Después
de repetirnos durante cuarenta años los dogmas neoliberales, la
crisis financiera sacudió seriamente nuestra fe en ellos, pero al
final se mantuvo el sistema. Esta vez es diferente. La coronacrisis y
las medidas socioeconómicas para salvar el sistema hicieron caer,
uno a uno, los dogmas neoliberales. Es hora de hacer algo nuevo.
Los dogmas caídos
«Vivimos por encima de nuestras posibilidades, no hay dinero”
Llevan
años diciéndonos eso. La atención sanitaria era demasiado cara,
los subsidios de desempleo demasiado generosos, los salarios
demasiado altos y simplemente no había dinero para asuntos sociales
o culturales. El déficit y las deudas del gobierno se tenían que
reducir y por eso teníamos que ahorrar en todo.
Ahora,
de la noche a la mañana parece haber dinero y parecen haber
encontrado gigantescos botes de dinero. Hoy en día se gastan miles
de millones de euros como si nada. Un déficit en el presupuesto de
más de tres veces el 3 % acordado en el tratado de Maastricht o una
deuda mucho mayor que el 100 % del PIB, de repente, dejaron de ser un
problema.
«El mercado libre lo resuelve todo, el Estado es ineficiente»
Privatizar y desregularizar lo más posible, esa era la consigna. El
Estado tenía que “adelgazar” lo máximo posible e intervenir lo menos
posible (1). Para Bart De Wever, el presidente del partido más grande de Flandes, “el estado es un monstruo que aspira el dinero y lo escupe después”.
Durante
la coronacrisis el mercado libre falló completamente. Quizás lo más
notable fue el caso de los tapabocas. Al mismo tiempo vimos tanto un
dramático retorno como la rehabilitación del gobierno público.
Se
hizo visible para todos que sólo el Estado
puede controlar y superar una crisis de tal magnitud. Se
nacionalizaron fácilmente en su totalidad o en parte sectores
importantes de la economía.
Según el Wallstreet
Journal,
las medidas de estímulo económico en los Estados Unidos son “el
mayor paso hacia una economía de planificación centralizada que
jamás haya dado Estados
Unidos”.
«El capital y la empresa crean riqueza”
Son
los empresarios los que crean riqueza. Gracias a su capital, coraje e
innovación, crean empleo y aumentan la riqueza de un país.
Los
confinamientos en los distintos países revelaron todo lo contrario
en todas partes: son los trabajadores y su trabajo los que crean la
riqueza. Cuando parte de la población activa se vio obligada a dejar
de trabajar, el crecimiento económico se desplomó.
Es el trabajo el
que crea al capital y no al revés. El confinamiento también
demostró que a menudo son los trabajos más esenciales los que están
peor pagados.
«Lo que es bueno para los ricos es bueno para todos”
Precisamente
porque la riqueza la crean el capital y los empresarios, los tenemos
que mimar. Las medidas que favorecen a los empresarios y a las rentas
altas (regalos fiscales, subsidios salariales, ayudas estatales,
etc.) aumentan la inversión y crean puestos de trabajo.
Su ventaja
se filtra finalmente
hasta
abajo. Este llamado efecto de goteo fue la excusa para justificar la
política diseñada para el 1 % más rico.
El
coronavirus destruyó esta falacia por completo. Gracias a las
medidas de apoyo, los súper ricos se benefician enormemente. Desde
el 18 de marzo, los
multimillonarios
de los Estados Unidos ya han visto aumentar sus activos en una quinta
parte, o sea 565.000 millones de dólares. JPMorgan,
el banco más grande de los EE.UU., reportó las mejores cifras que
jamás haya tenido en un trimestre.
La compañía de inversiones
Goldman
Sachs
registró un crecimiento del 41 % en comparación con el año
anterior. Pero poco de ese “efecto de goteo” se nota. En todo el
mundo cientos
de millones
de personas se ven empujadas a la pobreza extrema. En Bélgica
aumentó el número de personas que van a los bancos de alimentos en
un 15
%
y esto es sólo el comienzo.
«La gente es egoísta”
El
ser humano es capaz de hacer el bien, pero por naturaleza es malo.
Está impulsado en primer lugar por el interés propio. Esto es lo
que los gurús neoliberales nos han estado diciendo durante décadas.
Al final, según ellos, esto es ventajoso porque el interés propio
lleva a la competencia y eso es precisamente lo que impulsa nuestra
economía.
La
solidaridad espontánea y masiva que surgió durante la coronacrisis
arrasó con esta cínica imagen del ser humano. Los jóvenes fueron a
hacer compras para sus vecinos ancianos, miles de voluntarios
hicieron tapabocas o se presentaron en los bancos de alimentos para
ayudar.
