Mujeres de algunos de los 'Ganemos' |
Pues sí, no pongáis esa cara. A pesar de que hemos echado pestes varias veces entre las amigas a lo largo de estos días por la ausencia de las más elementales reflexiones feministas en el discurso electoral, al final hemos tenido una campaña en la que el feminismo ha acabado imponiéndose como sin quererlo.
Decíamos todas, casi al unísono cuando quedábamos en la carpa comunera, que no se hablaba de la mujer ni por equivocación. Ni del machismo, ni de maltratos, ni de igualdad, ni del aborto... La mujer, como siempre, parecía un florero electoral. Porque, y esa es otra, las listas, con cremallera o sin ella, empezaban casi todas por 'o'. Primero, el macho, y luego paridad de género, salvo raras excepciones, Patricia entre ellas.
Pero a mitad de campaña empecé a tener nuevas sensaciones, aunque un tanto difusas al principio. Y fue porque frecuenté virtualmente otros entornos distintos de la carpa zaragozana, sin olvidarme de la frescura que emitían las Luisas, Teresas y Elenas por el recinto y por las redes sociales, con sus pinceladas de mujer.
Estos viajes que he intensificado en la última semana han tenido sobre todo tres escenarios: Valencia, Barcelona y, con parada especial, Madrid. Tres capitales con tres mujeres como tres enormes iconos del feminismo diario: del que se hace en la cocina, en el trabajo, en las plazas y en los debates.
Mónica, Ada y Manuela (mi tocaya... jajjaja) han puesto patas arriba el patriarcado imperante no solo en los gachupinos, sino también en las Esperanzas, Ritas, Sorayas, Mariasdolores, Teófilas, Rudis y el resto de garrulas que pueblan la camada del PP, sobre todo. Lo más sublime ha sido el ¡zasca! que le soltó ayer Manuela a Esperanza con su "es que yo creo mucho en la reinserción". La ironía y la elegancia solo van con la inteligencia. Es la frase del día después, y me la he oído media docena de veces ya...
Y lo han hecho sin encendidos discursos a favor de nosotras, sin grandes proclamas por la igualdad, sin citas ni eslóganes en busca del aplauso. Lo han hecho como se hacen las cosas: haciéndolas, practicándolas, poniéndolas en marcha, demostrando que hay otras formas de hacer.
Porque las mujeres, dejando a las machirulas que siempre hay, estamos hechas de otra pasta, así, en general. No sé si es cosa de fábrica, de educación, de neuronas, de genes o de ovarios. Pero no me importa mucho. Lo que sí sé es que tres mujeres maravillosas han reventado en 15 días más machismos y patriarcados que lo que hemos logrado las feministas en los últimos tiempos.
Porque ¿qué mayor latigazo al machismo rampante que ver a Esperanza humillada en su feudo? ¿O a Rita, andando cabizbaja con su bajonet en el ceño? ¿O a María Dolores, con la sonrisa boba congelada en la boca? ¿O a Luisa Fernanda, con su soberbia por los suelos? Esto sí que ha sido una de las mayores alegrías de mi vida, chicas,, y que nadie me podrá arrebatar. Impagable.
Además, ¿cuántas de ellas abandonarán cual ratas pardas el barco en los próximos meses? Porque lo más digno hubiera sido que tras el batacazo que han recibido, dejaran sus puestos desde ya, como hicieron hace poco los líderes de los laboristas y liberales británicos, y se fueran a casa a la espera de que les pueda llamar un juez para que expliquen las ilegalidades que habrán cometido durante su mandato.
Mis amigas, que como yo siguen pensando que esta batalla del feminismo va para largo, me prometieron el domingo en la carpa comunera que también se quieren venir de paseo virtual conmigo por otras plazas, para ver mejor el bosque y no centrarse en el árbol más cercano. Salgan también ustedes por otros lugares, que es muy saludable. Además, esto del cambio no ha hecho más que empezar.
Manuela S.
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