Pasacalles
La charanga recorría las calles del pueblo al son de “Paquito el chocolatero”. Detrás una veintena de chavales y adolescentes acompañados por las madres de los más pequeños y algún padre despistado, danzaban al son de la música. Todos iban disfrazados. Algunos con trajes caros comprados para la ocasión.
Otros con trajes adquiridos en la tienda de todo a cien que ahora se llamaba Bazar Huan Ho y que dirigía uno de los lugareños con ojos rasgados pero más español que el Fary. La mayor parte de los chavales, sobre todo adolescentes, llevaban los disfraces que durante el mes anterior habían confeccionado con sus manos.
Allí estaban los clásicos de siempre: Hulk, Spiderman, Batman, Supermán,… También bailoteaban, ahora al ritmo de la canción de moda, “Despacito”, que emanada de saxofones, trompetas y bombos, era incluso una melodía cálida al oído, clásicos del tebeo español como Anacleto, Mortadelo, Filemón e incluso las hermanas Gilda.
En el centro del pasacalle, llamaban la atención por su originalidad, cuatro chicas que ocupando gran parte de la calle, tensaban una gran sábana de látex de color azul que simulaba una lámina de agua.
En los laterales del paralelogramo que formaban, una tela de color negro, simulaba los laterales de una piscina. Dentro de la lengüeta de látex, cinco agujeros por los que salían cinco jóvenes en traje y gorro de baño, que hacían piruetas imitando la coreografía de la natación sincronizada.
Un poquito más atrás, iba Celerina, a quién era difícil de conocer ya que estaba envuelta en unas raras piezas simulando un Transformer. En una de las paradas que la charanga hizo para que la gente pudiera disfrutar de los participantes en el pasacalle, Celerina se arrodilló en el suelo y juntó todas sus piezas de tal forma que formó un alucinante coche deportivo al que no le faltaba detalle.
Debió de costarle mucho hacer el disfraz, porque a unos metros de distancia, no era posible adivinar que dentro, había una persona.
Detrás de Celerina, iba la pandilla de los mellizos. Uno de ellos escondido en una bola mitad blanca, mitad roja. Ambos colores iban separados por una línea central negra que se juntaba en un círculo también negro. En la parte roja iba xerografiada una M de color blanco. La bola iba dentro de una especie de cajón, que transportaban tres de sus compañeros.
El cajón iba de pie y una de las caras era transparente, imitando la pantalla de un móvil de última generación. El otro mellizo, iba vestido de calle y daba golpes en la pantalla, como si estuviera jugando. En el momento de la parada de la charanga, el mellizo que iba dentro de la bola, salió de la misma, vestido de una especie de conejo amarillo. Pokémon.
El desfile continuó. La charanga deleitaba ahora a los danzantes con una versión de “Mamá yo quiero” acompañados por un megáfono que arengaba a los asistentes al tiempo que cantaba la canción con una letra un pelín “picante”.
Llegados al polideportivo dónde se iba a celebrar la verbena, los concursantes del pasacalle de disfraces se colocaron en el centro de la pista, mientras que los acompañantes iban cogiendo sitio en las gradas y en las orillas de la pista.
En el escenario colocado en uno de los fondos del pabellón, esperaba el jurado que debería conceder los suculentos premios. Uno de mil euros, otro de quinientos y dos de cien.
El jurado estaba compuesto por el presidente de la Diputación, el cura del pueblo, la secretaria del Ayuntamiento, el cabo de la Guardia Civil y la mujer del alguacil.
La Charanga armonizaba ahora con la última melodía de su actuación: la Jota del Pollo. Los mellizos mostraban su disfraz simulando el juego del Pokémon. Las nadadoras deleitaban con su coreografía a los asistentes y Celerina, rodaba por la pista, convertida en deportivo, ayudada por su hermana Radegunda.
