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Y tú que la quieres sólo en lo político, ¿dónde estás? |
Por Marat
1.-Antecedentes del gran renacimiento democrático también llamado “regeneración”
No mucho más
tarde de que la gran crisis capitalista, mayor por sus dimensiones -no
sólo económica sino también social, energética, climática y de
civilización-que la de 1929 se iniciase comenzaron lo que desde el
psicoanálisis cabría denominar como pulsiones sociales; una serie de
“revoluciones democráticas”, o pretensiones de tales, que tuvieron una
doble expresión:
En el mundo árabe/musulmán lo que se llamó “primavera árabe”
y que, con la excepción de Túnez, un país muy occidentalizado y en el
que los procesos de modernización eran muy anteriores a la llamada “revolución de los jazmines”,
y se habían producido desde tiempos del Presidente Burguiba, trajo como
consecuencia involuciones políticas (Egipto), guerras civiles (Siria),
Estados fallidos, caos y fundamentalismo islámico criminal (Libia)
En el resto de
países árabes/musulmanes el fracaso fue la tónica general (Marruecos,
Argelia, Yemen, Baréin, Kuwait, Líbano, Jordania, Omán, Arabia Saudita,
Yibuti,...) Significativamente en las oligarquías dinásticas del
petróleo amigo de los EEUU del Golfo Pérsico el fracaso fue tan absoluto
que se redujo en horas y no tuvo repercusión social y política alguna.
La estabilidad política fue premiada desde USA y las exigencias
democráticas de su Presidente, Barak Obama, fueron inexistentes, al
contrario de lo sucedido en Túnez, Egipto, Siria o Libia, en donde éste
se implicó, en unos casos desde los servicios de inteligencia (Túnez,
Egipto), en otros militarmente (Siria, Libia). El caso marroquí y el
argelino tuvieron su consideración particular porque se trataba de
países fundamentales para contener un fundamentalismo islámico mucho más
agresivo hacia USA que en Siria o en Egipto, países en los que la Casa
Blanca actuó como un acelerante de los conflictos.
En Occidente, la llamada “revolución islandesa” (o “revolución de las cacerolas”)
tuvo el éxito de derrocar al anterior gobierno conservador, lograr un
“gobierno de izquierdas”, hacer una nueva Constitución, lograr que dos
banqueros implicados en quiebras fraudulentas visitaran brevemente la
cárcel, hacer que Islandia fuera un buen pagador de la deuda contraída
internacionalmente y de perder las elecciones a manos de una derecha que
ha vuelto sobre sus fueros. Quien quiera saber más de dicha performance política y el bulo que la acompañó puede consultarlo aquí.
Sin embargo el mito
sirvió para alimentar los cuentos que posteriormente vendería el
movimiento indignado a nivel mundial y alguna de sus criaturas políticas
posteriores.
Tras el modelo de “revolución a la islandesa”
vino, ya abiertamente en los países occidentales, básicamente en España
(Democracia Real Ya, 15M), USA (Occupy Wall Street) y parcialmente
Méjico (Yo soy 132) la gran fábula de la “revolución democrática” que traería, frente a la gran crisis capitalista, gobiernos “realmente democráticos”,
honestos y no corruptos, transparentes, que hicieran elecciones
primarias en sus partidos, presentarán listas abiertas al parlamento y,
como se puso de moda, desde unos meses después de Mayo de 2011,
nacientes de un movimiento “desde abajo”.
Tiempo antes se nos
había contado en qué consistiría un gobierno democrático. Resumiendo de
un modo un tanto esquemático, pero no demasiado, sería el que
propiciase la “democracia participativa” desde las ILPs
(Iniciativa Legislativa Popular o firme todo lo que le pongan por
delante porque esto es democracia, aunque se limpien el culo con sus
firmas), los referendos (Suiza, el gran paraíso fiscal los hace a troche
y moche y USA, donde apenas vota el 45% electores, y quien no tenga
padrino no sale senador ni congresista, hace tropecientos de ellos en
cada elección presidencial) y la wikidemocracia 2.0: usted participa por
Internet de las decisiones que le afectan y que son importantes para el
país. Lo que no le dicen es que hay alguien, como en los referendos,
que decide sobre qué se le consulta y sobre qué no y decide cuál es y
cómo se hace la pregunta. Y esa es una clave fundamental de todo este
asunto “democrático”. Hay extraños partidillos que lo que venden no es
el contenido ni el significado de esa democracia sino el método digital
del mismo y hay quienes se lo han comprado para elegir candidatos a
dirigir sus organizaciones en sus listas....cerradas y señaladas por sus
dirigentes mesiánicos.
