martes, 28 de abril de 2020

Los países que mejor están gestionando la crisis del coronavirus, liderados por mujeres

 Angela Merkel y Sanna Marin, dos de las dirigentes que mejor están gestionando la pandemia.

  Según una publicación de la revista Forbes, los países con presidentas y primeras ministras mujeres han hecho mejor su trabajo en esta crisis. Alemania, Nueva Zelanda, Taiwán o Dinamarca son algunos ejemplos de esta buena gestión mientras que países como EEUU, Brasil o Reino Unido han tenido una actitud que, en algunos casos, ha sido hasta negacionista.

Alemania, Finlandia, Taiwan, Islandia o Nueva Zelanda son algunos de los países que mejor están gestionando la crisis del coronavirus, conteniendo los contagios y los fallecimientos. Todos ellos están presididos por mujeres.

Los países gobernados por una mujer se han enfrentado mejor al coronavirus


 * *

Las mujeres están al frente de los países que están teniendo una mejor respuesta y gestión en la crisis del coronavirus. Para ello, han sido claves estrategias como la anticipación, la realización de pruebas generalizadas, el confinamiento desde un primer momento y acciones de concienciación. 



Seven countries' female leaders effectively managing the coronavirus crisis

Y todas ellas han resultado ser decisiones acertadas, tal y como destacan medios como Forbes, en su edición americana, y la BBC



Nueva Zelanda se propuso eliminar la curva en vez de aplanarla e impuso el confinamiento cuando sólo había seis casos de coronavirus en el país.

Alemania. Angela Merkel.

83 millones de habitantes. 145.184 casos confirmados y 4.586 fallecidos. * Datos a 20 de abril

La canciller alemana Angela Merkel advirtió desde un primer momento de la gravedad del coronavirus. «Es un asunto grave, hay que tomarlo en serio», dijo, según recuerda Forbes. Por eso, inició de forma inmediata la realización de test a la población, antes que otros países. Las cifras de contagio y fallecimientos (en proporción a su población) están muy por debajo de las de países europeos como España, Italia o Reino Unido.

Finlandia. Sanna Marin.

5,5 millones de habitantes. 3.783 casos confirmados y 94 fallecidos.

Es la primera mujer que dirige Finlandia y también la primera ministra más joven del mundo. Cuando tomó posesión del cargo hace cuatro meses no podía imaginar que se iba a enfrentar a la mayor crisis mundial desde 1945.

Además de tomar medidas de prevención similares a las de otros países ha buscado el apoyo de influencers de todas las edades que difunden información sobre cómo evitar la propagación del coronavirus.
A esto hay que sumar la labor de la Agencia Nacional de Abastecimiento, que trabaja desde hace décadas recopilando suministros médicos. Eso le ha permitido contar con material médico de prevención suficiente.

Islandia. Katrín Jakobsdóttir.

364.100 habitantes. 1.771 casos confirmados y 9 fallecidos.

La primera ministra islandesa Katrín Jakobsdóttir ofreció pruebas gratuitas para detectar el coronavirus a todos los ciudadanos. Seguía así el consejo de la OMS de realizar las máximas pruebas posibles.

Su estrategia ha sido considerada «única en el mundo» según declaró a la BBC la epidemióloga Kristjana Asbjornsdottir, profesora de la Universidad de Washington.

Taiwan. Tsai Ing-wen.

23,7 millones de habitantes. 422 casos confirmados y 6 fallecidos.

La isla asiática, con apenas 24 millones de habitantes, solo ha registrado 6 fallecidos hasta el momento. ¿Cómo ha conseguido contener el virus? Ante la primera señal de la enfermedad, su presidenta, Tsai Ing-wen, aprobó 124 medidas para evitar la propagación e hizo uso de la tecnología y el bigdata para controlar la extensión del coronavirus. Gracias a todo ello no tuvo que recurrir a una cuarentena.  La CNN ha calificado su actuación como «una de las mejores respuestas del mundo».

Nueva Zelanda. Jacinda Ardern.

4,8 millones de habitantes. 1.105 casos confirmados y 12 fallecidos.

Aplanar la curva ha sido un objetivo que hemos oído sin cesar. La primera ministra de Nueva Zelanda fue más allá y se marcó el reto de eliminarla. Su forma de lograrlo: anticiparse e imponer el confinamiento cuando había sólo seis casos confirmados en su país.


Además prohibió la entrada de extranjeros y los ciudadanos que regresaban a determinadas partes del país tuvieron que pasar una «cuarentena» aislándose 15 días.

Dinamarca. Mette Frederiksen.

5,8 millones de habitantes. 7.384 casos confirmados y 355 fallecidos.

La primera ministra Mette Frederiksen, que ostenta el cargo desde el pasado año, también ha destacado por su rápida reacción al detectar la presencia del coronavirus en su país. En ese momento, decidió cerrar fronteras, mucho antes de que lo hicieran los países vecinos.

Eso ha logrado que algunos medios hablen de Dinamarca como «la excepción europea del coronovirus». En este país han comenzado ya a abrir guarderías y colegios, aunque señalan que se hará de forma “prudente”. La primera ministra sorprendió además ofreciendo una conferencia de prensa en la que respondía a preguntas de niños y niñas.

Noruega. Erna Solberg.

5,3 millones de habitantes. 7.708 casos confirmados y 165 fallecidos.

Frederiksen seguía así el ejemplo de la dirigente noruega, Erna Solberg, que quiso dirigirse a los más pequeños para tranquilizarles. Este país nórdico también destaca por su buena gestión, centrada nuevamente en la anticipación y en la aplicación de medidas estrictas desde un primer momento.

Todo ello demuestra que «las mujeres en puestos de liderazgo están haciendo un destacado trabajo a la hora de gestionar la pandemia. 

¿Por qué no hay más mujeres al mando?», reflexionaba la socióloga Leta Hong Fincher, en una columna publicada por la CNN.



Publicación de Forbes: https://www.forbes.com/sites/avivahwi...



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lunes, 27 de abril de 2020

No es solo propaganda: qué busca la campaña anti-China de Estados Unidos

Médico chino


 
 
La Administración Trump ha difundido la teoría de la conspiración de que el nuevo coronavirus salió del Instituto de Virología de Wuhan. 

Esta acusación, que busca trasladar la responsabilidad de la pandemia al gigante asiático, ha sido rechazada por las autoridades chinas por no tener fundamentos.


