuatro perras gordas y jornadas infernales en un modelo turístico
que también se nutre de la feminización de la pobreza.
El 70% de los
pobres del mundo son mujeres y un 40% de los hogares españoles
sostenidos por mujeres en solitario, con hijos a cargo, son pobres de
solemnidad. El 17% de los niños y niñas que viven en España son pobres y
en su mayoría son hijos de mujeres solas, abandonadas a la inmundicia
en un país que se cae por el acantilado de la desigualdad y la pobreza
mientras sigue siendo la cuarta economía de la Eurozona.
En este contexto retumban los tambores
de una huelga feminista que ojalá sea un éxito y sirva también para
desenmascarar a quienes creen que se puede ser feminista a la vez que se
empobrece a las mujeres o se legisla contra su libertad. PP y
Ciudadanos, por su parte, ya han decidido desligarse de la huelga
feminista, en un alegato de honestidad. Saben que el feminismo vinculado
al mundo de trabajo es mucho más que un alegato a favor de la paridad
de hombres y mujeres en los consejos de administración del IBEX-35.
Saben que el feminismo vinculado al
mundo del trabajo es un peligro para sus ansias privatizadoras, para sus
reformas laborales inhumanas y sus contratos únicos que abren la puerta
de par al despido libre en el que las mujeres trabajadoras serán
echadas con una patada, directas a la indigencia y desesperanza de la
que se nutre el capitalismo radical que defienden en los boletines
oficiales que firman en aquellos lugares donde gobiernan. PP y
Ciudadanos saben que el feminismo en huelga es una afrenta a su injusto
modelo de sociedad.
El problema no es PP y Ciudadanos, que
ya se han desligado de la huelga feminista, sino el feminismo para ricas
de Susana Díaz, que presume de feminismo en acto de entrega de las
medallas de Andalucía mientras tiene un reguero de mujeres privatizadas
cobrando salarios de 200, 300, 500 y 600 euros por limpiar colegios,
institutos, hospitales y oficinas de la Junta de Andalucía, por asistir a
personas dependientes o por ejercer de monitoras de nuestros niños y
niñas en las escuelas andaluzas.
Mujeres con contratos de 12, 15 y 20
horas a la semana que después de salir de trabajar tienen que irse a
Cáritas a por la cesta mensual de productos de primera necesidad que
reparte a las personas empobrecidas; mujeres que dan de comer a sus
hijos caracoles para aportarles el hierro necesario para el crecimiento
porque las almejas a ocho euros el kilo son un artículo de lujo; mujeres
que no le pueden comprar pescado, ternera o fruta a sus hijos porque
tienen que decidir entre comprar pescado o pagar el recibo del agua, la
luz o el gas; mujeres obligadas a compartir piso con otras mujeres con
hijos porque no pueden acceder a un alquiler para vivir a solas con sus
hijos; mujeres que no tienen para pagar las terapias que necesitan sus
hijos con autismo, sindrome de down o alguna enfermedad rara.
Mujeres como Margarita, una trabajadora
de la ayuda privatizada del Ayuntamiento de Córdoba que cobra 600 euros
por levantar, duchar, cocinar y limpiar la casa de Luis, una mujer
dependiente que se queja amargamente del mal servicio que recibe de la
empresa de Florentino Pérez, concesionaria de la privatización del
servicio en Córdoba, y que se lleva el 60% del total del dinero que la
Junta de Andalucía destina a financiar la ayuda a la dependencia.
Mujeres como Dolores, cocinera en una
escuela andaluza, de 40 años, con unas ojeras que le llegan al suelo, un
hijo con sindrome de down que deja en el colegio, y que vive con otra
amiga y su hijo porque no puede vivir sola con los 600 euros que cobra
por cocinar cada día la comida de los niños y niñas andaluces.
Mujeres como Dolores, que tuvo que
presenciar que un usuario de la ayuda a domicilio se masturbara delante
de ella, por 500 euros al mes, y fue suspendida de empleo y sueldo por
la empresa de Florentino Pérez por denunciarlo a la trabajadora social
del Ayuntamiento de Sevilla. Mujeres como Loli, pescadera en un
supermercado, que gana 800 euros en una ciudad donde un apartamento de
40 metros cuadrados vale 500 euros.
El gran peligro no es el PSOE, sino
que las mujeres sencillas, explotadas, víctimas de las políticas
firmadas por el PSOE, crean que el feminismo es una ideología encaminada
a defender a las mujeres ricas y no un sistema que lucha contra la
desigualdad de género en todas sus facetas pero también, y sobre todo,
contra la desigualdad económica que evita el disfrute del resto de
derechos que a las mujeres les son negados por su condición de mujeres
pobres.
El gran peligro del PSOE es que mujeres como Loli, Dolores o
Margarita piensen que el feminismo es su enemigo.
El verdadero peligro para el feminismo
no son PP ni Ciudadanos, que desde lejos se les ve venir y predecir
cuáles son sus intenciones, sino un PSOE que lleva demasiados años
ondeando la bandera de la igualdad que no cuesta dinero, que no molesta a
quienes tienen el poder económico y que da la espalda a las mujeres
pobres, que son quienes más necesidad tienen de feminismo para poder
huir de la violencia de género, de la desigualdad laboral o de trabajos
inmisericordes que se nutren de mujeres sin formación, presas fáciles de
un sistema que te deja ser mujer rica, con formación y empoderada pero
que esconde en el sótano a mujeres como Dolores, Loli o Margarita, que
no luchan por romper el techo de cristal, sino por no caer en el suelo
de barro que pisan a diario y que lleva las pisadas del PSOE.
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