No está de más señalar el horizonte de alguna reciente estrella política mediática en cuanto a los modelos de referencia en que se fijaría esa “modernización” democrática de clases medias:
“Yo no tengo
modelos porque se puede aprender de todos. Si vamos a construir una
nueva sociedad, tenemos que nutrirnos, por ejemplo, del Estado del
Bienestar noruego, de la participación política de Suiza, de los
instrumentos revocatorios en Venezuela o California... Aprender de las
mejores experiencias y corregir lo que ha fallado, y eso implica no ser
dogmático, no calcar un modelo”
Se le olvida mencionar a este alumbrador de la nueva era que el capitalismo noruego está abriendo el paso al abandono del Estado del Bienestar
-ya he dicho alguna vez que las conquistas de las clases trabajadoras
bajo el capitalismo son efímeras-, que la participación política en
Suiza es compatible con que este país sea uno de los mayores paraísos
fiscales del capitalismo y que sus consultas jamás atentarán contra este
sistema y, por supuesto, que lo más importante de la democracia
venezolana no está en sus poderes revocatorios, con ser estos positivos,
sino en su organización en comunas y en la introducción de métodos de
gestión empresarial no capitalistas, bases del socialismo.
Está claro, por las
palabras expresadas en la anterior cita cuáles son las referencias
principales del discurso “progresista” y sus límites de las llamadas
clases medias. No quiero imaginar cuáles son las de los sectores menos
progresistas de las mismas.
Pero si estas
afirmaciones del político en alza destinado a representar el voto y los
intereses de las clases medias no fueran suficientes añadamos otras que
tal vez aporten algún esclarecimiento al “izquierdista” despistado:
“Si decimos que
democracia es que los ciudadanos tengan sanidad, educación y las mínimas
condiciones para desarrollar su vida digna, ni siquiera en España hay
democracia.”
¿Cómo interpretar
estas palabras de monsieur Alberto Garzón? ¿Acaso cuando el capitalismo
no estaba en crisis sino en períodos expansivos y la necesidad de
consumo favorecía tanto mejores salarios directos como indirectos
(servicios públicos) y se mantenía el Estado del Bienestar era el
capitalismo más democrático? ¿Cuándo fueron electivos los cargos de
director de empresa y de empresario? Nunca, ¿verdad? Democracia no es
simplemente alimentar al trabajador. Es sobre todo el control colectivo
de todo lo que afecta a la vida social y de la persona y eso incluye lo
que “los obsoletos y desfasados comunistas” llamábamos antaño el
control obrero de la producción y que los marxistas modernos llamamos
autogestión no sólo pero también en los centros de trabajo. Eso es
democracia igualmente; democracia económica y social. Pero no parece que
vayan por ahí ni las aspiraciones de las clases medias ni las de los “modernos progresistas”.
Dicho todo lo anterior, de ambos modelos de “revoluciones democráticas” cabe extraer algunos elementos comunes:
Donde estas “primaveras”
han tenido alguna repercusión, su base social se ha encontrado en la
pequeña y mediana burguesías Para estos sectores, los cambios de
gobierno posibilitarían políticas que favoreciesen el mantenimiento de
sus niveles de vida. En España no ha sido precisamente así. Parece que
tampoco en Islandia. Creo que tampoco en Egipto ni en Túnez.
La importancia de
Internet y de las redes sociales en las demandas indignadas mundiales ha
sido determinante. Lo que se ha llamado espontáneas protestas en las
redes sociales no habrían sido posibles sin expertos en community manager y redes sociales. Este otro ejemplo para América Latina sirve también para España.
