Argumentan los magistrados de la Audiencia Nacional que han condenado a la tuitera Cassandra Vera a un año de prisión y siete, siete, de inhabilitación, Juan Francisco Martel, Carmen González y Teresa Palacios, que sus chistes y opiniones son un “desprecio, deshonra, descrédito, burla y afrenta” a las víctimas del terrorismo. Considerando, pues, que la mano derecha del dictador sanguinario Francisco Franco fue una víctima del terrorismo.
Carrero Blanco, a pesar de la Audiencia Nacional, no fue una víctima del terrorismo, aunque fuera volado por ETA. Carrero Blanco fue uno de los responsables de más de medio millón de muertos en España y otro medio millón de exiliados, al dar un golpe militar contra el régimen democrático y constitucional de la II República.
Además fue el responsable -entre otros, claro está, que son los que intentan cambiarnos la historia- de que el Estado español sea la vergüenza mundial por los desaparecidos en las cunetas. Y del expolio de las fortunas y propiedades de innumerables republicanos asesinado o exiliados. Por si eso no fuera poco, fue uno de los responsables de los asesinatos de la Guerra del Rif, en la que el glorioso ejército español fue el primero en masacrar a la población civil rifeña con gases tóxicos.
Fue, también, gracias a él que durante muchos años padeciéramos la brutal represión franquista, y fue valedor de criminales de guerra nazis a los que protegió tras la guerra para evitar que cayeran en manos aliadas. Calificar, pues, a este verdugo de personas e ideas como víctima es no sólo una incongruencia sino una maniobra hipócrita y cínica del gobierno de la derecha española que intenta legitimar una dictadura sangrante e ilegítima.
Las víctimas somos los que padecimos su represión, los casi 150.000 compatriotas que aún hoy están enterrados en las cunetas de nuestras carreteras, los exilados, los expoliados. Los asesinados después del golpe militar, los obreros de Vitoria, Miquel Grau, Guillem Agulló, Puig Antich, los abogados de Atocha y Ricardo García Pellejero y Aniano Jiménez Santos asesinados en Monte Jurra.
La sentencia de estos tres magistrados, en consonancia con ministros deleznables democráticamente como Catalá, Fernández Díaz o Zoido, bajo el mando de los no menos deleznables Rajoy y Soraya Sáez de Santamaría, es un episodio más de la deriva de un gobierno que quiere devolvernos a la época más abominable del franquismo eliminando un régimen de libertades que nos habíamos ganado.
Los terroristas no son -a pesar del PP y del PSOE que aprobaron la ley que permite estos desaguisados hace 17 años y que ratificaron y aumentaron hace dos- los que se expresan libremente. Terrorista fue Carrero Blanco y sus adláteres, y por mucho que lo intenten, los magistrados, la derecha mediática, y algunos cuerpos del Estado no podrán cambiarnos la Historia.
La sentencia viene a ponernos de manifiesto la mentira de la Transición. No es, ni era creíble, que pasáramos de una dictadura a una democracia manteniendo a los mismos jueces, los mismos policías, el mismo ejército, el mismo rey y la misma oligarquía que padecimos durante la dictadura.
A mí no me gustan los chistes sobre Carrero Blanco ni sobre cualquier otro sanguinario represor.
Pero no por si es enaltecimiento del terrorismo que no lo es. No por si es una humillación a sus familias porque no cabe la humillación a los que no son víctimas sino verdugos. Sino porque no me gusta banalizar a los fascistas y al fascismo.
Y, un servidor, como muchos otros brindamos el día del vuelo de Carrero Blanco con cava catalán. Igual que lamentamos que la justicia española -para nuestra vergüenza y para la vergüenza democrática española- no juzgue a Utrera Molina, Martín Villa o Billy el Niño por sus responsabilidades. O que continúen impunes tantos crímenes fascistas.
Y que se permita -sin que sea delito- a excrecencias abyectas del franquismo, utilizando los medios de comunicación, a que se niegue o justifique la dictadura en un intento de cambiarnos la Historia y de convertir una época repugnante y atroz en algo respetable.
Toni Roderic
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