martes, 27 de septiembre de 2016

Todos somos Sánchez (mola más que Rubalcaba)




El delirio de los barones del PSOE enganchados a las argucias de la mayoría de la prensa ha acabado obrando el milagro: que Pedro Sánchez parezca un líder de izquierda, articulado, fiable, digno de confianza y estima. 


La derechización de El País --y en menor medida, de la SER--, y su maravillosa sintonía con El Mundo, El ABC, La Sexta, La Razón (y a ratos la revista de la FAES) está haciendo mucho daño a las supuestas cabezas pensantes de este país, que a base de darse cuerda mutua, de publicar y leer portadas idénticas y de creerse las encuestas de diseño han olvidado lo esencial: que la actual fractura y crisis de identidad del PSOE es consecuencia del nacimiento de Podemos, y que a su vez el 15M y Podemos nacieron precisamente porque el PSOE de Zapatero (y el de Rubalcaba y Sánchez) decepcionó a millones de ciudadanos que pensaban que los socialistas iban a ser socialistas incluso cuando Alemania les presionara para que fueran ultraliberales.


Olvidan nuestros próceres que Podemos no surgió por generación espontánea, sino porque el Sistema se hundía y necesitaba oxígeno, escuchar algo de izquierdas, como decía Nani Moretti, modular voces nuevas que canalizaran la indignación (y la miseria) generadas por los recortes impuestos por Merkel, Schauble, Draghi y Lagarde, comprados sin ver por la “izquierda” europea desde Blair a Schroeder, Hollande, D'Alema y Renzi. 


Este dato elemental sigue pasando inadvertido en las grandes redacciones y en los despachos de las élites españolas, y la primera consecuencia es que el Ilustrísimo Colegio de Tertulianos y la Prensa del 78 en bloque --salvo muy escasas y muy prestigiosas excepciones-- han decidido que el PSOE solo podrá salvarnos del demonio –Podemos-- si se entrega al PP y deja que siga gobernando el presidente del partido y del país más corruptos de Europa. 


Así, en la noche del domingo 25 de septiembre, mientras los barones preparaban su asonada fallida en la Ejecutiva socialista, vimos cómo la Acorazada Mediática Gran Coalición desplegaba toda su bilis y su artillería contra “el responsable del bloqueo político que vive España”, Pedro Sánchez, pidiendo su dimisión inmediata, clamando por su retirada definitiva, invocando su muerte política.  


Era tanto el énfasis, que se diría que no se iban a conformar con un entierro político.


Y tan abrumador el consenso entre los opinadores de distinta ralea, que el aluvión solo podía suscitar solidaridad con el agredido. 


Es realmente fascinante ver la evolución de estos viejos líderes de opinión respecto al secretario general del PSOE. De ser el líder responsable y europeísta que aprobó por la vía rápida el artículo 135 que sancionó el desmantelamiento de nuestro precario Estado de Bienestar, Sánchez ha pasado a ser el malvado de la película solo por negarse a dejar paso a Rajoy y por atreverse a plantear –hasta ayer con la boca pequeña-- un Gobierno alternativo de cambio. 


Ahora, mientras pierde cada vez más popularidad entre el aparato y los poderosos, Sánchez aparece como un pequeño Corbyn a la española, y muchos votantes que abandonaron al PSOE por Podemos empiezan a verlo como un héroe de la resistencia. Crecido con el castigo, el economista y exconsejero de Bankia se permite ya decir cosas como esta: “Tengo un proyecto de izquierda", "autónomo de la derecha política y la derecha económica”. ¡Ni los anticapi!


Sereno, maquiavélico, acosado, incomprendido, quijotesco, solo, este nuevo Young Sánchez se plantea incluso el escándalo de ser presidente de un Gobierno Frankenstein, apoyado por los podemitas, los soberanistas vascos y los separatistas catalanes, toda esa patulea de rojos y apestados antiespañoles que le prohíben frecuentar Felipe, Cebrián y el Comité (in)Federal. 


Tras sobrevivir al intento de golpe de la prensa del 78 y sus barones, Sánchez ha perdido las autonómicas en Galicia y Euskadi, sendas derrotas cantadas en las que tanto han colaborado sus queridos y ausentes compañeros de partido, aunque los preclaros analistas sistémicos nos quieran hacer creer que ese es el precio a pagar por no haber apoyado la investidura de Rajoy. 


En realidad, hasta los niños saben que mientras el PSOE no tenga un discurso federalista que comprenda y dé cauce a los anhelos de mayor autonomía de vascos y catalanes, los socialistas estarán tan condenados a la irrelevancia como el PP en esos dos territorios. 


Lo que asusta, en todo caso, no es este súbito rapto de coraje con trampa de Sánchez, sino que el proyecto político que proponen sus dilectos enemigos no sea más que un patético remedo de la proverbial y castiza unidad nacional contra el enemigo eterno, los "comunistas" y los nacionalistas.  


Ayudar a gobernar España como lo ha hecho Rajoy. Contra los jóvenes, los pobres, los catalanes y los vascos. Esa sí que es una bonita huida hacia delante, compañeros. El “una, grande y libre” como epitafio en la tumba del PSOE.


Así que, dada la talla de los enemigos, qué quieren que les diga. Todos somos Sánchez.   








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