La adulación a la
juventud como un valor en sí mismo, como tópico de generación de futuro y
como colectivo humano al que atribuir un valor meritocrático.
Consideren ustedes el vínculo de los estudiantes Erasmus en la
exportación a Europa del movimiento indignado y la machacona insistencia
en la preparación de los líderes de Podemos y especialmente del señor
Iglesias para contarnos que está capacitado para ser Presidente de
Gobierno. Cabe concluir de este planteamiento que Evo Morales no está
preparado para dirigir su país y que un trabajador sin master ni inglés
como segundo idioma no debe de ser cargo elegible.
2.-Crisis de legitimación democrática y crisis económica
Habermas, un ex marxista, no un postmarxista como algunos afirman, se enfrenta en 1973 a lo que llama “problemas de legitimación del capitalismo tardío” en
una obra del mismo nombre. Para él los factores que explican dichos
problemas no nacen sólo de los factores económicos (imposibilidad de
producir lo socialmente necesario: un concepto hoy más que discutible)
de un capitalismo planificado sino de la incapacidad del sistema
político e institucional para aportar decisiones racionales en la medida
deseada y para mantener la legitimación del sistema político.
Sin embargo, esos
factores de los que él habla no aparecen con toda su fuerza hasta el
estallido de la actual crisis capitalista -casi 35 años después- y sobre
todo afectan a los sectores sociales cuya posición económica de partida
se ha visto menos vulnerada desde la época en la que Habermas señala
las debilidades sistémicas hasta la actual.
Las llamadas clases
medias (sean reales o propietarias de medios de producción o ficticias y
dependientes salarialmente) han vivido un proceso de achatamiento,
proletarización y de descenso social vertical muy marcados en este
período de la crisis capitalista pero las clases trabajadoras han vivido
una pauperización creciente desde la primera fase de esta crisis que se
inició mucho antes, en 1973. Un análisis de los salarios directos e
indirectos (coberturas sociales) muestra en el mundo capitalista
occidental una tendencia no siempre sostenida pero creciente hacia la
transferencia de las rentas del trabajo al capital mucho antes de 2007.
Sin embargo, y en
ausencia de un relato sociológico y político de la segunda fase de la
crisis capitalista -la iniciada en 2007- de la clase trabajadora y de
sus supuestos representantes: los sindicatos y las organizaciones de “izquierdas”-
el discurso dominanfe que nos hemos encontrado es básicamente
conservador: el de la reivindicación de esas denominadas clases medias
de no descender de estatus, sea a través de la conservación del llamado
Estado del Bienestar, sea a través de la denuncia de que están siendo
exterminadas por el proceso de dualización social que genera la
redistribución de la riqueza nacional a favor de la gran burguesía, en
sus palabras, “los más ricos”. No existe desde esta clase una
propuesta política en positivo y capaz de presentar una alternativa al
capitalismo realmente existente distinta al
No voy a expresar
el relato político de la clase trabajadora porque no es a mí a quien le
corresponde hablar en su nombre sino a ella misma y porque mi clase no
ha tenido ni medios de difusión ni voz política y sindical que la
represente -el sindicalismo y las organizaciones con peso político que
hace mucho tiempo fueron obreras hoy son mesocráticas-. No obstante creo
que no se reconoce en sus formaciones de antaño porque no expresan sus
necesidades.
Tampoco esta vez,
al contrario de como lo hizo el 22 de Marzo pasado, hito precedido por
movilizaciones obreras y de las clases trabajadoras especialmente
señaladas (Gamonal, limpiezas de Madrid, Sniace, y Alcorcón, Panrico,
Coca-Cola,...) creo que siga la estela de las próximas huelgas
ciudadanas (Botín, Amancio Ortega y Joan Rossell son también ciudadanos)
y de consumo -este último concepto de huelga es especialmente cínico e
hiriente para millones de familias de bajos recursos que hacen huelga de
consumo diario al no poder alcanzar el mínimo necesario y tener que
recurrir a la caridad/solidaridad públicas-, no porque la clase
trabajadora tenga respuestas, que no las tiene si carece de sindicatos
combativos y robustos y de expresiones políticas propias, sino porque no
verá claro qué es lo que se le está ofreciendo como hito de lucha y
seguramente porque no se sienta representada en dicho llamamiento. Sin
que sirva de precedente porque no soy libertario, creo que hay cierta
respuesta anarquista al llamamiento de la nueva convocatoria del 22-M
que es básicamente asumible desde una posición de izquierda
revolucionaria, independientemente de lo que hagan luego los anarquistas cuando se aproxime la fecha.
