jueves, 14 de abril de 2022

HOY HACE DIEZ AÑOS El elefante escogido para Juan Carlos I era un macho muy grande, joven y con los colmillos muy finos.

 
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   HOY HACE DIEZ AÑOS   

 El elefante escogido para Juan Carlos I era un macho muy grande, joven y con los colmillos muy finos.
 En contra de la costumbre de Botswana 

Los escoltas del Rey remataron con 30 tiros al elefante que Juan Carlos no había podido matar 
 


 El final del reinado de Juan Carlos I comenzó a escribirse un 12 de abril de 2012 en Bostwana, a casi 8.000 kilómetros de España.

 Diez años después, OKDIARIO reconstruye minuto a minuto la ‘crisis del elefante’ que acabó forzando la abdicación Juan Carlos I desvelando detalles jamás contados de ese viaje, con fotos exclusivas y testimonios inéditos. 

Uno de los detalles más desconocidos de la cacería de Bostwana fue que Juan Carlos, aunque utilizó para tumbar a su presa un rifle Rigby Express del calibre 470, no pudo rematar al elefante.

 Ello motivó que los escoltas que lo acompañaban se vieran obligados a sacrificar a la pieza con más de 30 proyectiles que fueron disparados con armas de asalto del tipo Franchi Spas-12 con cartuchos del calibre 18,53 mm.

 Se trata de un rifle de posta, pero con unas bolas como proyectil.

 Ese tipo de munición no es rápida pero sí muy potente y capaz de abatir a los objetivos de gran tamaño.

 El anfitrión del safari en Botswana, el empresario sirio-saudí Mohamed Eyad Kayali, que financió la cacería en el Delta del río Okavango, tuvo que desembolsar 100.000 euros para que su amigo Juan Carlos I pudiera abatir con sus disparos un majestuoso elefante.

 No era la primera vez que el monarca español sacrificaba a una de estas piezas en peligro de extinción.

 En 2006, en otra cacería organizada por el cazador profesional Jeff Rann, que aparece en la fotografía exclusiva que se reproduce en esta página junto al monarca, también sacrificó a otro enorme elefante.  

El elefante escogido para Juan Carlos I era un macho muy grande, joven y con los colmillos muy finos.

 En contra de la costumbre de Botswana, que solían elegir piezas viejas o con alguna tara, el objetivo de la cacería del 11 de abril de 2012 era un ejemplar de los que provocan envidia entre los cazadores curtidos. 

Según una persona que presenció aquella salvajada, parecía como si el elefante estuviera drogado como el famoso oso Mitrofán, que fue cazado por el ex monarca en Rusia: “Aquello se parecía más a una película de Berlanga con guion de Azcona”, manifestó. 

El cadáver de la imponente pieza despareció enseguida de la escena de la cacería, pero los colmillos de marfil fueron apartados y reservados para el entonces Rey. 

Los colmillos pesaban unas 70 libras, unos 30 kilos.

 Y no eran los primeros que Juan Carlos I almacenaba en la residencia La Angorrilla, en El Pardo, que estaba decorada con marfiles. 

Juan Carlos I organizó el safari africano para que el hijo de Corinna, Alexander Sayn-Wittgenstein, de 10 años, experimentara en directo lo que era un safari y la caza de un elefante

. El Rey, quien trataba al niño como si fuera su hijo, siguió visitándolo en Londres, incluso después de que rompiera con su madre como pareja sentimental y, más tarde, como amigo. 

Solía hablar con él por teléfono muy a menudo y todas las Navidades tenía la costumbre de regalarle un reloj. 

La última vez que se vieron en la capital británica fue en marzo de 2019, después de que estallara el escándalo de la Fundación Zagatka y la apertura de la investigación en Ginebra.

 En peligro de extinción Cuando Kayali, como anfitrión, organizó el safari en el Delta del río Okavango, subsistían unos 400.000 elefantes en Botsuana, de los ocho millones que existían en los años 50.

 La caza furtiva, en busca de colmillos de marfil, era el peor enemigo para su exterminio, ya que la caza legal estaba controlada por el Gobierno.  

El campamento para la cacería fue buscado por el equipo de Kayali que tenía una gran experiencia en la zona y en la participación en safaris. 
También era un excelente cazador. Kayali también había invitado en otras ocasiones a Juan Carlos I a su finca de Sudáfrica. 

Ambos mantenían una estrecha amistad desde hacía años, cuando el empresario vendió a Arabia Saudí 250 carros de combate españoles, como informó la prensa en su día. 

Reconstruir hoy en día la peripecia de Juan Carlos I en el campamento de caza de Botswana resulta imposible.

 El escenario geográfico ha desaparecido.

 La temporada de lluvias cambia totalmente la fisonomía de esa zona del noroeste del país. 

Gracias a las intensas lluvias se inunda toda la parte del Delta de Okavango y se producen islas y penínsulas en ese fantástico paraje acuático.
 





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