La deuda alemana con Varsovia
El domingo estuve viendo la película El Pianista (Roman Polanski, 2002). No la había visto antes. Mientras veía la película estuve haciendo una pequeña búsqueda de información histórica acerca del gueto de Varsovia y el alzamiento. Los crímenes nazis son de todos conocidos. La violencia que puede ejercer el ser humano sobre otros de su misma especie nunca podrá dejar de sorprendernos y no podrá ser equiparable a cualquier otra especie animal.
Esto nos debería llevar a descartar los análisis y opiniones etnocéntricas, nacionalistas o localistas llenas de prejuicios y estereotipadas. La violencia y las masacres son algo inherente a toda raza, imperio o nación que haya existido sobre la faz de la tierra. Como ha escrito Zigmunt Bauman: “Para lo que significa la modernidad, el genocidio no es una anomalía ni una disfunción”. Los nazis no inventaron el genocidio, ni fueron los primeros, ni han sido los últimos en perpetrar uno. Si hay algo particular en su genocidio es la meticulosidad industrial y de fábrica que lo caracteriza.
Sus fundamentos tampoco eran nuevos. El odio racial o religioso, la superioridad de unas razas o personas sobre otras, el darwinismo social, la eugenesia o eliminación de los seres más débiles o poco útiles de la sociedad, la búsqueda de un chivo expiatorio al que cargar los problemas sociales y económicos, los reiterados pogromos contra minoría étnicas y religiosas, las invasiones militares y las políticas expansionistas propias del imperialismo, la explotación colonial, las guerras de conquista y exterminio. Nada nuevo. Nada que haya perdido vigencia. Nada que no formara parte y práctica de los siglos más recientes de Occidente. Nada que no fuera respetable y razonable entre finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX.
Pero volviendo al tema que nos ha traído aquí. La destrucción de Varsovia y la consiguiente deuda moral y económica contraída. Una meticulosa destrucción que se dio tras sofocar y reprimir brutalmente el alzamiento de la ciudad contra las tropas invasoras alemanas en agosto de 1944. La posterior venganza de Hitler fue terrible tanto en víctimas humanas como materiales. La ciudad fue arrasada. Absolutamente devastada. Cada edificio destruido, uno a uno, con explosivos y lanzallamas. La idea – nueva locura – era crear un lago sobre las ruinas de Varsovia.
Esta sistemática destrucción tenía toda la idea simbólica de borrar de la faz de la tierra lo que antes había sido el orgullo de Polonia. No solo bastaba con exterminar a su población sino también cualquier vestigio de su antiguo esplendor. Se prestó especial atención en la destrucción de la cultura y la historia polaca: los monumentos y los archivos nacionales fueron barridos. La historia de una nación o de un pueblo está en su memoria y está tenía que ser destruida.
Las pérdidas materiales podemos resumirlas así: el 94% de los edificios históricos fueron demolidos piedra a piedra. Entre ellos, 25 iglesias, 923 edificios, la Biblioteca Nacional y otras 13 bibliotecas más, 81 escuelas primarias, 64 escuelas secundarias y las dos universidades; A principios de 1945, ya había sido devastado el 85% de la ciudad, alrededor de 10.455 edificios. Obras de arte y ciencia, libros históricos, arquitectura y escultura, la historia de Varsovia quedó absolutamente arrasada.
La práctica totalidad de los ciudadanos sobrevientes de Varsovia habían perdido sus propiedades. El ayuntamiento de Varsovia hizo, en 2004, un cálculo de las pérdidas acumuladas por tamaña destrucción de propiedades municipales y privadas situándolas en unos 45.000 millones de dólares de ese año. En 2005, la cantidad ascendía ya a 54.600 millones de dólares. El valor de lo que se perdió en términos humanos y materiales es incalculable. Todavía hoy la ciudad de Varsovia reclama a Alemania una indemnización nunca pagada, unos daños materiales y morales nunca subsanados.