Lo que se ha producido desde el 22-M hasta la fecha es una recomposición en la dirección de las marchas y hay datos que me permiten sostener esta afirmación.
Soy consciente de
que la actual situación en las empresas convierte la posibilidad de una
huelga general, no ya revolucionaria sino simplemente de protesta y
resistencia, en un acto heroico para sus seguidores y de resultado más
que inseguro pero también lo soy de que entre este tipo de protesta y
una huelga ciudadana y de consumo es lo mismo que aquello que en Agosto
de 2011 planteaban ciertos sectores indignados del 15M como huelga sin
sindicatos; esto es, un llamamiento a la protesta ajenas a las claves de
lucha de la clase trabajadora, que son las de golpear sobre la esfera
económica para repercutir en la dimensión política.
Cambiando de tercio, unas clases medias que históricamente fueron partidarias del “orden”,
una vez asentadas en un estatus que les ha llevado durante gran parte
del siglo XX y de los inicios del XXI hacia un consumo de masas y hacia
el falso concepto de libertad basado en el narcisismo del individuo a
través de su reflejo en la mercancía, han buscado sólo en el nivel
político-institucional una respuesta al desorden que no nace de esa
esfera sino de la económica.
Esta incoherencia
se explica desde el carácter tradicionalista de unas clases que,
reflejándose la gran burguesía en la que se miran pero no alcanzan,
buscan la estabilidad y perdurabilidad de un orden económico que se les
escapa. No atentan contra la injusticia del mismo, carecen de crítica
moral hacia la idea de desigualdad. La igualdad que pretenden les basta
si mantiene su espacio de pervivencia. Y, en tanto que no cuestionan la
estructura económica desplazan hacia el político su protesta “indignada”. Estas clases ven en el Estado, no su naturaleza de clase capitalista, sino el ideal “romántico” de un regulador “neutro”
de los diversos intereses sociales. Y al comprobar que este supuesto
carácter de árbitro no se da, no cuestionan la naturaleza del Estado
sino a sus gobernantes circunstanciales. Queda para ellos la
Administración como un ente del que salvan su condición de instrumento
de la dictadura de una clase y hacia el que desplazan todas sus iras.
La exigencia de “las clases medias”
tiene un carácter parasitario. El que busca en el Estado su propia
salvación como clase y que, cuando no encuentra satisfacción a sus
aspiraciones, demanda una nueva institucionalidad.
Para las clases
medias y los productos políticos nacidos de ellas, la crisis capitalista
no pone en evidencia la cuestión de la igualdad ni de la propiedad.
Creen en la privada y su igualdad huye del “fantasma” de la proletarización que se les viene encima para soñar en un mundo eternamente “seguro” y “superior”.
3.-Contradicción entre la política y la economía
Si el mundo real,
todos los expertos de cualquier ideología y el sentido común de las
personas dicen que el poder no se encuentra desde hace tiempo en el
Estado y sus instituciones sino en manos del capital -decía Carlos Marx
que "los gobiernos son simples Consejos de Administración de la burguesía"-,
cabe preguntarse porqué buscar principalmente en las instituciones
políticas la posibilidad de actuar sobre unas estructuras cuyo poder
real está fuera de las mismas.
Las llamadas clases
medias y sus movimientos sociales y organizaciones reformistas
defenderán la restitución de sus posiciones perdidas mediante una
orientación de sus demandas hacia el Estado, hacia un Estado que ha
desaparecido para siempre, el del Bienestar.
