Ninguno de los dos candidatos
auguraba buenas nuevas para el mundo, y por tanto hoy en EE.UU. se
votaba a susto o muerte; algo que reconocían muchos de los votantes que,
como única excusa válida, esgrimían apostar por el programa y no por
unos candidatos que no ilusionaban a casi nadie.
Pero si Clinton era más
de lo mismo y suponía la encarnación de lo malo conocido, y con ello la
continuidad de las mismas políticas neoliberales, belicistas y
antisociales con el soporte de sus mecenas (todos los poderes fácticos
de la oligarquía mundial), Trump supone la incertidumbre más absoluta.
Un tipo que dice lo que piensa, esté mal
o peor aquello que piensa, y que ha contado con la enemistad y el
rechazo manifiesto de casi todas las ‘fuerzas vivas’ de occidente
(incluso aquí en España donde han coincidido en las críticas desde los
voceros ultraneoliberales hasta la extrema izquierda), y que ha tenido
que soportar la campaña mediática más brutal que se recuerda en
gringolandia, no solo se ha convertido en presidente del país más
poderoso del mundo, sino que lo ha hecho barriendo a su rival.
Y es que
parece que hoy es tal el hartazgo mayoritario que basta con no ser parte
del establishment como para ser visto como parte de la solución (aviso
para moderados y para los que no quieren dar miedo).
El caso es que nos encontramos con un
panorama insólito e inédito, y esto, conociendo el perfil del individuo
que se ha puesto al frente del Cuartel General del mundo, si bien no lo
cambia todo, sí puede abrir un nuevo ciclo del que no podemos siquiera
intuir las consecuencias.
Hablaremos largo y tendido de lo
sucedido. No cabe duda de que lloverá tinta sobre lo que ocurra en los
próximos días y meses. Pero por el momento esta es la noticia
(escrutinio al 90%):
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