Yuan Zhiming, director del instituto en cuestión, ha expresado que “son especulaciones sin pruebas” ya que ninguno de los “empleados ha sido infectado”. 

Buscan “deliberadamente engañar a la gente”, dijo Zhiming sobre la publicación del Washington Post que impulsó las acusaciones contra la República Popular China hace varias semanas.


Desde esa publicación hasta hoy, la retórica anti-China ha escalado de manera veloz. A su vez, los elogios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) al tratamiento chino de la pandemia han sido interpretados como hechos que confirman los delirios de Washington.


En consecuencia, el presidente Trump ha cortado el financiamiento de Estados Unidos a la OMS para reforzar la narrativa de que el ente multilateral está apoyando los supuestos esfuerzos de China para ocultar datos sensibles sobre la pandemia.


La Casa Blanca ha perdido los cabales, al punto de acusar al medio gubernamental Voice of America (VOA) de transmitir la “propaganda de Beijing” y dejar mal parado al presidente norteamericano en medio del caos sanitario ocasionado por la pandemia.


Voice of America gasta su dinero para hablar en favor de regímenes autoritarios”, tituló la declaración oficial de la Casa Blanca en contra del medio, remarcando que la libertad de expresión será permitida siempre y cuando no vaya contra los intereses de quien paga la nómina.


La molestia fue ocasionada porque VOA afirmó que los esfuerzos chinos en Wuhan para contener el virus servirían como modelo para otras naciones, socavando la línea dura gubernamental de criminalizar al país asiático.


Pero esta agresiva propaganda contra China ha ido tomando otras formas más allá de la retórica, con miras a justificar un escalamiento de las presiones geopolíticas para debilitar el papel de China como líder en la gestión de la crisis internacional de la pandemia de Covid-19.


El fiscal general del estado de Missouri, Eric Schmitt, presentó una demanda civil contra la República Popular China en un tribunal federal en el distrito oriental de Missouri. Según reseñó la cadena CNN, la demanda plantea que


“las autoridades chinas engañaron al público, suprimieron información crucial, arrestaron a denunciantes, negaron la transmisión de persona a persona frente a la creciente evidencia, destruyeron investigaciones médicas críticas, permitieron que millones de personas fueran expuestas al virus, e incluso acumuló equipos de protección personal, lo que causó una pandemia global que era innecesaria y prevenible”.


Aunque no existen pruebas que sustenten la demanda del fiscal general, la maniobra en sí es un despropósito. Como indica CNN, “los expertos legales” consultados por el medio “han dicho que la demanda enfrenta una batalla cuesta arriba porque China está protegida por inmunidad soberana”.


Por primera vez Estados Unidos explora la vía judicial como un arma política para atacar a China, sumando esta munición a la guerra comercial que amenaza con recrudecerse por la pandemia.


El portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores de China, Geng Shuang, contestó la acción del fiscal general de Missouri afirmando que


“La frívola demanda del Procurador General no tiene base fáctica o legal. Realmente absurdo. Basado en el principio de igualdad soberana, los tribunales estadounidenses no tienen jurisdicción sobre el gobierno chino”.


La acusación del fiscal de Missouri, estado tomado por los republicanos, se basa en responsabilizar a China de los efectos económicos y sociales que ha traído la pandemia en el estado.


 Esto puede ser interpretado como un globo de ensayo para transformar en reclamos judiciales la retórica anti-China de la Casa Blanca, pero también para afianzar una narrativa que haga culpable al país asiático de la debacle económica de Estados Unidos.


Así, los banqueros y grandes corporaciones que han expoliado secularmente a los estadounidenses se lavan la cara, transfieren sus responsabilidades y blanquean una nueva operación de saqueo mediante dinero público lanzado desde un helicóptero a sus bolsillos.


El medio chino Global Times ha calificado esta maniobra como “vandalismo” y cree que puede escalar a un punto de tensión inédito en las ya debilitadas relaciones bilaterales entre ambas potencias, marcadas por la guerra comercial y tecnológica en ascenso.


En su editorial sobre el tema, Global Times advierte que el gobierno federal de Estados Unidos podría respaldar la demanda de Missouri e impulsarla nacionalmente. Dibuja como un paso probable que el gobierno federal intente cancelar


“la inmunidad a la soberanía de China tal como se define en la Ley de Inmunidades Soberanas Extranjeras (FSIA) de 1976. Dicha medida tendría que ser aprobada por el Congreso y firmada por el presidente Donald Trump. Si Estados Unidos realmente actúa de esa manera, abriría una caja de Pandora y daría como resultado el colapso del sistema de inmunidad a la soberanía mundial”.


Además, el medio afirma que este medida para socavar el orden mundial de igualdad entre Estados podría ser contraproducente para Estados Unidos:


“Significaría que cualquiera podría demandar al gobierno de los Estados Unidos en sus propios países; un paciente con SIDA podría demandarlo por compensación, por ejemplo”.


Por último, el editorial expone los intereses de fondo de Estados Unidos en su campaña para responsabilizar a China por la pandemia:


“Estados Unidos ha actuado en el pasado como un gamberro en las esferas de la opinión política y pública, y el vandalismo ahora se ha expandido al ámbito judicial. Los hooligans son tramposos que voluntariamente rompen las reglas cuando no pueden ganar. Los actos de los Estados Unidos son un buen ejemplo de esto”.


En las últimas horas, el secretario de Estado Mike Pompeo ha subido aún más en el tono de confrontación acusando a China, sin pruebas nuevamente, de destruir pruebas sobre el coronavirus. 


El delirio ha escalado tanto que se reproduce a sí mismo.


En las últimas horas, el secretario de Estado Mike Pompeo ha subido aún más en el tono de confrontación acusando a China, sin pruebas nuevamente, de destruir pruebas sobre el coronavirus. 


El delirio ha escalado tanto que se reproduce a sí mismo.


Pero la declaración no se trata de un acto aislado de Pompeo, sino más bien de una política consensuada dentro de la élite del Partido Republicano.ç


Reporta el medio especializado en temas militares Defense One que los republicanos en el Congreso “están sugiriendo castigos que incluyen sancionar a los líderes chinos, eliminar a los fabricantes chinos de medicamentos de la cadena de suministro de Estados Unidos, retener los pagos de la deuda y lanzar una investigación internacional dirigida por Estados Unidos sobre la propaganda de Beijing”.


