¿Vamos a permitir que nos sigan asesinando lentamente?
Ese hedor que recorre las calles de las ciudades del estado español, un olor nauseabundo, una mezcla de criminal franquismo, falangismo, corrupción política, nacionalcatolicismo, mentiras, promesas falsas, peticiones de voto para seguir saqueando vergonzosamente el patrimonio público, matando de hambre a tres millones de niños/as que sobreviven bajo el umbral del empobrecimiento extremo.
España apesta y lo podemos constatar en cada rincón
de cualquier institución pública, donde seres sin escrúpulos malgastan,
despilfarran, arruinan el futuro de todo un pueblo.
Se ríen en nuestras caras porque no somos capaces de
confrontar adecuadamente esta pandemia de fechorías políticas, porque no
salimos a las calles para no volver hasta que dimitan, porque somos tan cobardes,
porque tenemos miedo a perder lo poco que tenemos, porque nos enferma ese
extraño virus que asesina progresivamente nuestra conciencia de clase.
Lo fácil que sería expulsar de sus poltronas a quienes destruyen
la vida y la esperanza, bastaría con demostrar nuestra fuerza, la potencia ilimitada del
pueblo alzado, que no existan policías suficientes que puedan pararnos, que quienes
ostentan el poder sientan en sus cuellos el aliento de nuestra ira.
Ya son ellas/os o nosotras/os. La barbarie o la
felicidad. La esclavitud o la liberación. El degenerado fascismo o la verdadera
democracia ¡No hay otra salida!
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