"Los kurdos han tomado conciencia de que el Estado-nación no tiene
sentido, porque no quieren reemplazar viejas cadenas por otras nuevas e
incluso, posiblemente, aumentar la represión". Así comienza la
entrevista realizada a Sherhad Naaima, un joven revolucionario de Kobanê
y estudiante del pensamiento de Ocalan, realizada por Eleanor Finley,
que hemos tomado de Noticias de la Rebelión.
En
ella se ofrece un breve pero extremadamente interesante relato de la
revolución llevada a cabo en el Kurdistan y las luchas llevadas a cabo
por este pueblo contra Irak, Turquia y, por supuesto, la Siria de Assad.
Precisamente tras la expulsión de las fuerzas de seguridad siria en
2012, en la zona se instauró un régimen comunal que, cómo poco, llama la
atención y es digno de análisis profundo.
"Para el año 2012 el pueblo kurdo
expulsó a las fuerzas de seguridad sirias de las zonas kurdas. Con el
fin de llenar el vacío de su retirada, el PYD propuso un modelo de
auto-administración. Este es ahora el modelo que opera en todo el
Kurdistán occidental, en los tres cantones de Cizire, Kobanê y Afrin.
Este tipo de administración puede ser llamado administración política no
estatal, porque no gobierna, administra. La toma de decisiones
construye desde abajo (el pueblo), hacia arriba. Todas las personas
pueden expresarse y tomar decisiones en las asambleas locales y está
abierto a todos los partidos políticos y todos los grupos étnicos".
Precisamente esa participación popular es el nudo gordiano de las
experiencias comunistas, que han tendido a dar más importancia, por
motivos en parte comprensibles, en la mayoría de las ocasiones al
aparato estatal que a la linea de masas. Esta espina clavada en el
corazón del comunismo, que ha solido llevarle al infarto ideológico, es a
la que tanto se refirió Mao cuando incidíó en múltiples ocasiones en
que el partido no puede identificarse con el estado, sino que su sentido
pricipal es el de apelar a las masas, cumplir con la labor esencial,
para que el camino socialista sea cada vez más comunista, de hacer que
la dictadura del proletariado sea en realidad una democracia proletaria:
"En la gran Revolución Cultural proletaria, las masas solo pueden
liberarse por sí mismas y de ninguna manera se debe actuar en lugar de
ellas" (Punto 4º de la Resolución del Comité Central del PCCh del 4 de agosto de 1966.).
La experiencia comunal kurda, en su lucha contra los estados que invaden
su territorio, seguramente es también criticable; pero precisamente un
comunista ha de ser, ante todo, crítico (y autocrítico
fundamentalmente), y enriquecer la teoría y a sí mismo a través de la
práctica real, siempre con el objetivo de (no hay que olvidarlo, a pesar
de las dificultades y enormes obstáculos que conlleva) dirigirse
constantemente, en la medida de lo posible, hacia el comunismo, es
decir, hacia la emancipación de todos los hombres, lo que implica la
desaparición del propio estado. Olvidar ese objetivo ha hecho acabar
siempre las experiencias comunistas con el triunfo de la burocracia
estatal, reconvertida en una nueva élite ansiosa de reinstaurar el
capitalismo para aumentar privilegios y riquezas (China es hoy el mejor
ejemplo).
Por eso, la experiencia kurda ha de ser enriquecedora y tenemos que estar muy, como poco, muy atentos a ella.
La entrevista también tiene otra idea remarcable: "la izquierda es izquierda en el corazón, pero capitalista en la mente, ya que carga con concepciones capitalistas".
Un pensamiento certero, pues la mayoría de los comunistas actuales
olvidan la necesidad de estar en una constante revolución contra la
ideología en la que han crecido y que han absorvido en cada bocanada de
aire; así que no basta con agitar la bandera roja, escribir como un loco
en nuestros blogs, o vociferar contra el capitalismo en el bar con los
amigos: el principal enemigo es el capitalista que llevamos dentro, y el
primer paso para poder actuar como un comunista es ser consciente de
ello y, como afirma el revolucionario kurdo Sherhad Naaima, y también
enseñó el camarada Mao, estar dispuesto a un constante aprendizaje, una
continua autocrítica y una guerra permanente para derrotarlo.
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