Aprovechando la pandemia, los republicanos apuestan a un enfoque más directo para canalizar represalias contra China, país calificado por la Estrategia de Seguridad Nacional de 2018 como una amenaza existencial para Estados Unidos, pues ha socavado su hegemonía internacional.


Incluso algunos congresistas han introducido una legislación “que autorizaría al presidente imponer sanciones a funcionarios extranjeros por la ocultación o distorsión deliberada de información sobre emergencias de salud pública de interés internacional”.


Mientras el republicano Tom Cotton orienta la línea de represión judicial hacia el liderazgo chino, el senador Marco Rubio busca aprovechar la situación para introducir un marco jurídico que permita sancionar directamente a empresas del país asiático.


Lo que empezó con una guerra comercial con el objetivo de reducir el poderío económico de China, en tiempos de pandemia ha escalado a una modalidad de lawfare que puede desembocar en una competencia geopolítica más aguda.


La crisis financiera-económica, la caída del petróleo WTI, el caos sanitario generalizado y el desempleo rampante en Estados Unidos ha obligado a Washington a buscar fuera de sus fronteras a un chivo expiatorio que asuma las culpas.


Son pocas las opciones para zafarse de una crisis social que ha desvelado la ineptitud de Trump y la quiebra sistémica del paradigma “American Way Of Life”.


 Hoy la cumbre del capitalismo mundial es el epicentro global de la pandemia con 855 mil 250 casos detectados y 48 mil 974 muertes por coronavirus, superando las cifras de España e Italia juntas.



Como indica Global Times en su editorial: “Si consideramos la batalla como un partido, Estados Unidos está perdiendo el juego”.


http://pakitoarriaran.org/…/no-es-solo-propaganda-que-busca…




Covid-19, el petróleo, el virus de Wall Street y Estados Unidos


 El reciente desplome del precio del petróleo es una oportunidad para advertir de nuevo sobre el inexorable declive de los combustibles fósiles y denunciar la dinámica destructiva de los mercados financieros.

La Agencia Internacional de la Energía estima que la demanda mundial de petróleo en abril estará en un nivel visto por última vez en 1995. Lo que podría ser una buena noticia para el clima. Aún así, se prevén temperaturas récord este año por el calentamiento global. 

Los mercados anuncian un batacazo descomunal del precio de los hidrocarburos porque fallaron las apuestas financieras sobre los futuros del petróleo, un gigantesco mercado especulativo. Probablemente, llega el estallido de la burbuja de la industria del fracking en Estados Unidos que podría dañar severamente a sus bancos. 


Más allá de la coyuntura de estas últimas semanas, en realidad, el precio de las materias primas en lo que va de siglo, y entre ellas destaca claramente el petróleo, se ha caracterizado por ser alto y fluctuante. Además, la industria petrolera ha jugado históricamente un papel decisivo en las crisis económicas y políticas.

¿Qué ha pasado?


El 20 de abril de 2020 ha sido uno de los días más asombrosos en el comercio de carburantes. El precio futuro del petróleo de EE UU, el West Texas Intermediate (WTI), cayó a terreno negativo por primera vez en su historia. El WTI es un índice de crudo producido en Texas y el sur de Oklahoma que sirve como referencia para fijar el precio de otras corrientes de crudo. En vez de pagar por la mercancía, los inversores llegaron a cobrar 37,63 dólares por comprar un barril en EE UU para su entrega en mayo.


Para ser exactos, lo que ha caído un 305% en realidad son los precios de futuros que expiraban —derechos de compra con una fecha de vencimiento fijada—. Los propietarios tenían que vender los contratos o llevarse el petróleo. La demanda ha bajado y, además no tenían sitio donde almacenarlo.
Vale la pena aclarar que en este suceso no son las grandes compañías extractivistas las que han anotado menores beneficios sino aquellos especuladores que tenían esos contratos y no consiguieron venderlos por la sobreoferta. En las gasolineras, los precios no se han desmoronado tanto.

¿Por qué ha caído el precio del petróleo? 

En este momento confluyen varios factores.

 La fuerte reducción de la demanda de petróleo fruto de las medidas de confinamiento y la crisis económica que la pandemia ha acelerado, la sobreoferta de crudo y los límites en el almacenamiento, la especulación financiera, el sobreendeudamiento de las empresas, los problemas estructurales de la industria del fracking en EE UU y las tensiones geopolíticas (Rusia vs. Arabia Saudí, EE UU vs China e Irán, intentos de golpe de Estado en Venezuela, Rusia vs Turquía). Todos ellos han generando presión a la baja sobre los precios. 


Un problema de fondo es la falta de control público sobre los mercados financieros y la especulación con el petróleo, que nos lleva a una situación de sobreextracción. De hecho, se ha empezado hablar del mayor exceso de petróleo de la historia. Igualmente, hay una gran incertidumbre respecto al futuro inmediato para el capital transnacional, fundamentalmente el financiero.

¿Cómo hemos llegado a esta situación?

Como consecuencia del coronavirus ha descendido el transporte en las ciudades, el tráfico aéreo —en EE UU -60%, en España -95%— y gran parte de la producción industrial. Las medidas implementadas para frenar la crisis sanitaria han disminuido la demanda de petróleo y productos derivados a nivel mundial. El confinamiento que empezó en China se ha ampliado a 3.000 millones de personas en 187 países. Muchas actividades económicas no esenciales pararon.

La demanda de gasolina y diésel en el mundo se ha reducido un 33% en abril. Mientras tanto, los principales extractores de petróleo han seguido bombeando, lo que ha precipitado una mayor caída de los precios del petróleo
 

Así, el consumo de petróleo en los EE UU se ha caído más del 30%, a los niveles más bajos en al menos 30 años. En el mundo, en el mes de abril la demanda de gasolina y diésel se ha reducido un 33% y el combustible para aviones en 64% comparada con 2019. La demanda de carburantes en Europa es 33% menor de lo que era hace un año.

Al mismo tiempo, los principales extractores —EE UU, Arabia Saudí, Rusia— han seguido bombeando, lo que ha precipitado una mayor caída de los precios del petróleo. Ahora mismo sobran 30 millones de barriles al día y los lugares donde se almacena —refinerías, depósitos, buques— están a punto de llenarse.

Esto ha provocado que se dispare también la especulación con el coste de alquiler de los petroleros que ha pasado de los 15.000 dólares diarios en febrero a los 200.000 y 300.000 dólares en marzo.

¿Por qué hay un exceso tan grande de crudo?

