sábado, 13 de junio de 2015

La monarquía, el Ducado de Palma y la testosterona


Si hay una institución capaz de convertir la información del corazón en un apasionante culebrón político, sin que cambien los protagonistas ni el guión, es la monarquía (Manue Jabois)

 


Hay una escena de Woody Allen en la que el hombre, al teléfono, escucha cómo su mujer le dice que se ha ido con otro. Allen toma la decisión más dura que se le ocurre, y responde que su relación ha terminado, que la deja. José Luis Cuerda definió la psicología masculina en una escena cumbre de la historia del cine español, cuando un padre avisa a su hijo, los dos bajo un edredón, que “un hombre en la cama es un hombre en la cama”. Allen y Cuerda hablan del orgullo; el primero de una manera universal, el segundo de una forma intrínsecamente cazurra: no se me pone por delante ni el chaval.



La monarquía, que ha sido siempre un asunto de testosterona por ley, tiene en los gestos públicos su forma antigua de reinado. Se dirige continuamente al pueblo no para entrometerse en su vida, como hace el Gobierno, sino para que sea el pueblo el que se entrometa. Hay que percibir la sensibilidad popular, la voluntad popular, el acabose popular, y actuar en consecuencia.

Mariano Rajoy puede ser impopular; Felipe VI no, porque en el privilegio lleva la penitencia. A la hora de satisfacer al pueblo un rey no distingue ni a su familia, y para defenderse con orgullo a la infanta le ha faltado tiempo para decir que ella ya lo había dejado antes.



La retirada del Ducado de Palma es extraño por cuanto tiene de transparente un corrimiento de tierras antaño sólo detectable por los monárquicos de guardia: desencriptadores de sonrisas, saludos y variaciones de protocolo que presumen de conocer la vida de palacio, y por extensión la del país. Es un ejercicio casi forense, pero ahí está la televisión emitiendo el CSI social de nuestra época, destripando a una mujer si está delgada y a otra si está triste. Si hay una institución capaz de convertir la información del corazón en un apasionante culebrón político, sin que cambien los protagonistas ni el guión, es la monarquía.

 


La gran noticia política de ayer, cuando se estaban pactando ayuntamientos, fue una carta de la infanta Cristina que empezaba así: “Con ocasión de mi boda”. En esa frase está el principio y el final de una institución que funciona como Casa Otilio: bodas y bautizos. Su impacto real en los hogares es económico, no por lo que genera sino por lo que gasta, y hasta en sus momentos de esplendor de consejo de administración, cuando hay que entregar cabezas para remontar la confianza del cliente, aparece como un animalito la expresión con la que aún se incrustan los Borbones en el siglo XXI: “Sí, quiero”.








 

 

Cristina distribuye la carta manuscrita para intentar demostrar que Zarzuela miente

 

 

 A continuación se reproduce el texto íntegro de la carta:

Lunes, 1/Junio/2015

Ginebra

Majestad,

Con ocasión de mi boda con D. Iñaki Urdangarín, Nuestro Padre, S.M. El Rey Don Juan Carlos I, me otorgó la titularidad del Ducado de Palma. Tanto por el momento como por lo que para nosotros representaba Palma, el título otorgado me llenó de satisfacción y lo serví con la máxima fidelidad y cariño.



Hoy, todavía, Palma representa para mi marido y para mi una referencia de fuertes e importantes recuerdos, que nuestros hijos comparten con nosotros. Por ello, cuando en los últimos tiempos, como consecuencia de las acusaciones infundadas dirigidas contra mi persona por parte del Sindicato Manos Limpias, he conocido iniciativas que ponían en cuestión la continuidad del título de Duquesa de Palma, lo he vivido con enorme disgusto e incomodidad.

No quise, en su momento, hacer caso de aquellas iniciativas por estimar que, de tenerlas en cuenta, podían estar ofendiendo a todos aquellos que no las compartieran y que pudieran interpretar una inmediata respuesta por mi parte, como un desdén a la Ciudad que tanto queremos y admiramos. No obstante, en este momento, después de una larga y dolorosa reflexión, he llegado a la conclusión, que debo manifestar a S.M mi voluntad de renunciar al título de Duquesa de Palma evitando así cualquier polémica que por razón de ello pudiera plantearse en la Ciudad de Palma.



Seguiré llevando esta ciudad en mi corazón; me sentiré siempre agradecida por las atenciones y el cariño que han manifestado a mi familia, pero quiero alejarme de cualquier debate que del uso del título por mi parte pudiera trasladarse a la sociedad mallorquina.



Al hacerse efectiva, pues, mi renuncia al título de Duquesa de Palma, ruego encarecidamente a S.M, que adopte las medidas que sean necesarias para su debida formalización.

Con afecto y cariño,

Cristina

Infanta de España




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