En la portada de papel, la fotografía a cuatro columnas de “una millennial fanática de la moda destinada en una brigada de infantería acorazada”. En la portada digital, Puigdemont en
un avión de Ryanair camino de Copenhague.
Mientras tanto, los empresarios siguen tirando de la manta. Todas las nuevas informaciones sobre el caso Gürtel confirman lo que ya sospechábamos: que el partido en el Gobierno, el PP de Mariano Rajoy, se financió ilegalmente. Francisco Correa acaba de ofrecer lo que los especialistas consideran “una confesión general de la corrupción en el PP”.
Y la cosa no queda ahí: “Los beneficios empresariales crecen un 200% mientras que los salarios se estancan”, advierte el último informe de Oxfam Intermón.
Sí,
aquella que resume la razón de ser del periodismo: “La prensa debe
servir a los gobernados, no a los gobiernos”.
Pues bien, mientras España se desangra entre la corrupción y la desigualdad, los grandes medios nos hablan de Puigdemont, de una millennial soldado, de un corte en la ceja de Ronaldo… ¿A quién sirven, a los gobernados o a los gobiernos?
El PP gobierna para las élites. Y los
grandes medios informan para esas élites, para ese Gobierno corrupto,
en lo que se puede considerar un secuestro de la democracia. No
contentos con ganar elecciones de manera fraudulenta, dopados, han
conseguido controlar una de las bases del sistema político teóricamente
más recomendable.
Y es que la prensa libre es una de las bases de la
democracia. Sin auténtico periodismo, ese que ejerce un
control férreo sobre el poder, ese que trabaja para los gobernados
controlando de manera férrea a los gobiernos, no puede haber auténtica democracia.
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