La pandemia global llegó justo cuando la extracción de petróleo había alcanzado sus máximos. La organización de los países exportadores de petróleo y otros estados como Rusia llevan meses negociando el recorte en la producción para apuntalar los precios del petróleo porque, entre otras razones, EE UU había inundado el mercado con crudo en los últimos años.

Entre febrero y marzo, cuando Rusia y Arabia Saudí no habían llegado todavía a un acuerdo, Arabia Saudí abrió sus grifos profundizando una “guerra de precios” contra su antiguo aliado Rusia, según la narrativa oficial. ¿O tal vez fue una maniobra para hundir al sector en EE UU?

Analistas financieros reconocieron que “el valor marginal de un barril de petróleo, en este contexto, tiende a cero”. Hubiera sido lógico reducir drásticamente la extracción, pero el “mercado autorregulado” se rige por la avaricia

 En el mes de marzo se empezó a avisar que la pandemia estaba llevando el mercado de las materias primas “hacia lo desconocido”. Se informó de la llegada del mayor exceso de suministro de petróleo que el mundo haya conocido.

 Analistas financieros reconocieron que “el valor marginal de un barril de petróleo, en este contexto, tiende a cero”. Hubiera sido lógico reducir drásticamente la extracción, pero el “mercado autorregulado” se rige por la avaricia.

Los precios del petróleo se desmoronaron a gran velocidad, justo cuando a finales de febrero se registró el récord histórico de extracción en EE UU: 13,1 millones de barriles al día. A pesar del descenso de los precios que lleva meses asentándose, las empresas petroleras estadounidenses no redujeron la velocidad de su extracción.

Las corporaciones petroleras habían pedido mucho dinero prestado por los bancos en los últimos años para perforar miles de pozos, construir tuberías y mantener una maquinaria costosa. Todo ello, sin haber conseguido en ningún momento ser rentables por los altos costes del petróleo extraído mediante fracking frente a otros crudos.

 Cada vez se requiere invertir más energía y capital para extraer petróleo. Parar esa maquinaria significaba no poder devolver, al menos en parte, esas deudas.

Además, dejar de explotar un pozo no es sencillo y puede conllevar que este colapse y no se pueda seguir utilizando en el futuro. Bajo estas premisas, las compañías no podían permitirse dejar de bombear y se ha producido de este modo una loca huida hacia adelante.

Pero a finales de marzo los precios del petróleo se habían reducido a una tercera parte de los de enero. El delirio se hizo insoportable. Empezaron a caer el número de perforaciones en Canadá y Estados Unidos, y las empresas recortaron sus presupuestos.

 El uso de plataformas de perforación empezó a bajar a toda velocidad. El conteo de las plataformas es considerado como uno de los indicadores más importantes del apetito de inversión y de su confianza en el sector, estrechamente relacionada con la evolución de los precios.

Claramente, el pacto de la OPEP y Rusia del 12 de abril para recortar la producción en unos 12 millones de barriles al día en mayo se va a quedar corto. Los precios del crudo siguen tambaleando.

¿Seguirá disminuyendo la demanda mundial?

Según la Agencia Internacional de la Energía, se espera que la demanda de petróleo mundial caiga en el segundo trimestre de 2020 en 23,2 millones de barriles diarios (Mb/d) con respecto al mismo período de 2019 —esto es una caída del 25%— y se reduzca en una cifra récord de 9,3 millones de barriles al día en 2020.


Si se mantiene la reducción del consumo de esta magnitud podría tener una repercusión sobre el capitalismo global de enorme calado.


Algunos investigadores apuntan que se trata de una “caída brutal” comparada con la que se produjo con la crisis de 2008 cuando la producción de petróleo cayó un 4%. Antes de la pandemia se extraían cada día unos 100 millones de barriles.

¿Dónde guardar tanto petróleo sobrante?

La capacidad mundial de almacenar crudo está a punto de llegar al máximo. No hay datos oficiales sobre la capacidad de almacenamiento global de crudo. Según la Agencia Internacional de la Energía es de 6.700 millones de barriles, pero resulta muy complicado saberlo porque muchos datos no son públicos.

 Por ejemplo, hay unos 800 megapetroleros navegando por los mares capaces de albergar conjuntamente unos 1.800 millones de barriles. Las empresas comercializadoras se están gastando una fortuna para acopiar una cantidad récord de crudo en estos buques esperando precios más altos.


Algo similar, pero en mucho menor escala ocurrió el año pasado tras los ataques contra instalaciones petrolíferas en Arabia Saudí. 

En algunos meses surgirán más dificultades cuando el crudo empieza a degradarse o inducir la corrosión de las instalaciones. 
En este escenario los EE UU están ya al borde del precipicio, lo que podría profundizar aún más la quiebra del “american way of life” y del régimen de Wall Street
 
Otro aspecto a tener en cuenta es la geopolítica asociada a la capacidad de almacenamiento del petróleo. Aunque la información no es muy clara al respecto. Destacan EE UU (1.499 millones de barriles), China (1.440 millones) y Arabia Saudita (329 millones).


Ahora lo que va a ser crucial es quién llena antes sus depósitos, es decir quién acaba antes con la capacidad de almacenamiento. Este será el que perderá en el juego geopolítico. Y en este escenario los EE UU están ya al borde del precipicio, lo que podría profundizar aún más la quiebra del “american way of life” y del régimen de Wall Street.

Mirando al bosque, ¿está realmente barato el crudo?


Si tomamos perspectiva histórica, en realidad los precios del petróleo, que están en niveles de 20 dólares el barril ahora mismo se sitúan dentro de la horquilla en el que han fluctuado a lo largo del siglo XX, descontando las crisis del petróleo. No están tan baratos. En el contexto en el que sí están baratos es en el de la historia reciente, pues desde el inicio del siglo estos precios se caracterizan por ser muy volátiles y, en término medio, mucho más caros que los del siglo XX.

Esto es consecuencia de tres factores: haber atravesado el pico del petróleo convencional —y probablemente ya de todos los tipos de crudo—, la crisis económica recurrente y la comercialización del crudo a través de los mercados financieros.

Las consecuencias de este escenario de precios volátiles son muy importantes para la industria petrolera en un contexto en el que la extracción cada vez es más cara.

¿Estados Unidos, origen de una nueva crisis? 

La crisis financiera de 2007-2008 tuvo su origen en EE UU, y específicamente en Wall Street, por la ruina del sector inmobiliario, activada por la quiebra del mercado de las hipotecas basura, los denominados subprime —entre otras razones—, aunque el epicentro del terremoto se desplazó luego a la UE. Desde hace años, se lleva inflando otra burbuja financiera vinculada a los combustibles fósiles en EE UU y se ha empeorado con la administración de Donald Trump.