Tiene todo su
sentido. Ellas fueron, mucho más que las clases trabajadoras, las
grandes beneficiarias del despliegue del Estado Social a través de la
educación, la sanidad, las pensiones públicas,... El modelo wellfariano
de Estado es lo que permitió ascender socialmente a un sector de la
población, al permitirle reservar parte de sus ingresos al ahorro y al
consumo.
Conscientes de este hecho, las clases medias y sus expresiones políticas “defienden lo bueno del sistema”
sin la crítica radical (de raíz) a la base material sobre el que éste
(el capitalismo) se asienta: la propiedad privada de los medios de
producción, la apropiación privada de un beneficio social y
colectivamente producido. La parte en la que el Estado es social sí es
reclamada (mareas ciudadanas y sus diversas composiciones). La parte en
la que el Estado revela su naturaleza de clase y actúa como soporte
jurídico e instrumento coercitivo de la estabilidad del orden/desorden
económico no es cuestionada desde las llamadas clases medias. Carecen de
horizonte fuera del capitalismo y del Estado capitalista pues creen que
ambos son los garantes de su subsistencia como clase, a pesar de que si
algo ha demostrado esta crisis capitalista es la brutal transferencia
de las rentas bajas e intermedias hacia las altas, con la consiguiente y
creciente dualización social entre las grandes fortunas de la burguesía
y unas cada vez más proletarizadas clases medias, que se van
aproximando en estatus a las trabajadoras aunque no en autopercepción de
sí mismas y de sus roles sociales.
Además de que el
Estado capitalista revista una evidente naturaleza de clase, tampoco
posee ya las palancas de intervención en la economía porque las abandonó
desde la desregulación de la economía (financiera, comercial,
jurídico-laboral, asistencial) mundial y ya, aunque hipotéticamente
quisiera recuperarlas (a través de gobiernos de signo reformista:
keynesianos, populistas o socialdemócratas) no podría hacerlo sin violar
todo el orden social, económico y jurídico en el que se asienta el
sistema capitalista. Dado que la “democracia burguesa” -y no a
otra aspira la nueva institucionalidad propuesta por las llamadas
clases medias y sus alternativas políticas- ha involucionado desde el
Estado del Bienestar hasta el Estado liberal del siglo XIX en el XXI,
ninguna reforma política podría cambiar el actual capitalismo con una
mera ocupación del gobierno, puesto que si algo ha demostrado la
aventura islandesa, los gobiernos “progresistas” europeos y el “sí se puede”
de Obama es lo superficial y reversible de los pretendidos cambios que
no afectaron en nada ni a la naturaleza del Estado del capital ni a
éste mismo.
A pesar de toda
esta gran paradoja que hasta aquí he descrito, las pequeña y mediana
burguesías no pueden plantear otro camino que el de la “ilusión democrática”
(la llamada democracia participativa, que en nada cambia la naturaleza
de la democracia capitalista”), la creación de una nueva
institucionalidad -nueva en el remozamiento de los agentes políticos que
intervendrán en el sistema de partidos y en algunos retoques
cosméticos, no en su orientación ideológico-política- y en la
reclamación de la vuelta a un tipo de Estado intervencionista en ls
económico-social que ya no volverá para nivelar diferencias sociales
sino, en todo caso, para reafirmarlas y acentuarlas.
4.-“Revolución democrática” que es involución social y política
El ciclo de las
revoluciones burguesas que tuvieron su momento fundacional en 1789, para
proseguir en 1820, 1830 y 1848 fue identificado también como el de las
revoluciones democráticas o liberales.
Marx y Engels
rendirían admiración por esta burguesía por su capacidad para
revolucionar tanto la sociedad, como sus bases económicas, políticas y
jurídicas y morales:
“Dondequiera que
ha conquistado el poder, la burguesía ha destruido las relaciones
feudales, patriarcales, idílicas. Las abigarradas ligaduras feudales que
ataban al hombre a sus «superiores naturales» las ha desgarrado sin
piedad para no dejar subsistir otro vínculo entre los hombres que el
frío interés, el cruel «pago al contado». Ha ahogado el sagrado éxtasis
del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo
del pequeño burgués en las aguas heladas del cálculo egoísta. Ha hecho
de la dignidad personal un simple valor de cambio. Ha sustituido las
numerosas libertades escrituradas y adquiridas por la única y desalmada
libertad de comercio. En una palabra, en lugar de la explotación velada
por ilusiones religiosas y políticas, ha establecido una explotación
abierta, descarada, directa y brutal.
