lunes, 23 de mayo de 2022

PARTE DE LA PRENSA DE ORDEN NO VE EL MOMENTO DE QUE EL EMÉRITO SE VUELVA A ABU DABI


 NOTICIERO MATUTINO 

   PARTE DE LA PRENSA DE ORDEN NO VE EL MOMENTO DE QUE EL EMÉRITO SE VUELVA A ABU DABI

 Felipe VI está hasta la narices de su padre  Cuatro días que están pareciendo cuatro siglos.

 A algunos, incluso entre los más partidarios, el deseado regreso del emérito se les está haciendo una eternidad. 




En realidad, Según nos cuenta José Antonio Zarzalejos en El Confidencial, el más cabreado de todos es actual titular de la corona española: "La estancia hoy de Juan Carlos I durante unas horas en la Zarzuela no será cálida ni emotiva. Más bien, tensa. Fuentes próximas a la Casa del Rey califican el desarrollo de la visita de su padre a España como una "enorme equivocación", porque el monarca abdicado no ha cumplido el acuerdo que quedó reflejado en la carta del pasado 5 de marzo, dirigida a su hijo y que se hizo pública dos días después, en la que decía querer preservar su "privacidad" tanto en Abu Dabi como en sus visitas a España. Juan Carlos I, lejos de ajustarse a la mayor discreción, ha hecho exactamente lo contrario: mostrarse de manera reiterada y pública en un evento deportivo en el que ha habido más cámaras "que en mi boda", en expresión de la infanta Elena".

 Parecida versión ofrece en El Español Miguel Ángel Mellado, cronista de la visita: "Salvo cambios de última hora, Felipe VI recibirá este lunes en Zarzuela, en visita privada, ¡no oficial!, a su padre y predecesor en la Jefatura de Estado de España. El ambiente en Palacio está aún más caliente que la climatología. Podría decirse, por momentos, que es infernal. Felipe VI está enfadado, está que trina, está que echa las muelas, fuma en pipa, jura en arameo..., y todas las frases hechas imaginables que presumen decepción: la que el padre, con su exhibicionismo vacacional por todo lo alto, ha causado a su hijo. Justo lo contrario de lo que el rey Felipe quería: discreción, decoro, sordina, bálsamo para facilitar futuras visitas". 

 En El Mundo es Rafa Latorre quien cuenta los minutos hasta que el niño grande coja el avión de vuelta: "Ya está, ya pasó, Don Juan Carlos ha vuelto a España y el viaje, que ha sido un despropósito, al menos sienta un precedente, como si se hubiera abierto una línea directa de Abu Dhabi a Vigo que él ya podrá frecuentar. El problema es que, previsiblemente, esa ruta sólo la cubrirán aviones privados de elegancia epatante y financiación desconocida. Felipe VI, que es el presente y el futuro de la institución, que es quien es de verdad importante, que es de quien menos se ha hablado y de quien habría que ocuparse, solo puede consolarse pensando en que el periplo puede haber tenido al menos una consecuencia benéfica para su reinado. La de mostrarle como la víctima paciente y cabal de la deriva de su predecesor, un hombre que hace demasiado tiempo que dejó de pensar en cuál sería su legado".

 El veterano José María Carrascal, que no es precisamente sospechoso de republicanismo, también parece haber acabado hasta el gorro del garbeo panderetero del Campechano y así se lo dice en ABC: "Lo siento, Don Juan Carlos: conoce el cariño que le tengo. Pero tendrá que seguir en Abu Dabi, que tampoco es Alcatraz, con alguna visita esporádica. En cuanto a reconocérsele lo que hizo por España, tal vez tenga que esperar a verlo desde el otro mundo, ya sabe que somos un país poco agradecido". 

 Ya ven que no son pocas las muestras de hartazgo, aunque también es verdad que siguen abundando los irreductible juancarleros, como Alfonso Ussía, que en El Debate llora las penas del Golfo y hasta desliza un coscorrón al actual rey por maltratar a su padre: "El Rey Juan Carlos está en Sangenjo, el lunes será recibido por su hijo el Rey, y la Reina Sofía en la Zarzuela, y con posterioridad a la reunión, será devuelto a su exilio voluntario – nadie está capacitado para impedirle que se quede en España– sin que ninguno de los suyos impida el atropello. Don Juan Carlos experimentó en su infancia el exilio obligado de sus padres, y ahora, por no perjudicar a la Corona y a su hijo, ha aceptado como un servicio más a España un nuevo y triste período de destierro". 

Esta vez Ussía se queda lejos de la subida a la parra de su compañera de cabecera Mayte Alcaraz, que mete en la misma columna al Borbón Mayor y a la emperatriz de Sol. Se lo juro: "Don Juan Carlos e Isabel Díaz Ayuso tienen algo en común: los dos representan la rebeldía de una ciudadanía hasta la peineta de hacer lo que le mandan, de comer lo que le imponen, de que pisoteen sus valores, denigren sus instituciones, y harta del pensamiento único de unos pocos frente a las mayorías silentes que trabajan, pagan impuestos, educan a sus hijos y no tienen tiempo de meterse en las redes a dictaminar lo bueno y lo malo, según la religión progre. Ambos reciben el calor y el afecto de la calle, a pesar de que las terminales mediáticas de la Moncloa están en constante campaña para revertir ese obsequioso trato público y transformarlo en insultos, silbidos y protestas".

 Curioso desvarío el de Alcaraz, que deja bastante atrás al intento de mezclar churras con merinas de Jesús Nieto Jurado en ABC: "La sinfonía borbónica resuena hoy lunes en España y en el hipotálamo de los jardineros de Zarzuela y de los nacidos en democracia. Irene Montero, pobriña de verde, ha de saber que su gloria es efímera. Que las niñas no se emborrachan en el ginecólogo, y que decir Sanxenxo es una soberana tontuna". 

 Les voy a terminar en La Razón, cuyo editorialista retuerce lo ocurrido para deshacerse en lametones hacia Felipe VI: "El hostigamiento y la persecución al Rey por medio de la figura de su padre, uno de los más grandes monarcas de nuestra historia, es una operación política de la ultraizquierda contra la España constitucional en su propósito de sustituirla por un modelo bolivariano sin libertad ni derechos.

 La fortaleza de la institución lo es también y sobre todo del Estado de Derecho. 

El pueblo está con su Rey. 

Se ha ganado el aprecio y la lealtad con una conducta impecable en circunstancias de enorme complejidad". 




 


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