En 2010, la extracción de petróleo y gas en rocas poco porosas —como esquisto o pizarra— en los EE UU era mínima. Si bien en 2018, el bombeo mediante la técnica ultracontaminante de la fractura hidráulica —fracking en inglés— había aumentado en 2,2 millones de barriles por día y en 2019 alcanzó los siete millones de barriles por día —sin incluir el petróleo convencional de Alaska, Texas o el Golfo de México—.

 El país pasó de ser importador neto durante decenios a ser exportador neto de energía en septiembre de 2019. La Agencia Internacional de la Energía llegó a plantear que los EE UU representarían el 70% del aumento de la capacidad de extracción mundial hasta 2024 y colocó a EE UU en el trío de cabeza petrolero junto a Arabia Saudí y Rusia.

La jugada de Trump y el lobby de los multimillonarios significaba más petróleo estadounidense para aumentar el consumo doméstico, reducir las importaciones y desestabilizar sus competidores internacionales
 
La jugada de Trump y el lobby de los multimillonarios con el “make America great again” [Hacer América grande de nuevo] significaba más petróleo estadounidense para aumentar el consumo doméstico, reducir las importaciones y desestabilizar sus competidores internacionales —Irán, Rusia y Venezuela— principalmente.

Pero para sostener una extracción mucho más cara que la saudí y la rusa, el precio del petróleo debía mantenerse en una horquilla que iría entre los 40$/barril —precio mínimo para que las compañías de fracking empiecen a anotar beneficios— y un máximo en torno a los 120$/barril —cifra a partir de la cual se desencadenaría una escalada de precios que acabaría arrastrando a la economía de los EE UU—. Los últimos datos indican que para cubrir costes se requería un mínimo de 39,2 $/barril, frente a los 2,8$/barril en Arabia Saudí y los 5$/barril de Rusia.

La clave para explicar el crecimiento en la extracción de petróleo y gas de esquisto no ha sido en el campo productivo, sino en el financiero. Muchos pozos no fueron rentables para operar. La mayoría de empresas centradas en fracking gastaron más dinero del que ingresaron. Según un estudio de IEEFA las compañías estadounidenses gastaron 189.000 millones de dólares más en perforación y otros gastos de capital en la última década de lo que generaron al vender petróleo y gas.

 De hecho, entre 2012 y 2017 las compañías de fracking sumaban unas pérdidas de unos 9.000 millones de dólares trimestrales. Fue el capital financiero y las políticas monetarias del Gobierno —con la tasa de interés a casi cero es barato endeudarse— que permitieron el boom del fracking que en realidad ha sido un fracaso económico, social y ambiental.

Desde 2015, más de 200 productores de petróleo y gas se han declarado en bancarrota, dejando una deuda de 129.000 millones de dólares sin pagar. Solo entre 2020 y 2022, las empresas tendrían que afrontar el vencimiento de sus deudas por una valor de 137.000 millones de dólares. En el tercer trimestre de 2019, el 91% de los impagos de deuda corporativa estadounidense se debía a las empresas de petróleo y gas.

Con la volatilidad y los precios de petróleo tan bajos muchas empresas de fracking no son más que un cadáver. Se cree que la cifra de las quiebras aumentará y la situación empeorará. Para remate, en EE UU se alcanzó el pico de extracción de petróleo de roca porosa.

 

Trump y el fiasco relativo de controlar el grifo del petróleo

A lo largo de la historia, los vínculos de los gobiernos estadounidenses con la industria petrolera son muy estrechos. El petróleo es un asunto de Estado.

La crisis de hegemonía de los EE UU está estrechamente unida al declive de los hidrocarburos. Sus élites han intentado revertirla mediante, por ejemplo, el proyecto de un “Nuevo Siglo Americano” que propugnaba incrementar la presencia militar en el sureste y centro de Asia para controlar el grifo mundial de petróleo y gas, bajo el pretexto de la “guerra (global permanente) contra el terrorismo”, continuó con la invasión de Iraq y Libia, las sanciones contra Irán y Venezuela y la militarización de América Latina y el Caribe. Pero estos intentos han sido infructuosos. Es más, la Gran Recesión, a partir de 2008, ha acelerado la tendencia.

EE UU está estudiando dejar en el subsuelo unos 365 millones de barriles a disposición del Gobierno y pagar a las empresas de petróleo por no extraerlo
 
Los subsidios públicos a los combustibles fósiles alcanzan los 649.000 millones de dólares en 2015, diez veces el gasto federal para la educación. Pero Trump dio un salto más. Colocó un gran número de abogados y ejecutivos de la industria petrolera y automotriz en puestos de alto rango de la administración.

 Nombró como primer Secretario de Estado (Ministro de Exteriores) a Rex Tillerson, ex presidente de Exxon Mobil, multinacional acusada de haberse beneficiado de la guerra contra Iraq para la venta de petróleo o haber financiado el negacionismo del cambio climático siendo una de las empresas del mundo que más ha contribuido al calentamiento global.


En la reciente pugna entre Rusia y Arabia Saudí, Trump, empujado por la industria petrolera, anunció que llenaría la Reserva Estratégica de Petróleo y tras el desplome de precios de abril dio la orden de comprar hasta 75 mIllones de barriles.


La Administración estadounidense también estaría estudiando pagar a las empresas de petróleo por no extraerlo y dejar en el subsuelo unos 365 millones de barriles a disposición del Gobierno. Aunque esto es más complicado de lo que parece. Parar la extracción es caro e implica la posibilidad física de que el campo no se pueda reabrir. Esta secuencia de acontecimientos da entender que el Gobierno de EEUU, a pesar de su apuesta petrolera, en realidad tiene poca capacidad de maniobra.


El anuncio de Trump en Twitter que “Nunca dejaremos caer a la gran industria de petróleo y gas de EE UU. ¡He dado instrucciones al secretario de Energía y al secretario del Tesoro para que formulen un plan que ponga a disposición fondos para que estas empresas y empleos tan importantes estén asegurados en el futuro!”, suena a respuesta desesperada por su pésima gestión de la crisis sanitaria y su miedo a perder las próximas elecciones presidenciales. Incluso pretende usar los programas de alivio económico del coronavirus, cuando millones de estadounidenses están desempleados y con necesidades vitales sin cubrir.