La burguesía ha
despojado de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces se
tenían por venerables y dignas de piadoso respeto. Al médico, al
jurisconsulto, al sacerdote, al poeta, al hombre de ciencia, los ha
convertido en sus servidores asalariados.
La burguesía ha
desgarrado el velo de emocionante sentimentalismo que encubría las
relaciones familiares, y las ha reducido a simples relaciones de dinero.
La burguesía ha
revelado que la brutal manifestación de fuerza en la Edad Media, tan
admirada por la reacción, tenía su complemento natural en la más
relajada holgazanería. Ha sido ella la primera en demostrar lo que puede
realizar la actividad humana; ha creado maravillas muy distintas a las
pirámides de Egipto; a los acueductos romanos y a las catedrales
góticas, y ha realizado campañas muy distintas a las migraciones de
pueblos y a las Cruzadas.
La burguesía no
puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los
instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de
producción, y con ello todas las relaciones sociales. La conservación
del antiguo modo de producción era, por el contrario, la primera
condición de existencia de todas las clases industriales precedentes.
Una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de
todas las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constantes
distinguen la época burguesa de todas las anteriores. Todas las
relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de
ideas veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas se hacen añejas
antes de llegar a osificarse. Todo lo estamental y estancado se esfuma;
todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a
considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones
recíprocas.” (I Burgueses y proletarios. “El Manifiesto Comunista”. K. Marx y F. Engels)
Unos 160 años más
tarde, un nuevo proyecto de revolución burguesa, éste de las llamadas
clases medias, -2010 en Egipto y Túnez, y 2011, con el movimiento de los
indignados- volvió a plantear su desafío.
Pero al contrario
que la burguesía en el siglo XIX, que conformaba una clase ascendente,
pujante y con iniciativa, fuerza transformadora de la economía y las
relaciones sociales de producción, la política, la sociedad, la cultura y
los valores, esta “revolución ciudadana y democrática” de las llamadas
clases medias nace de estratos sociales en retirada, que reaccionan a la
defensiva, sin una alternativa de sociedad global a la vigente sino
limitada a exigir una nueva institucionalidad desde la que salvar su
existencia, sin admitir que esa institucionalidad no los amparará porque
el aparato del Estado es inerme para enfrentar al gran enemigo
laminador de esas clases: el capitalismo en su actual fase fagocitadora.
Sus propuestas de reformas económicas no pasan de mantener el Estado
del Bienestar y revertir los procesos que afectan a su pérdida de
estatus -expresado, por supuesto, desde otras fórmulas-pero sin afectar a
la esencia misma del capitalismo: unas relaciones sociales de
producción explotadoras, opresivas, injustas y opuestas al propio
desarrollo libre de la humanidad.
Como en el siglo
XIX hizo la burguesía, ahora las clases medias intentan camuflar sus
intereses de clase bajo la apariencia del interés general o colectivo y
desde ese falaz presupuesto han planteado su proyecto como revolución
ciudadana.
Al intentar de enmascarar los intereses de su clase como “intereses de todos” o
como intereses de la nación inventan el pretendido discurso del 1%
contra el 99%, tratando de que olvidemos que una parte de ese pretendido
99% está formado por clases medias patrimoniales, que poseen empresas
medianas y pequeñas desde la que despiden a sus trabajadores, les
rebajan el sueldo y las condiciones laborales y se apropian de la
plusvalía que estos producen. Dicen que lo hacen por la necesidad de
competir y de sobrevivir en un mercado dominado por las grandes empresas
y transnacionales pero lo cierto es que cuando las cosas les fueron
mejor, las PyMES no destacaron por su filantropía hacia sus empleados,
repartiendo entre ellos una parte de sus beneficios sino que, al igual
que las grandes corporaciones, se apropiaron particularmente de la
riqueza creada colectivamente por aquellos.