Sin embargo, la deuda alemana fue en gran parte condonada en el año 1953. Como bien ha analizado Eric Touissant, los acuerdos de Londres de 1953 suponían para Alemania unas condiciones muy ventajosas en el pago de su deuda y su reconstrucción:
Alemania veía reducida su deuda un 62,6%, situándose en 3.450 millones
de dólares; se posponía el abono de las indemnizaciones y las deudas de
guerra contraídas con los países y regiones invadidas, agredidas o
anexionadas y sus poblaciones; Alemania podía suspender el pago de la
deuda y renegociar las condiciones si se presentaba algún cambio
significativo en la situación económica propia; el pago de la deuda tenía que ser compatible con un alto crecimiento y una mejora de las condiciones de vida de la población;
reembolsaría la deuda en su propia moneda – muy devaluada – con la
ventaja de que su banco central emitía la misma; los países condonantes
permitían a Alemania sustituir importaciones por producción propia y
elevar la exportaciones para mantener un balanza comercial positiva;
Alemania no tendría que dedicar más que una vigésima parte – un 5% – de
sus ingresos por exportaciones al pago de la deuda; la deuda alemana
quedaba bajo la jurisdicción de los tribunales alemanes que podían
rechazar las sentencias de las instancias de otros países; Alemania gozó
de un tipo de interés excepcionalmente reducido de entre el 0% y el 5%;
por último, Alemania recibiría cuantiosas donaciones por valor de 1.373
millones de dólares dentro del Plan Marshall.
No es este el trato que Alemania ha dispensado a sus vecinos. En la
guerra franco prusiana del S.XIX, una Francia ocupada y derrotada tuvo
que pagar a la Alemania imperial unas reparaciones de guerra formidables
para la época: 1.000 millones de francos oro. Y lo hizo. Una
Alemania derrotada en la I Guerra Mundial pagó cantidades irrisorias en
reparaciones de guerra. Se negó a pagar postergándolo indefinidamente.
Tras la II Guerra Mundial se le condonó gran parte de la deuda y pagó
en cómodos plazos en una moneda devaluada. No es el mismo trato dado a
unos y a otros. No es el mismo trato que Alemania da a los ciudadanos
del sur de Europa – constantemente criminalizados e injuriados –
asolados por unas políticas de austeridad y el peso de una deuda contraída de forma fraudulenta por la especulación financiera de las oligarquías financieras, que les condenan a la miseria, la crisis y la revuelta social.¿Es la deuda algo sagrado como algunos nos cuentan? En absoluto. La deuda es una cuestión de poder. Si eres débil pagas. Si eres fuerte eliges quien paga por ti. En este asunto simplemente reina la asimetría y la injusticia más absolutas. No existe ningún tipo de justicia internacional. Únicamente, la coacción del fuerte sobre el débil. **Alemania no está investida de ningún tipo de superioridad moral para reclamar una deuda formada a raíz de la corrupción del sistema financiero internacional. Una corrupción tanto del sistema financiero alemán como del estadounidense, el griego o el español. Los países débiles pagan. Los ciudadanos corrientes pagan o son desahuciadas. Ellos no serán rescatados. Banqueros y plutócratas ven como sus deudas son asumidas por los ciudadanos corrientes. ¿Cómo puede investirse con algún tipo de superioridad moral quien ampara la mayor corrupción internacional?
Solo nos queda el consuelo de que nos estamos sacrificando por un bien superior: ¿el fin de la crisis? No. El bienestar de los más ricos.
* El holocausto conllevo el asesinato sistemático y premeditado de 20 millones de seres humanos. De los cuales 6 millones eran judíos.
**Alemania como representación de la élite político – financiera que gobierna el país. No como la totalidad del país y sus ciudadanos.
“El *holocausto nació y fue ejecutado en nuestra
moderna sociedad racional, en un alto estadio de nuestra civilización y
en la cima del logro cultural humano, y por eso es un problema de
nuestra sociedad, civilización y cultura”.
“[El holocausto] se produjo en medio del ensordecedor
silencio de gente que creía ser decente y ética, y que sin embargo no
entendía por qué las víctimas, que mucho tiempo antes habían dejado de
ser consideradas miembros de la familia humana, eran merecedoras de su
empatía moral y su compasión”.
Zigmunt Bauman, sociólogo polaco.
Publicado por
Escrito por Emilio José.
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