Se sabía desde hace años que la burbuja financiera de las empresas del fracking podría explotar y provocar un nueva crisis financiera global. Las políticas de los bancos centrales ha permitido que muchas empresas deficitarias hayan seguido funcionando
 
Si Trump subió al poder con su eslogan “make America great again”, que resumía su alianza con las petroleras estadounidenses, la crisis de covid-19 le puede pasar factura. La incidencia de la pandemia en los EE UU y sus efectos económicos, como la quiebra de empresas del fracking, se está traduciendo ya en un aumento terrible del desempleo. Además, esas quiebras y el desempleo asociado se produce en zonas donde Trump ganó las elecciones de 2016.


 Ese apoyo estaba condicionado, entre otras cosas, a la promesa de nuevos empleos. Muchos de esos empleos estaban, directamente o indirectamente, vinculados al “Big Oil”. Así pues, podría perder votos en Texas, Dakota del Norte, Virginia Oriental, Pensilvania y Ohio. Además, en algunos de estos estados Trump ganó de manera muy ajustada.

¿Otra vez Wall Street?

Se sabía desde hace años que la burbuja financiera de las empresas del fracking podría explotar y provocar un nueva crisis financiera global.

Las políticas de los bancos centrales ha permitido que muchas empresas hayan seguido funcionando. Se trata del proyecto político de las élites de los EE UU en el escenario postcrisis subprime, reforzado por Trump.

Entre la Casa Blanca, las altas finanzas y la compañías energéticas han puesto en marcha los mecanismos financieros necesarios para sostener todo el entramado de la industria fósil con el objetivo de reducir importaciones y enriquecer aún más —si cabe— a la clase de multimillonarios que pusieron a Trump en el poder.

Esto se ha complementado con el desmontaje de políticas de protección ambiental, los planes de transición energética y el hostigamiento a los Estados díscolos, como Irán o Venezuela.


Aún sabiendo que la quiebra de las petroleras podría provocar unas enormes pérdidas o incluso una nueva crisis, las mayores entidades financieras estadounidenses, JP Morgan Chase, Bank of America, Citgroup y Wells Fargo, han financiado cada una con más de 10.000 millones de dólares este peligroso negocio.

Sin embargo, ahora los principales bancos, que han financiado esta industria contaminante, están explorando la posibilidad de retirar la financiación y embargar los activos de las compañías del fracking que no están devolviendo los préstamos. El petróleo y el gas que pretendían extraer no desaparece. Los bancos pretenden quedarse con las reservas de los productores que han puesto como garantía, creando sociedades de cartera e intentando esperar que pase la tormenta y se recuperen los precios. Aunque esto está por ver. 


Otros actores financieros, que también tienen una posición fuerte en el sector, como BlackRock, están pensando en una estrategia de desinversión. El mayor gestor de fondos del mundo contaba con importantes participaciones en las grandes corporaciones petroleras del mundo —ExxonMobil, Shell, BP y Chevron— y en el verano de 2019 presentaba unas pérdidas de 90.000 millones de dólares por sus inversiones en combustibles fósiles. Por ello se postula de repente como nuevo paladín del Pacto Verde Europeo (Geen New Deal) gracias a la ayuda de la Comisión Europea.


El impago de la deuda de las empresas de petróleo y gas en EE UU es un ejemplo flagrante de un sistema económico altamente financiarizado y un modelo empresarial basado en el endeudamiento a bajos tipos de interés. En el mundo, el volumen de la deuda de las empresas alcanzó un máximo histórico en términos reales de 13,5 billones de dólares a finales de 2019, impulsado por políticas monetarias. En todo este tiempo, la calidad general de la deuda corporativa se derrumbó, según un nuevo informe de la OCDE.

¿Cómo puede afectar la caída del precio del petróleo? 


El impacto de los “bajos” precios del petróleo se sentiría sobre todo en los EE UU. Lo que valida la estrategia saudí: el colapso de los precios por la sobreoferta eliminará a muchos productores estadounidenses del mercado, obligando a la Casa Blanca a contribuir al ajuste a la baja de la producción mundial.

¿Habrán conseguido Rusia y Arabia Saudí debilitar a la extracción estadounidense? ¿Se hundirá allí gran parte de la industria petrolera? ¿Se verá un diálogo global sobre la producción del petróleo y el precio como hace tiempo no se ha había visto? 

Según la Administración de Información Energética de EE UU (EIA), el país podría volver a convertirse en un importador neto de petróleo crudo y productos petrolíferos en el tercer trimestre de este año y continuar así hasta la mayor parte de 2021. Aunque unos precios “bajos” también podrían debilitar los regímenes autoritarios de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes lo que tendría secuelas para todo el Oriente Medio.

¿Cómo es la “nueva normalidad”?


El problema político que se nos plantea en el corto y medio plazo es el siguiente: a medida que la demanda mundial de petróleo se tropieza y sectores como el turismo o transporte aéreo sigan teniendo restricciones, las empresas ligadas a los combustibles fósiles pedirán la intervención del Estado.

 Como ya está ocurriendo con los rescates para los sectores vinculados al capitalismo fósil: compañías petroleras y automovilísticas, líneas aéreas, turismo, etc.

El desorden global refuerza los argumentos que se plantearon durante numerosas movilizaciones sociales. El Covid-19, como detonante de una nueva crisis global, nos aporta nueva vida y urgencia a las luchas de larga data contra la globalización
 En EE UU se aprobó un paquete de estímulo económico de dos billones de dólares. De ellos 500.000 millones para salvar grandes corporaciones. La Reserva Federal ha anunciado que comprará deuda de empresas por 750.000 millones de dólares y existe el riesgo que una gran parte de todo este dinero beneficie a “Big Oil”. La UE también está dirigida por tecnócratas y gobiernos fuertemente capturados por los intereses que ponen el rescate de empresas contaminantes antes que el interés general. 


El Banco Central Europeo, por ejemplo, favorecerá a las grandes corporaciones, que son las que más han contribuido a la gran crisis socioambiental a la que se enfrenta el planeta, con su compra los bonos de deuda bajo el paraguas de la expansión cuantitativa (Quantitative Easing en inglés). 

¿Qué oportunidades alberga un declive energético?


Después de las crisis del precio del petróleo de la década de 1970 siguieron décadas en las que aumentó el consumo de petróleo, así que no podemos esperar ningún cambio progresista de esta caída del precio de petróleo. De hecho, desde la última crisis global hace diez años no se ha hecho casi nada para reducir la demanda de petróleo.

