Los trabajadores griegos ya están hartos de la farsa democrática capitalista, y lo han dicho claro y alto en las elecciones de ayer, donde el candidato proeuropeo de la burguesía, Alexis Tsipras, ha conseguido un 35% de los votos realizados (han votado el 55% de los posibles electores).
Así, la opción que ha sido contundentemente mayoritaria en la machacada Grecia ha sido la abstención, un 45%, porcentaje que, frente al 19% de los votos posibles obtenido por Syriza, es abrumador.
Se trata de algo normal, no obstante, después de que en el reciente referendum, la máxima expresión de la democracia electoral, el gobierno de Syriza con la ultraderecha hiciera caso omiso de la contundente decisión popular, haciendo el mismísimo día siguiente todo lo contrario.
Por supuesto, un partido que gana las elecciones con apenas el 20% de los votos posibles debería asumir que no tiene el respaldo de su pueblo, el apoyo popular. Pero, en un sistema en el que la opinión de los ciudadanos no se respeta ni cuando se convoca un referendum para que opinen, en el que gane quien gane los mercados (es decir, los mafiosos y criminales que los controlan) tomarán las decisiones, los ganadores de las elecciones no tienen en realidad ningún compromiso con sus votantes y, por ello, les importa bastante poco que su apoyo sea pírrico.
Es lógico que los trabajadores griegos estén hasta el gorro de mentiras "democráticas", cuya mediática nueva imagen es el sinverguenza Tsipras, y que prefieran quedarse en casa en vez de perder en tiempo en votar a un partido u otro, pues al final todos van a hacer lo que conviene a los enemigos del pueblo...
El reto de la izquierda sigue siendo el mismo de siempre, la acción sin la que el capitalismo seguirá ganando continuamente la batalla: movilizar a esos trabajadores hartos, cansados, decepcionados por la estafa democrática; sacarlos a la calle para que vuelvan a sentir que la soberanía y el poder no se delegan ni se toman metiendo un papelillo en una urna, sino luchando cada día, exigiendo a gritos y a martillazos en las plazas y avenidas no solo tener la posibilidad teórica, y falsa, de que se escuche su voz, sino hacer realidad la única forma de libertad posible: la de tomar de fapto las decisiones políticas y económicas.
En resumen, salvo por el grito poderoso que ha dado el pueblo griego renunciando a participar en el nuevo engaño electoral, el resultado de la pantomima democrática de ayer domingo ha dejado el mismo paisaje parlamentario que el que había antes. Es decir, como suele pasar en este tipo de circos, más de lo mismo. Syriza y la ultraderecha de ANEL ya están pensando en votar, teniendo en cuenta que el paripé electoral griego consuma el pucherazo que toda elección burguesa lleva en sí con el regalo de 50 diputados por la cara al partido más votado. Por su parte, el KKE, los comunistas, siguen empeñados en jugar con las cartas del capital y siguen presentándose como invitados de piedra a jugar la partida que, organizada por el sistema, se juega siempre con cartas marcadas.
Es decir, Grecia continuará arrodillada ante la troika y Alemania y el futuro de extrema austeridad obligada, saqueo de la riqueza y recortes brutales de los derechos de los trabajadores abre negras perspectivas para la clase trabajadora, acompañada, por supuesto, de boyantes beneficios de la clase que representan Syriza, Anel, el Pasok o Nueva Democracia: la capitalista.
Solo una esperanza puede rescatarse de todo este desastre: el descontento demostrado con la victoria abrumadora del NO a la Democracia del capital que han dado los trabajadores griegos puede multiplicarse en los meses que vienen, a punto de caerles encima a los griegos la terrible tormenta diseñada en los despachos de las grandes multinacionales. Eso, por lógica, debe hacer avanzar las condiciones subjetivas, la conciencia de clase de los trabajadores griegos, que ha estado anestesiada durante tantos años.
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