Otro sector de las
llamadas clases medias son asalariados de ingresos medios y medio-altos,
lo que, de hecho, los convierte en trabajadores, aunque su
desclasamiento ideológico les impida ver que sus intereses serán
laminados justamente por un capitalismo que no discuten en lo esencial
porque hasta ahora ahora les ha permitido vivir un simulacro de “democracia económica”
a través del consumo y no han perdido las esperanzas de que el
capitalismo supere su crisis y les devuelva a su antaño condición hoy
amenazada. Pero la realidad es que el capitalismo sale de sus crisis
creando las condiciones para otras nuevas. Y eso les afecta a las
llamadas clases medias que, aunque no cuestionen la esencia del
capitalismo sino que básicamente lo defiende porque este sistema fue que
en el pasado creó las condiciones para la expansión de las mismas, por
sus necesidades de ampliar su base de consumo y de consenso social, no
volverán a la situación de partida previa a esta gran crisis.
Llamativamente esta
gran paradoja entre un capitalismo que le condena a ser una especie en
riesgo de extinción y un Estado que cree que salvará unos intereses de
grupo que no podrá salvar, la eluden las llamadas clases medias con una
apelación al “gobierno de los mejores”.
Las llamadas clases
medias han accedido durante décadas a la educación pública y a las
ayudas a la enseñanza (becas, cursos de actualización, intercambios en
la UE, masters,...), lo que les ha generado el espejismo de la vía
educativa para el ascenso social o, cuando menos, para mantener sus
estatus. Coherentemente con la sospecha, nunca admitida, de que las
crisis continuadas del capitalismo son sus enemigas, han buscado refugio
en los aledaños del Estado (la política, la administración que, aún
gravemente herida, no ha acabado con la ilusión de la carrera
funcionarial para toda la vida, las ayudas a los emprendedores,
aprovechadas en su escasez siempre por los avispados mediante
contactos,...).
En un mercado de la oferta de candidatos decreciente, han inventado la gran idea “democrática” de la meritocracia. Las mejores notas, los estudios más avanzados, la “generación más preparada de la historia”, ...Se
abona un discurso que justifica que sólo los miembros más competitivos
de la manada puedan acceder a los mejores puestos/pastos disponibles.
Una nueva vía hacia la elitización de la política y de los servidores
públicos justificada precisamente por aquellos que se dicen enemigos de “la casta”.
Es curioso cómo algunas de las alternativas frente a esa “casta”, teorizada en su día por pensadores prefascistas y por quienes han establecido alianzas con los fascistas británicos,
crean en partidos de profesores y digan que ellos son los más
preparados de la Historia para dirigir un gobierno. Argumento según el
cual un indio de clase baja y sin estudios superiores como Evo Morales
no está capacitado para dirigir su país. ¿Merece esto más comentario?
Si esto no fuera
suficiente para desmontar la falacia del discurso middle class, quienes
tengan ganas de seguir leyendo y no responder con sus rebuznos a
argumentos que se les entregan uno tras otro, no les sentaría mal leer este enlace que
desmonta una falacia ideológica de origen neoliberal, y que muestra el
carácter enormemente desigualitario e injusto de una sociedad
meritocrática. He conocido no uno, sino muchos titulados en viarias
carreras y políglotas que son a la vez imbéciles profundos. De hecho, uno de ellos
ha saltado recientemente desde el palatino lameculismo felipista de
antaño hasta el caballo de los nuevos tiempos, las nuevas consignas y
los nuevos valores. Es cierto que no le falta la razón a este sujeto
cuando afirma que “el grueso de votantes de Podemos no fueron tanto
los jóvenes del 15-M que acamparon en la Puerta del Sol como sus propios
progenitores: los profesionales de los servicios públicos que
protagonizaron en 2012 las mareas blanca y verde. Y esa clase media de
edad adulta no se dejará impresionar tan fácilmente”. Se juega su supervivencia como clase en ello.