Las élites del poder económico y financiero intentarán aprovechar la situación actual para poner en práctica el conocido manual del capitalismo del desastre. Los gobiernos y muchos medios seguirán fingiendo que los fondos de "reconstrucción” en respuesta a la covid-19 servirán para recuperar el crecimiento a toda costa, cuando en realidad empeoran las perspectivas.

 Tipos de interés negativos fruto de enormes burbujas monetarias, rescates “trillonarios” con dinero público sin los mínimos criterios medioambientales o sociales —más bien lo contrario—, especuladores pagando porque no les entreguen las materias primas que han comprado, etcétera.

Son tantas disfunciones que es inevitable buscar un sistema diferente antes de que el actual implosione. El reciente episodio de especulación financiera por un lado y de límites físicos por otro explica muy bien la necesidad de decrecer económicamente.

El desorden global refuerza los argumentos que se plantearon durante numerosas movilizaciones sociales. El covid-19, como detonante de una crisis global que viene de lejos, nos aporta nueva vida y urgencia a las luchas de larga data contra la globalización, desde las políticas de comercio e inversión hasta la especulación financiera, la agricultura industrial y la deuda externa, para reivindicar la protección de la vida como eje central de nuestras sociedades.

En definitiva, como sociedad tenemos la gran tarea de evitar que se vuelva a repetir la “salida” de la Gran Recesión que ha sostenido las tasas de beneficios de los grandes capitales a costa de incrementar la explotación de las mayorías sociales, y especialmente de las mujeres y las clases populares —rescates del capital financiero con ayudas públicas, recortes sociales y salariales, reformas laborales— y de la naturaleza.

Tenemos la gran tarea de evitar que se vuelva a repetir la “salida” de la Gran Recesión que ha sostenido las tasas de beneficios de los grandes capitales a costa de incrementar la explotación de las mayorías sociales
 
Los movimientos por la justicia climática deben hacer la máxima presión para evitar estos rescates de la industria fósil y conseguir que todas las ayudas públicas por la covid-19 estén condicionadas a una profunda transformación socioambiental. 

Si se cumplen las previsiones y la demanda de carburantes se reduce este año en 9,3 millones de barriles al día respecto a 2019 esto sería bueno para el clima. Aun así, se seguirán quemando a diario cerca de 89 millones de barriles que emitirán unos 270 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera cada día. 

Además, el sector tiene previsto gastar otros 335.000 millones de dólares en nueva exploración y extracción de crudo. ¿No sería deseable dedicar este dinero a una transición energética justa? 

Si de verdad queremos frenar la emergencia climática y evitar nuevas pandemias, hay que dejar la mayor parte del petróleo —y gas, carbón y uranio— bajo tierra


En vez de salvar nuevamente a la industria petrolera, los gobiernos deberían aprobar planes para su cierre paulatino.

 Hay estudios señalando que la juventud apoyaría medidas en este sentido. 
Otra buena medidas sería prohibir la inversión en combustibles fósiles, como sugiere el informe "Banking on Climate Change" en el que se denuncia que 35 bancos —entre ellos BBVA y Santander— han financiado dicha industria con más de 2,7 billones de dólares en los cuatro años transcurridos desde el acuerdo climático de París de 2015. 

Preparémonos ante el colapso fosilista

Aunque cueste hacernos la idea, esta nueva crisis es la antesala del declive de la era fósil y en esta década se producirá una quiebra energética mucho más profunda. Los datos nos indican que no hay ninguna fuente energética alternativa que pueda sustituir el petróleo convencional y, muchos menos, el conjunto de los combustibles fósiles.

Tanto la emergencia sanitaria y climática son una oportunidad para impulsar cambios profundos. No sólo hay que invertir más en los servicios públicos y revertir las privatizaciones, también relocalizar las economías, reducir el consumo, volver a la planificación, regular y gravar fuertemente las corporaciones y actores financieros, e incluso expropiar sectores vitales, recortar el gasto militar y restituir nuestras deudas con el Sur global.  

Para garantizar una vida digna para todo el mundo, hay que redistribuir de arriba a abajo, tanto los ingresos como la riqueza. Y este proceso debe ir acompañado de una fuerte reducción y redistribución del tiempo de trabajo remunerado, y un reparto equitativo de los trabajos de cuidados.

 Hay que erradicar la pobreza como el factor más importante que crea miedo e incertidumbre. Por eso también necesitamos un impuesto a las rentas altas para financiar la renta básica.



 



"Me temo que tras la urgencia, los dirigentes sigan sin hacer caso a médicos y científicos"
















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Investigador de primera línea en biomedicina, es el autor del libro 'Las grandes epidemias modernas: la lucha de la humanidad contra los enemigos invisibles' Salvador Macip


Con una prestigiosa carrera como científico en Estados Unidos y ahora en Gran Bretaña, este experto catalán aborda en su libro el apasionante tema de las grandes pandemias modernas, basándose en su amplio conocimiento y gran capacidad divulgativa. 


"Todo parece indicarnos que pandemias de este tipo se sucederán en años venideros, pero lejos de angustiarnos por ello, debemos estar preparados, hacerles frente con determinación y cooperación; conocer mejor a los microbios para que dejen de ser seres desconocidos nos será de gran ayuda", explica a DEIA desde su laboratorio londinense.  


Salvador Macip pasó nueve años en el hospital Mount Sinai de Nueva York estudiando el funcionamiento del sistema inmune y las infecciones, además de colaborar con los virólogos que descubrieron las bases genéticas de los virus de la gripe, del cáncer y el envejecimiento en la Universidad de Leicester (Reino Unido).


Los científicos avisaban de que pandemias como la del covid-19 llegarían. ¿Hacia dónde miraban los que tenían que escucharles?



—Supongo que hacia otras cosas que consideraban más urgentes. Hace años que los expertos avisan del riego de una pandemia como esta (¡o peor!), pero como no se puede predecir cuando llegará o qué virus la causará, a los líderes les cuesta pensar en los preparativos.

Lo urgente nos suele impedir hacer lo necesario. Suponiendo que algún dirigente quisiera romper este planteamiento, ¿qué tendría que hacer como necesario?

—Empezar a diseñar un plan de respuesta a pandemias, como ya hay para temporales, sequías o terremotos en zonas de riesgo. Organizar un comité de expertos transversal que pueda asesorar en las preparaciones y estar "de guardia" si empieza un brote. Y, finalmente, empezar a coordinar todas estas iniciativas con otros países.

