No deseo esconder a nadie que el grado de cabreo que siento sólo se puede comparar con las ganas de estampar, con todas mis fuerzas, contra un muro de hormigón a algunos de los personajes que, día tras día, durante varias semanas, llevan apareciendo en mi pantalla del ordenador, negando su implicación en distintos casos de robos perpetrados contra todos nosotros (eso que vulgarmente se conoce como corrupción y que no deja de ser un acto de latrocinio, porque en el fondo todos son unos simples y vulgares ladrones).
A algún lector le podrá parecer que me dejo llevar con facilidad por la ira, o que mi modo de pensar puede tildarse como de extremista o violento. Puede que este en lo cierto. O puede que no. Y digo esto último porque no puedo comprender como puede existir tanto hijo de puta en este país. Tanto hijo de puta que nos roba nuestros derechos para, en teoría, con el paso del tiempo estar mejor. Cuánto tiempo tiene que pasar, queridos sinvergüenzas, para que la gente salga de la pobreza, encuentre trabajo o pueda solucionar sus problemas hipotecarios con los bancos.
¿Cuánto? Lo sé, no sabéis la respuesta, porque lo único que os interesa en realidad, panda de golfos, se puede resumir en dos frases: seguir con el momio y favorecer a vuestra familia, a vuestros amigos o a todos aquellos que os puedan hacer un favor. No servís para nada más, que para esquilmar a los ciudadanos, viviendo a costa de su trabajo, que encima menospreciáis. Vosotros, qué en vuestra vida habéis trabajado. Qué llamáis trabajar a viajar, a comer y a cenar, a reuniros en despachos lujosos o a recibir parabienes de universidades privadas, tan ineficientes y vacías como vosotros.
Leo como justificáis a corruptos, como perdonáis a los grandes defraudadores, como os envolvéis en banderas para justificar vuestro bochornoso comportamientos, como olvidáis denunciar a los corruptos de vuestro alrededor y lo que es más odioso, como vuestra cobardía os lleva a alejaros de aquellos que sabías ladrones, con los que compartíais de todo, en algún caso hasta cena de Navidad, y ahora les rechazáis como si de un leproso en la Edad Media se tratara. Sólo os interesa mantener vuestro modus vivendi, vuestro fabuloso tren de vida, a costa del sufrimiento y el dolor de millones de vuestros conciudadanos, honradas personas afectadas por ese sistema que vendisteis como milagro y que resultó ser lo mismo que vosotros, una estafa.
Se ha debido "rescatar" a los bancos porque, en vuestras palabras, de otra forma el sistema se vendría abajo. Desgraciados, el sistema se ha venido abajo desde el momento en que importan más las grandes, y falsas, cifras que los seres humanos. El sistema no se ha venido abajo, lo que ha desaparecido, engullido por vuestra ambición y disuelto en vuestra mentira permanente, es vuestra vergüenza, vuestra moral, vuestro respeto al ser humano.
¡Miserables! Decís trabajar para todos nosotros, para nuestro bien, pero en realidad trabajáis para vosotros, para sentiros alguien importante, pues sabéis de vuestras limitaciones de todo tipo, especialmente las relacionadas con la moral. Nada sois, la prueba de ello es que no os atrevéis a dar la cara, a compartir el sufrimiento de vuestros conciudadanos. Me recordáis a la alimaña, que busca la muerte del otro para alimentarse de sus restos. Así habéis respondido cuando no tocabais poder. Cuanto peor nos fuera a todos, mejor para nuestros intereses. Y vuestros intereses, los de unos y otros, es nuestro dolor, nuestra miseria y, por desgracia, la incapacidad del que ostenta el poder.
Sé que utilizo artillera de costa contra estos seres abyectos, pero el nivel de enfado, rayano en la ira, me impulsa a ello. Basta ya de medir las palabras, eso es lo que ellos desean. Basta de miedo, eso es lo que ellos desean. ¡Qué sepan que nosotros nos joderemos, pero a mi no me cabe ninguna duda de que todos ellos son gentuza de la peor calaña y cada vez estoy más convencido de que debemos movilizarnos para echarlos de las instituciones, como poco. Cualquier manifestación, concentración, firma, difusión de noticias, acto solidarios... sirve para que no vivan a gusto, para retar a su miedo y a su desvergüenza. Nos están robando la democracia, nos están robando nuestro dinero, nuestros derechos, nuestro futuro.
Alguien puede pensar que hago populismo barato. Puede ser, pero le propongo una pequeña reflexión: qué prefiere mi populismo barato o su pragmatismo que nos conduce a la más absoluta miseria. Populismo no es hablar y luchar por el ideal que pretendemos. Populismo es tragar, sin rechistar, la mierda que nos dan. Populismo es lanzar, y aceptar, ideas que sólo benefician a unos pocos.
Nosotros podemos, y debemos, construir la democracia que nos han birlado unos pocos, para beneficio de ellos y de otros pocos más, sus amigos.
Un saludo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario