lunes, 21 de abril de 2014

Maldita sea la entrometida Iglesia católica apostólica y romana.

Maldita sea la entrometida Iglesia católica apostólica y romana. Parece que nos hemos habituado a ello, pero cuando uno se para a pensarlo un poco es enfurecedor como los curas se meten con todo el descaro del mundo en temas que les son completamente ajenos, indignándose encima cuando nos defendemos de su intromisión obsesiva en cada ámbito de nuestra vida.

-De primeras me cago en su Semana Santa, así sin más y porque ahora nos toca sufrirla. Pagamos desde el erario público este espectáculo bochornoso con carrozas blasfemas de politeísmo (vírgenes y cristos) reinvindicando la barbarie como si fuese algo inocente y cultural. Encima no sueltan ni un maldito caramelo para las criaturas que acuden a ser adoctrinadas.
-Los curas no tienen familia pero rajan que da gusto sobre cómo debe ser la familia de todos los demás, especialmente la de los no creyentes o el rol de la mujer en ella.
-Dicen no ser homosexuales, pero quieren exterminar o "curar" a los que con toda naturalidad disfrutan de su orientación sexual.
-Sermonean sobre que masturbarse está mal, por lo que a menos que se capen tienen que andar purgárndose los huevos como si fuesen radiadores para que no les estallen.
-Se supone que no pueden follar con adultos -recalco adultos- pero siempre están recomendando a los demás sobre como llevar su propia sexualidad.
-¡No tengo hijos por lo que dejad que los niños se acerquen a mi! Y una mieeeerda.
-Usar anticonceptivos es el demonio hecho plástico lubricado hasta en el otro lado del mundo. Cuantos más hambre tengan por no poder alimentar 21 hijos mejor y si el VIH es plaga ya es que les provoca erecciones.
-Tampoco tienen útero, porque salvo cuatro monjitas todo son hombres, pero obligan a las mujeres del mundo entero a usarlo cuando ellas no lo desean por el motivo que sea. Repito, por el motivo que sea.
-En su vida han pisado un laboratorio de ningún tipo, salvo el de drogas para creerse convencidos todas sus fumadas bíblicas, pero se declaran expertos divinos para imponer sus normas sobre la experimentación con células madre o la fecundación in vitro.

Etcétera, etcétera, etcétera. Su tocapelotismo es infinito además de sacrosanto.

Vamos a ver, curas, vosotros sabéis mucho de esos amigos imaginarios vuestros que habitan las nubes, no de otra cosa, por lo que si intento razonarlo un poco no comprendo esta manía de vivir para entrometerse en los asuntos personales de los demás. Es que no hacéis otra cosa, vivís para joder al resto, como rémoras que temen por encima de todo perder a su gran tiburón blanco, ese asesino despiadado del que obtienen sus despojos diarios.

Dedicaos a lo vuestro, a esos rituales macabros en donde os coméis al hijo de vuestro de Dios y hasta os bebéis su sangre como putos vampiros, y no tanto a joder con el dedo acusatorio a esta triste humanidad que debería deciros basta de una vez. Es que caeríais mal a Dios si este existiese. Os odiaría y mandaría no ya siete sino mil putas plagas, o quizas os exterminaría con fósforo blanco en plan Sodoma y Gomorra; que el tipo es sionista y vengativo, por lo que cuando quiere tiene una mala uva de campeonato. ¿Quienes sois vosotros para estar por encima de vuestro propio Dios? Sois un cáncer para el supuesto libre albedrío que él nos otorgó en vuestras fábulas, así que recluíos en vuestra cueva celestial y olvidadnos de una vez a todos los demás.

Salud y ateísmo fanático.
 
 
 
 
 
Miguel G. Macho

Maldita sea la entrometida Iglesia católica apostólica y romana. 

Parece que nos hemos habituado a ello, pero cuando uno se para a pensarlo un poco es enfurecedor como los curas se meten con todo el descaro del mundo en temas que les son completamente ajenos, indignándose encima cuando nos defendemos de su intromisión obsesiva en cada ámbito de nuestra vida.


-De primeras me cago en su Semana Santa, así sin más y porque ahora nos toca sufrirla. Pagamos desde el erario público este espectáculo bochornoso con carrozas blasfemas de politeísmo (vírgenes y cristos) reinvindicando la barbarie como si fuese algo inocente y cultural. Encima no sueltan ni un maldito caramelo para las criaturas que acuden a ser adoctrinadas.


-Los curas no tienen familia pero rajan que da gusto sobre cómo debe ser la familia de todos los demás, especialmente la de los no creyentes o el rol de la mujer en ella.



-Dicen no ser homosexuales, pero quieren exterminar o "curar" a los que con toda naturalidad disfrutan de su orientación sexual.
-Sermonean sobre que masturbarse está mal, por lo que a menos que se capen tienen que andar purgárndose los huevos como si fuesen radiadores para que no les estallen.



-Se supone que no pueden follar con adultos -recalco adultos- pero siempre están recomendando a los demás sobre como llevar su propia sexualidad.



-¡No tengo hijos por lo que dejad que los niños se acerquen a mi! Y una mieeeerda.



-Usar anticonceptivos es el demonio hecho plástico lubricado hasta en el otro lado del mundo. Cuantos más hambre tengan por no poder alimentar 21 hijos mejor y si el VIH es plaga ya es que les provoca erecciones.



-Tampoco tienen útero, porque salvo cuatro monjitas todo son hombres, pero obligan a las mujeres del mundo entero a usarlo cuando ellas no lo desean por el motivo que sea. Repito, por el motivo que sea.



-En su vida han pisado un laboratorio de ningún tipo, salvo el de drogas para creerse convencidos todas sus fumadas bíblicas, pero se declaran expertos divinos para imponer sus normas sobre la experimentación con células madre o la fecundación in vitro.



Etcétera, etcétera, etcétera. Su tocapelotismo es infinito además de sacrosanto.


Vamos a ver, curas, vosotros sabéis mucho de esos amigos imaginarios vuestros que habitan las nubes, no de otra cosa, por lo que si intento razonarlo un poco no comprendo esta manía de vivir para entrometerse en los asuntos personales de los demás.


 Es que no hacéis otra cosa, vivís para joder al resto, como rémoras que temen por encima de todo perder a su gran tiburón blanco, ese asesino despiadado del que obtienen sus despojos diarios.


Dedicaos a lo vuestro, a esos rituales macabros en donde os coméis al hijo de vuestro de Dios y hasta os bebéis su sangre como putos vampiros, y no tanto a joder con el dedo acusatorio a esta triste humanidad que debería deciros basta de una vez.

 Es que caeríais mal a Dios si este existiese.

 Os odiaría y mandaría no ya siete sino mil putas plagas, o quizas os exterminaría con fósforo blanco en plan Sodoma y Gomorra; que el tipo es sionista y vengativo, por lo que cuando quiere tiene una mala uva de campeonato.


 ¿Quienes sois vosotros para estar por encima de vuestro propio Dios? Sois un cáncer para el supuesto libre albedrío que él nos otorgó en vuestras fábulas, así que recluíos en vuestra cueva celestial y olvidadnos de una vez a todos los demás.


Salud y ateísmo fanático.



Miguel G. Macho



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