La charanga acabó su actuación y el Presidente de la Diputación tomó la palabra. Tras saludar a los asistentes, y las habituales palabras de que todos los disfraces eran estupendos, se dispuso a dar los nombres de los dos terceros premios. Un zombi con un mísero disfraz de una camiseta rota y tres gotas de mercromina y otro con un parche en el ojo y un pañuelo de pirata, fueron los galardonados.
El Segundo premio recayó en un niño de cinco años vestido con un traje de mosquetero comprado en una cara tienda de disfraces y el primero en un adolescente vestido de Mikel Jackson, disfraz que también se veía a la legua que había sido adquirido en una tienda de disfraces.
El público empezó a silbar y a dar patadas contra la grada. El presidente del Jurado alegó que no habían dado los premios por originalidad, sino por el aspecto que le daban al concursante.
Los pitos y los abucheos siguieron hasta que el jurado abandonó el escenario.
En realidad todos sabían cuál había sido el criterio. El ganador era el hijo del Teniente de alcalde. El segundo premio, el nieto del maestro de la escuela y los dos terceros premios los hijos del molinero, el cuñado del alcalde.
Operación Cóndor II
Lula Da Silva, Dilma Rousseff, Cristina Fernández de Kirchner, Carlos Zaninni, Jorge David Glas Espinel, Rafael Correa, Raúl Sendic Rodríguez o Fernando Armindo Lugo Méndez.
Se preguntará el lector quiénes son todas estas personas y cuál es su nexo de unión. Bien todas estas personalidades son políticos iberoamericanos de gobiernos sociales que han sido investigados, acusados y en algún caso destituidos, por supuesta corrupción.
Algunos de ellos como Fernando Lugo, Lula da Silva o Dilma Rousseff tienen además en común a otra persona: Liliana Ayalde, a la sazón embajadora de USA en el Paraguay cuando Lugo era presidente del gobierno y en el Brasil que destituyó a Rousseff.
A Fernando Lugo, obispo y sociólogo, se le montó un juicio político por los sucesos de Curuguaty, que, al parecer, fueron un montaje especialmente creado para acabar con el político que a su vez, había derrotado al partido Colorado. Este partido conservador llevaba 60 años en el poder.
Ese proceso político fue arengado con gran dureza desde la embajada americana por la embajadora Ayalde.
En 2013, Ayalde, se convirtió en embajadora de Brasil, poco después de que saliera a la luz que, el gobierno de USA, espiaba al de Brasil interceptando incluso las conversaciones privadas de Rousseff.
Dos años más tarde, Dilma era destituida en un proceso político judicial por supuesta violación de la ley presupuestaria y corrupción por parte de la empresa Petrobras. Corrupción que se ha demostrado inexistente.
En estos días, Lula da Silva, principal candidato a las elecciones en Brasil y al que los sondeos dan la victoria holgada, es también sometido a un proceso judicial, casualmente por corrupción, que pretende inhabilitarle para que no pueda presentarse a las elecciones.
Parece que el imperio, ha encontrado una nueva forma de conseguir sus objetivos en Hispanoamérica. Ya no asesinan centenares de personas con golpes de estado como en el Chile de 1973.
Ahora han encontrado un camino mucho más sibilino y de apariencia legal. Los procesos judiciales. Procesos para los que deben contar con la connivencia de los poderes judiciales de cada país.
Poderes a los que no cuesta mucho convencer porque siempre pertenecen a esa parte de la sociedad a la que no le gustan los pobres, salvo para que les sirvan (¿Quién iba a limpiar sus casas, segar la hierba de sus jardines, conducir sus coches de lujo o servirles el café, si todos tuvieran un salario justo y derechos laborales?)
Poderes judiciales que no están formados por personas justas, sino por personas de ideología conveniente.
El miércoles 31 de Enero, Rafael Correa acusaba en La Cafetera de Radiocable a su ex compañero Lenin Moreno de haber emprendido un proceso político basado en un caso de corrupción política ocurrido cuando Correa ya ni siquiera, según él, era presidente de Ecuador, con el fin de revocar todo el entramado social emprendido por Rafael Correa.
