martes, 22 de enero de 2013

Los súpercacos


Cospedal llamó a Pepa Bueno Doña Pepa. Señal de incomodidad que unida a la sobriedad de su figura me estampan contra un colegio católico concertado que ya había olvidado. En ese colegio se aprendía mucho, se leía mucho, se hacía mucha caligrafía: se sentía mucho miedo sobre todas las cosas.
 
Al pasar lo años hemos obtenido derechos, hemos blindado el edificio con leyes y ante nuestras narices ha venido alguien que ha distraído la llave, ha abierto la puerta y ha sacado los muebles por la ventana. La casa, ese lugar sacrosanto con cerradura ya no era hogar, era un lugar donde cualquiera podía venir y echarnos, haciéndonos sentirnos pequeños, culpables por no haberlo defendido, cobardes por no haber reaccionado a tiempo. Perdidos, porque no imaginábamos la vida sin ella.
 
 
La casa que nos cobijaba tenía unas normas inamovibles: todos éramos iguales y así se lo enseñamos a los hijos. El país estaba constituido sobre todo aquello que nos hacía sentirnos felices y tranquilos. Pues todo eso se  acabó poco a poco y el país ya no era para viejos, ni para enfermos, ni para niños. Era como una finca árida y polvorienta de película donde los braceros estaban agradecidos al patrón que disponía de la vida y la muerte. Agradecidos, sumisos, aletargados. Esperando que pasaran los días, disculpando los deslices, haciendo llegar a los puntos más alejados el mensaje: sois costosos, ingratos, al menos podíais callar.
 
 
De todo lo que nos han robado en estos meses los súpercacos, de todos los derechos pisoteados,  hay algo que gravita sobre este linchamiento colectivo: ya no nos sentimos libres. Porque sentirse libre se ha convertido en un ejercicio kamikaze en el que se lleva uno colateralmente a quien comparte su vida contigo. Y la gente duda en ocasiones si hacer huelga o no, si manifestarse por la calle, si hablar sobre lo que le incomoda. Pero el temor que se pueda sentir dura poco: se pierde con el calor de cuantos apoyan, muchos de ellos veteranos de otras guerras. Ante las corazas legales nuestro arsenal es reducido: letras contra auditorías, contra lecheras. Frases contra aparatos corruptos, voluntades cautivas. 
 
 
¿Creen que es el mejor momento para  sentir miedo? Son sólo vulgares ladrones bien vestidos. Vamos a ponérselo difícil...
 
 

No hay comentarios: