MALA GENTE QUE CAMINA…
El señor Javier Maroto es uno de los más claros exponentes del pijofascismo español, esa patriótica corriente del marianismo que aumenta su peso conforme crece la ola de inmigrantes ocasionada por la guerra en Siria. Antes aplaudían la intervención militar en Irak, Libia y otros países árabes en precario equilibrio. Ahora, cuando la población huye debido a las consecuencias del desastre, se inhiben. Que los acojan los vecinos, que para eso aplaudían los bombardeos.
Maroto, peloteando a Fernández Díaz, se descuelga hoy diciendo que
“entre los refugiados hay muchos yihadistas que pueden poner bombas en
las ciudades”, metiendo cizaña, asustando al gentío, zancadilleando como
la periodista húngara, como diciendo: “Salid a la calle a protestar
para que no vengan”, azuzando a la insolidaridad, al racismo, a la
xenofobia y al fascismo, que era su intención.
La condición de canalla no la otorga el estatus de refugiado, los atentados del 11-M no los perpetraron refugiados sirios. Cualquier parásito con corbatita y colonia cara puede ser el peor de los canallas, el que incite al odio, al rechazo, al desprecio al débil. “Mala gente que camina y va apestando la tierra”, que diría Machado. Luego van a misa, rezan cuatro padrenuestros y duermen como lirones.
Es verdad que entre los refugiados puede haber yihadistas, claro, y fontaneros, y albañiles, y médicos, y escritores, y matemáticos, y físicos, y periodistas, y maestros… Pero eso no lo ven, o no les interesa verlo, porque eso no siembra egoísmo ni es “patriótico”, según su ridículo concepto de patria. ¿Qué podría hacer un refugiado como no fuera poner bombas? Faltaría más. Claro que entre los refugiados sirios puede haber de todo, con suerte hasta psiquiatras capaces de curar la cleptomanía de sus colegas y la psicopatía que él mismo padece.
Si únicamente fueran “pedantones al paso que miran, callan y piensan”, pasaría. Pero gobiernan, influyen en la sociedad, la legislan, la educan, crean corrientes de opinión… Y son solo eso, mala gente que camina y va apestando la tierra. Por suerte el mundo está lleno de esos otros que “no conocen la prisa ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino; donde no hay vino, agua fresca. Buenas gentes que viven, laboran, pasan y sueñan, y un día como tantos descansan bajo la tierra”. España está llena de ellos, señor Maroto. La ola de refugiados sirios, también.
La condición de canalla no la otorga el estatus de refugiado, los atentados del 11-M no los perpetraron refugiados sirios. Cualquier parásito con corbatita y colonia cara puede ser el peor de los canallas, el que incite al odio, al rechazo, al desprecio al débil. “Mala gente que camina y va apestando la tierra”, que diría Machado. Luego van a misa, rezan cuatro padrenuestros y duermen como lirones.
Es verdad que entre los refugiados puede haber yihadistas, claro, y fontaneros, y albañiles, y médicos, y escritores, y matemáticos, y físicos, y periodistas, y maestros… Pero eso no lo ven, o no les interesa verlo, porque eso no siembra egoísmo ni es “patriótico”, según su ridículo concepto de patria. ¿Qué podría hacer un refugiado como no fuera poner bombas? Faltaría más. Claro que entre los refugiados sirios puede haber de todo, con suerte hasta psiquiatras capaces de curar la cleptomanía de sus colegas y la psicopatía que él mismo padece.
Si únicamente fueran “pedantones al paso que miran, callan y piensan”, pasaría. Pero gobiernan, influyen en la sociedad, la legislan, la educan, crean corrientes de opinión… Y son solo eso, mala gente que camina y va apestando la tierra. Por suerte el mundo está lleno de esos otros que “no conocen la prisa ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino; donde no hay vino, agua fresca. Buenas gentes que viven, laboran, pasan y sueñan, y un día como tantos descansan bajo la tierra”. España está llena de ellos, señor Maroto. La ola de refugiados sirios, también.
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