jueves, 6 de octubre de 2016

La Gürtel: mafia (casposa) a la española

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Gürtel es la peor forma que ha tenido España de mirarse a sí mismo, y digo peor forma no por tocar fondo moralmente, sino por hacerlo mientras sus protagonistas se creían el colmo del refinamiento. 


De todas las tramas corruptas españolas fue la que más cerca estuvo de imitar la mafia; la mafia hecha por españoles con el mismo éxito con el que un inglés puede ejecutar una paella.


Hay parecidos razonables. Por ejemplo, la distancia que hay entre llamarse Don Vito a hacer que te lo llamen. La destrucción de la voluntad de la gente mediante el dinero, el chantaje o el regalo; la compra de personas. La cosificación de todo como instrumento para ganar dinero: el territorio y el paisaje, las leyes, las mujeres.


El tratamiento a las mujeres en esta trama es como una versión extremadamente casposa de cualquier serie B. Y hasta eso es difícil en un país tan machista como España. En las grabaciones a las mujeres se les llama “guarrindongas”, “jacas”, “tías impresionantes”, “calladitas”, “discretas”.


Las mujeres se compran o se alquilan para cerrar negocios, y cuando están en el ajo es porque son secretarias, esposas de o simplemente mujeres floreros.


También aquí tienen una importancia fundamental las bodas, que se convierten en reuniones sociales con las que saber quién se relaciona mejor, quién está más cerca del poder.


 A veces me pregunto qué hubiera sido de este país si toda la policía desplegada para garantizar la seguridad de los invitados de la boda de Ana Aznar y Alejandro Agag hubiese garantizado la nuestra. Sólo tenían que darse la vuelta. Ponerles un micro debajo del plato o apuntarles la matrícula de los coches, como en ‘El Padrino’.


En la Gürtel se juzga la cultura del regalo. Del baboseo como forma de corrupción. Los que están sentados en ese juicio empezaron a corromper y a dejarse corromper por un reloj, por un viaje, por un favor minúsculo. Recuerdo una Nochevieja en la que Ricardo Costa pidió a un miembro de la trama que le llevara caviar a casa, y se lo llevó. Es una historia de camellos y de consumidores.



Manuel Jabois



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