10 de enero. En China muriéndose la gente. Genoma del virus editado. 15 de marzo, se niegan los PCR. ¿Qué ha fallado y por qué falla? ¿No les creían a los científicos e investigadores?

—Hay problemas de coordinación. Somos muchos los científicos que sabemos hacer PCRs y tenemos los equipos en nuestros laboratorios. Solo falta que nos proporcionen los reactivos, porque voluntarios hay de sobra. Pero a día de hoy, ni en España ni en el Reino Unido, donde vivo, han sabido aprovechar estos recursos.


 Es el mismo problema: no tener un plan claro de respuesta y tener que improvisar uno, algo que es muy lento por culpa de los ritmos habituales de la política.

Sensación de la ciudadanía. Nos han transmitido una seguridad absoluta en nosotros y en nuestro sistema. ¿No sería mejor que nos dijeran la verdad sobre nuestras limitaciones?

—Yo siempre soy partidario de decir la verdad a la población y explicar bien qué significa. De estas crisis solo podemos salir si actuamos juntos. En pandemias por virus nuevos, como ésta, la vacuna no llega a tiempo a frenar la primera ola de contagios, por lo que hay que implicar a toda la ciudadanía, porque está en sus manos evitar al máximo los contagios y sus consecuencias, en este caso, la saturación del sistema sanitario, que es el gran riesgo.

Infección, pandemia, confinamiento, búsqueda vertiginosa de soluciones médicas. ¿Llegarán soluciones antes del posible rebrote en el próximo mes de noviembre?

—Seguramente no. La vacuna tardará mas, porque hay que hacer antes una serie de pruebas y después producir suficientes dosis, lo que es un proceso lento. Quizás encontremos algún fármaco que disminuya los síntomas causados por el virus, pero es poco probable que lo elimine completamente. Ya se están estudiando unos cuantos candidatos, pero una vez más, el arma principal será la respuesta ciudadana. 

Esta epidemia esta siendo lapidaria, ¿el virus retornará? ¿también nos llegarán otros?

—El virus no marchará, se quedará con nosotros seguramente para siempre; pero si todo va bien, conseguiremos controlar las infecciones, como hemos hecho con muchos otros virus, como el del sarampión, el de la polio, incluso el de la gripe€ Que llegarán más es seguro. 


Los virus no paran de evolucionar y siempre existe el riesgo de que aparezca uno nuevo que cause una enfermedad grave.




Nos seguimos intitulando homo sapiens. Si lo somos, qué propuestas tiene para hacer frente a estas nuevas/seguras epidemias que nos lleguen, ¿en investigación, en aplicación clínica, en la economía o en la gobernanza de los países?



—Primero, más inversión y apoyo a la investigación; la ciencia es la que tiene las soluciones para estos problemas, pero necesita recursos y tiempo. Segundo, asegurarnos que el sistema sanitario no opera ya habitualmente al límite; los últimos recortes lo dejaron tocado y ahora vemos que tiene poca capacidad para hacer frente a un problema de esta magnitud sin el peligro de saturarse.


  Tercero, hay que empezar a diseñar ahora mismo un plan de rescate para salir de la crisis económica.
 
¿Y cómo? 


—Si en la anterior se rescataron los bancos, está vez hay que rescatar directamente a las personas. El impacto económico y social de la pandemia será enorme y dependemos de los gobiernos para conseguir sobrevivir. 

Y, finalmente, tenemos que empezar a coordinar una respuesta a nivel mundial, porque este tipo de crisis sanitarias afectarán a todos los países.

¿Cree que los dirigentes harán caso a médicos e investigadores cuando haya pasado la urgencia?
—Me temo que no. Basándonos en lo que ha pasado hasta el momento, lo más probable es que cuando el covid-19 deje de ser un problema, las prioridades cambien. 

Y esto sería un gran error, porque la próxima pandemia puede ser peor que ésta. Hay que estar bien preparados.


  27.04.2020 | 00:09 




domingo, 26 de abril de 2020

Tiran el material sanitario de Amancio Ortega por no ser válido

 Una de las batas protectoras que han tenido que ser retiradas




Una de las batas protectoras que han tenido que ser retiradas


Los trabajadores de una residencia gallega reciben la orden de desechar las batas protectoras que han estado utilizando toda la semana



Amancio Ortega puso, desde el primer momento a disposición del Gobierno de España, tanto sus fábricas, como su red logística, para dar respuesta a las necesidades de material sanitario, con el fin de hacer frente al coronavirus.


A pincipios de este mismo mes, la multinacional gallega ya había traído a nuestro país 35 millones de unidades de material, incluyendo compras del Gobierno, comunidades autónomas y empresas y  artículos donados por Inditex.


 Del mismo modo, la multinacional gallega lleva semanas fabricando máscaras, guantes, gafas, gorros, calzas, protectores faciales y batas.


Sin embargo, como le ha ocurrido, tanto al Ejecutivo, como a las administraciones regionales, algunos de sus productos también podrían presentar deficiencias.


 Según ha podido saber ELPLURAL.COM, en una residencia de mayores gallega de gestión pública, concretamente en el complejo residencial para la tercera edad del Meixoeiro, se han tenido que retirar las batas que se habían entregado al personal esta misma semana. 


Según precisan fuentes de los trabajadores a este medio, el lunes llegaron al centro nuevas batas protectoras que llegaron para sustitir a las quirúrgicas que se estaban utilizando hasta el momento. 


Se dijo que "eran de las de Amancio, y no eran desechables, tenían que lavarse y después ponerse sobre unas perchas para acabar de secarlas", relatan. 


El material se estuvo utilizando todas la semana. "Daba mucho calor, eso sí", señalan a este medio algunos de los trabajadores.


 Este viernes, sin embargo, se les dio la orden de que debían tirarlas a la basura porque no estaban homologadas por Sanidad. 


 Se precisó que se desechasen, incluidas las que estaban, todavía, sin utilizar.


Aunque en este centro no se ha registrado ningún caso de Covid-19, el personal utiliza este tipo de protección para las habitaciones en las que hay personas aisladas, dado que se adopta esta precaución con quienes puedan haber contraído la enfermedad, como, por ejemplo, aquellos que han tenido que ir al hospital.



 Los trabajadores de una residencia gallega reciben la orden de desechar las batas protectoras que han estado utilizando toda la semana