En este proceso se va a llegar incluso a impedirle presentarse a las elecciones. Según él, se ha emprendido en todos los países iberoamericanos una guerra judicial encaminada a desmontar todos los regímenes progresistas que ponen en peligro este hijoputismo liberal que encarnan las clases pudientes.
Así que, salvando las distancias porque aquí la corrupción no solo no se castiga, sino que parece que al españolito medio que ve la tele, se la trae al pairo porque lo único que le preocupa es que echen fútbol por la caja tonta o que no falten esos programas del hígado o de triunfo televisivo con los que se identifican en espera de ser ellos los protagonistas, parece que lo que aquí pasa tiene mucha similitud con lo que ocurre allende los mares.
Hace unos cuantos años, cuando el partido encausado por la Gürtel, Lezo, Púnica, Bárcenas, Baltar, Lino, Faycan, etc. se negó a renovar los cargos del CGPJ hasta que no tuvieron la mayoría suficiente como para instalar allí a aquellos cuya ideología es la misma que la que éstos practican, algunos ya advertimos que lo que se estaba poniendo en peligro era la separación de poderes.
En España, todos los poderes del estado están confabulados en salvaguardar un régimen que se desmorona por sus propias tropelías. Al tratamiento indecente que se está haciendo a la corrupción, dónde los procesos judiciales se eternizan, llegando en muchos casos al sobreseimiento por prescripción, se suman los interminables casos de delitos llamados de odio o de enaltecimiento del terrorismo que no son otra cosa que censura.
Así, según explicaba Alejandro Turrús en Público, los juicios por enaltecimiento del terrorismo se han quintuplicado desde que ETA dejó de matar, periodo que coincide con la llegada al poder de este partido sumergido en la corrupción. Los chavales de Altsasu sólo son un demencial ejemplo de cómo una pelea de bar se convierte en una petición de 60 años de cárcel por terrorismo.
Pero si hay algo que se parece muy mucho a lo que está pasando en Iberoamérica con los gobiernos progresistas, es el proceso judicial emprendido contra todos aquellos implicados en el Procés.
Desde que los tribunales impidan el ejercicio democrático de elección de President de la Generalitat, en una persona con todos sus derechos ciudadanos intactos (elegir y ser elegido) hasta, según explicaban Joaquin Urías y Javier Pérez Royo, una aplicación inconstitucional del 155 y una asunción poco regular de competencias por parte de la Audiencia Nacional.
Que los jueces del TC y del CGPJ sean elegidos por los partidos, implica que lo son conforme a un perfil ideológico concreto. Si el parlamento (más bien la ley electoral) no se guiara por mayorías, obviando a las minorías, es hasta posible que este sistema fuera asumible democráticamente.
Pero evidentemente vista la trayectoria del partido de la corrupción, quiénes llevan nombrando jueces y fiscales idóneos a su ideología, desde hace más de diez años, no es la de la justicia social ni mucho menos la de la habilidad para el consenso y la imparcialidad, las características que se valoran para el puesto.
Cuando un sistema político basa la independencia judicial en la idoneidad de pensamiento y conveniencia política, sus decisiones serán todo, menos imparciales y de trato igualitario.
Y al igual que en un concurso de disfraces en el que el jurado es idóneamente elegido para que sus gustos sean los mismos que el de aquellos a los que se quiere amañar el premio, el resultado es, sobre todo, indecente visto con los ojos de los principios de igualdad y de una decisión lo más aséptica posible.
Muchos son los que están abriendo los ojos a esta pantomima de democracia. Bienvenidos al club.
Aunque mientras no sean los españolitos que decía Machado que viven entre la España que muere y la que bosteza, poca posibilidad de acabar con esto tenemos.
Porque, al contrario también de lo que decía Machado, ya ni siquiera son capaces de helarles el corazón. Solo les aleccionan hacia la indiferencia.
Salud, república y más escuelas.
Jesús Ausín
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