Euskadi,
nación vasca, la construimos entre todos con el trabajo cotidiano. La
hacemos más y mejor uniendo voluntades, integrando voces en torno a un
proyecto común. Es la mejor manera. Porque la formación de las naciones
es un proceso abierto que depende de la voluntad de su ciudadanía.
Euskadi vive momentos políticamente esperanzadores y ello afecta en
positivo al conjunto de la sociedad vasca, a sus mujeres y hombres.
Euskadi, colectivo de vascos imperiosamente necesitada de normalizar
definitivamente la convivencia política entre vascos dispares y que
busca la definitiva construcción de un escenario compartido en su
pluralidad. Para ello y como premisa prepolítica será inapelable la
utilización exclusiva de procedimientos estrictamente democráticos.
Y
será incuestionable la lealtad recíproca en exigir respeto para los
vascos que queremos ser sólo vascos y para los que quieren ser además
también españoles. Avanzaremos respetando las reglas de juego vigentes
antes de que ellas puedan ser cambiadas. Se tenderán manos y estrecharán
sin amagos.
Se aceptará con naturalidad que el
nacionalismo vasco responde a la legítima voluntad de amplias capas de
la sociedad. Y no habrá problema en abordar con naturalidad el que haya
percepciones diferentes que contemplen cuestiones tan enredadas
históricamente entre ‘lo vasco’ y el concepto unívoco de España.
Se
percibirá con normalidad que haya percepciones diferentes, todas
legítimas, respetable y con el mismo calado democrático en referencia a
aspectos socio-políticos que definen los diferentes grados de conciencia
nacional vasca, española o vasco-española y europea. No habrá que mirar
nunca jamás a si se entreabre o no la ventana a la esperanza del
mañana.
Seguiremos afrontando con decisión y en toda su dimensión los
problemas inherentes a la sociedad que nos ha tocado vivir: paro y
vivienda, inmigración y marginación, sanidad y educación, innovación y
tecnologías, juventud y tercera edad, ocio, igualdad de oportunidades,
violencia de género, infraestructuras, transporte, movilidad y medio
ambiente, Europa, interculturalidades y un muy largo… etc.
Los políticos
vascos se centrarán en ello y lograrán el triunfo de la política como
instrumento para la resolución de las discrepancias políticas por
severas que sean. Se reformará lo que haya que reformar si la sociedad
vasca así lo pacta y decide. Seremos coherentes, lo que exigimos para
nosotros lo aplicaremos en casa.
Aplicaremos el pluralismo recíproco, y
la legitimidad exigida a España demandando respeto a nuestra
idiosincrasia plural cual vascos que somos en la piel de toro se
aplicará recíprocamente en una Euskadi que es de todos, porque todos
somos Euskadi.
Buscaremos y encontraremos entre todos
nuevos espacios de encuentro compartidos. Se respetará la palabra y la
voluntad acordad y expresada por la sociedad, decidiendo, acordando,
negociando y pactando, en primer lugar aquí entre nosotros y con el
España después. Se negociarán consensos y acuerdos acerca del derecho a
decidir, nada se impondrá en Euskadi, nada se impedirá ni vetará en
Madrid, al contrario, los representantes de la ciudadanía española harán
gala de madurez democrática y darán por bueno el acuerdo compartido
logrado entre vascos.
Actuaremos con pragmatismo, inteligencia y
astucia, no confundiremos principios con coyuntura, caminaremos con paso
de buey que bordea la montaña camino de la cima. Y no se tratará de
dilucidar todas las mañanas ante el espejo político quién es capaz de
subir más el diapasón lírico abertzale.
Avanzaremos y mejoraremos
solidariamente la nación vasca, en paz, sin violencias, con normalidad,
convivencia y altura de miras.
Lo máximo no podrá convertirse en enemigo
de lo bueno, ni lo óptimo de lo posible. Ojalá que un nuevo paisaje
sociopolítico, ético y humano se concrete más pronto que tarde, sin
involución alguna posible. El transcurrir de la historia, el desarrollo
de su cronología, tiene sus leyes, son inapelables en cuanto a la
necesidad de estar, coincidir, acordar, participar y decidir en el
momento oportuno.
Nuestros mayores en épocas difíciles y oscuras lo
lograron con audacia y coraje, resistieron con inquebrantable fe hasta
legarnos lo presente. Mejoremos este legado para hijos y nietos… y que
éstos puedan con orgullo hablar bien de nosotros.
Como vasco, testigo de
la transformación sufrida por la sociedad de la mano del Estatuto, pero
testigo también de graves carencias de proyectos comunes compartidos a
futuro, abogo por ejercicios de la reciprocidad, por un mañana basado en
el respeto a la voluntad compartida por la ciudadanía vasca.
Son
tiempos de negociación, transacción, bilateralidad, soberanías
compartidas, cintura, visión larga a futuro y responsabilidad
participada. Sin exclusiones ni tahúres. Camino compartido.
Comparto con Daniel Innerarity la
reflexión de que lo razonable a la hora de construir un marco de
convivencia en una sociedad plural no es acordar una votación sino votar
un acuerdo y que cuando en un mismo espacio conviven sentimientos de
identificación nacional diferentes el problema no es el de quién se
alzará finalmente con la mayoría sino cómo garantizar la convivencia,
para lo cual el criterio mayoritario es de escasa utilidad, porque…¿por
qué es más democrático votar, cuando negociar y acordar es una operación
que permite integrar a muchas más personas en la voluntad popular?
Jose Manuel Bujanda
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