5.-La “ilusión democrática” creará monstruos:
Cada proyecto
fracasado en la historia de la humanidad ha abierto camino a sus
enterradores. La democracia burguesa e incluso la pantomima de
revolución democrática de estas llamadas clases medias contiene un valor
que todo revolucionario debe defender con tanto ahínco como el de la
protección de su propia vida: el de las libertades democráticas de
expresión, reunión, asociación, opinión y manifestación.
Hoy la dictadura de
clase de la gran burguesía no ha resuelto ni la evolución de su crisis
económica, de legitimación y de civilización ni cuál será la dinámica de
las protestas sociales en el futuro contra el desorden moral e inhumano
que ha creado.
Es previsible, en
consecuencia, que tema auténticos estallidos sociales, en lugar de
simulacros de tales. y que espere que, si las alternativas de disidencia
controlada y sistémica que protege fracasan, se radicalicen aún más las
luchas sociales hasta un punto en el que el capitalismo no pueda
satisfacerlos ni integrarlos.
La ilusión
democrática dará paso, más temprano que tarde, y aunque
circunstancialmente el capital pudiera sortear esta crisis, no la
siguiente, que será devastadora, a una decepción brutal no sólo entre
las llamadas clases medias sino entre los sectores de las trabajadores,
muy minoritarios, que han seguido su estela.
Las clases
trabajadoras no es que no hayan dicho su última palabra, es que aún no
han encontrado el vehículo político y sindical para expresar la primera,
aunque en gran parte de Europa el abandono de las izquierdas les esté
conduciendo a expresar su rabia a través de los canales enemigos de las
mismas por naturaleza: populismos (no los hay de derechas y de
izquierdas. Todos ellos son de derechas porque rebajan a los seres
humanos a la condición de idiotas adictos a un líder “necesario”) y
fascismos.
Las clases medias
fracasarán en su intento de supervivencia tanto por su naturaleza social
como política. En lo social vivirán la contradicción entre su anhelo
pseudodemocrático (falsa igualdad económica con unas clases altas que no
alcanzarán) y su condición real (clases que temiendo al socialismo por
su carácter realmente igualitario serán paciente y gradualmente
eliminadas por el proceso de concentración de la riqueza que conlleva la
actual fase del capitalismo). Su egoísmo natural que les lleva a
defender sus intereses por encima de los de la amplia mayoría de los
trabajadores, que se encuentran debajo de ellas, hará el resto en el
nivel de sus propuestas políticas sin destino socio-economico. La
redención de sus contradicciones estaría en la subordinación de su
proyecto de supervivencia de los individuos que la componen a otro mucho
más grande que ella como clase y como aspiración humana. Unirse sin
pretensión de dirigir, ni de suplantar, ni de imponer a la lucha contra
la explotación económica, social, cultural y humana que sufren las
clases trabajadoras pues el destino que les espera en la evolución
previsible del capitalismo es el de la distopía Mad Max, la salida de
matar o morir a nivel meramente de individuos, sin que les quepa esperar
solidaridades colectivas. La humanidad no sobrevivirá esta vez bajo la
lógica destructiva del canibalismo social.
De no ser ésta la ruta elegida por las clases medias, la repetición de la ruta hitleriana, como expresión del “horror vacui”
ante su propia destrucción, precipitará su condena. La historia enseña a
quienes no la niegan y entierra a los idiotas que la rechazan o la
ignoran. Y quienes la desprecian tienen, como clase, una tentación ante
sus ojos, una vez que fracasa su "ilusión democrática".
Decepcionados de su viaje hacia un concepto de pueblo que, ante todo,
refleja los ideales de esas llamadas clases medias, bien pudieran acabar
concluyendo que, puesto que su ruta hacia la democracia ha sido un
engaño, el fascismo pudiera ser un buen cobijo bajo el que abrigarse
Mientras tanto, las clases trabajadoras aún deberán esperar la llegada de su tren que parta hacia la estación de Finlandia.
Falta que los auténticos socialdemócratas tiendan la mano a los
comunistas, y que estos tengan la inteligencia de aceptarla, para subir a
ese convoy. Tengo dudas de que ello suceda pero siguen siendo dudas
enamoradas. No en vano Lenin solía recurrir a la cita de Goethe: "Mientras que el campo de la vida es verde, el campo de la teoría es gris”