A pesar de la falta de equipos de protección, las enfermeras
empezaron a cuidar de sus pacientes arriesgando su propia salud y,
por tanto, sus vidas. Ciertamente, había grupos a los que no les
importaban las medidas de seguridad, pero esas eran las excepciones
que confirmaban la regla.
La coronacrisis muestra hoy más que nunca
que el ser humano es esencialmente un súper colaborador, como lo
describieron el autor belga Dirk
Van Duppen
y el periodista holandés Rutger
Bregman.
Wendy
Carlin,
profesora de economía, lo expresa así: “Habrá
que actualizar finalmente el
modelo del actor económico como amoral y egocéntrico”.
No repetir los errores de 2008
Todos
los partidos tradicionales, incluidos los
Verdes y los Socialdemócratas,
han contribuido, o al menos han apoyado, la política neoliberal en
los últimos cuarenta años (2).
Las consecuencias de esta política antisocial se han hecho
dolorosamente claras en estos últimos meses.
En los centros de salud
y los centros de atención a los ancianos, los ahorros y las
privatizaciones costaron muchas vidas humanas. Además, las recetas
neoliberales parecen ser totalmente inadecuadas para dar una
respuesta firme al colapso económico.
Un
enfoque similar al del período posterior a 2008 – imprimir dinero
extra e insertarlo a la economía combinado con una política de
austeridad – sería un gran error. Un nuevo
dopaje financiero
podría arruinar la ya gravemente debilitada economía.
Los nuevos
ahorros erosionarían aún más el poder adquisitivo y causarían una
profunda crisis social y política. Las advertencias del Financial
Times
son inequívocas: “Si queremos que el
capitalismo y la democracia liberal
sobrevivan al COVID-19,
no podemos permitirnos repetir el enfoque erróneo de ‘socializar las
pérdidas y privatizar los beneficios’ de hace diez años”.
“El
regreso a la austeridad sería una locura, una invitación a la
agitación social
generalizada, si no a la revolución, y una bendición para los
populistas”.
La gran llamada para un cambio de paradigma
Está
claro, el neoliberalismo ha terminado, es hora de algo nuevo. Excepto
por unos pocos fanáticos, nadie quiere volver al mundo precorona. La
crisis y las medidas que se
tomaron
han provocado muchas frustraciones y han
radicalizado
a
una
parte importante de la población activa.
En los
EE.UU.
el 57 % de la población cree que su sistema político sólo funciona
para los que tienen dinero y poder.
La mayoría de los jóvenes
menores de 30 años están a
favor del socialismo.
En Reino
Unido
apenas el 6 % quiere volver al mismo tipo de economía que antes de
la pandemia. Sólo el 17
%
cree que las medidas de estímulo deberían financiarse con nuevos
ahorros.
El
70 % de los
franceses
piensa que es necesario reducir la influencia del mundo financiero y
de los accionistas. En Flandes
tres cuartas partes de la población creen que el dinero debería
provenir de las grandes fortunas y dos tercios creen que los
políticos deberían trabajar en una ambiciosa redistribución de la
riqueza después de la crisis.
El
mundo académico y cultural también está en esa longitud de onda.
Tres
mil científicos
de 600 universidades creen que la sociedad debe cambiar radicalmente
su rumbo y volver a poner a los trabajadores en el centro de la toma
de decisiones.
Doscientos
artistas,
incluidos
Robert de Niro y Madonna, lanzaron un llamamiento al “mundo” para
no volver a la “normalidad” de antes de la pandemia, sino para
cambiar radicalmente nuestro estilo de vida, de consumo y economía.
Esta
idea penetró hasta el mundo de los negocios. Klaus
Schwab,
fundador y presidente del Foro Económico Mundial (Davos) habla de un
“gran reseteo del capitalismo”.
Según él, la pandemia puso de
manifiesto las deficiencias de un “viejo sistema” que había
descuidado la infraestructura, la atención de la salud y los
sistemas de seguridad social. “Si seguimos como hasta ahora, podría
llevar a una rebelión.” En ese contexto los súper ricos están
rogando en una
carta abierta
que se les aumenten los impuestos.
Según
el Financial
Times,
debe haber “reformas radicales” sobre la mesa. “Los gobiernos
tendrán que aceptar un papel más activo en la economía. Deberían
ver los servicios públicos como inversiones y no como costos, y
buscar formas de hacer que el mercado laboral sea menos inseguro.
La
redistribución de la riqueza volverá a estar en la agenda. Las
políticas que hasta hace poco se consideraban excéntricas, como la
renta básica y el impuesto sobre el patrimonio, deberían incluirse
en la mezcla”.
Según
este mismo periódico, la
democracia liberal
“sólo sobrevivirá a este segundo gran choque económico si se
realizan ajustes en el marco de un nuevo contrato social que
reconozca el bienestar de la mayoría por encima de los intereses de
unos pocos privilegiados”.
La prestigiosa revista Foreign
Affairs
también habla de un “nuevo contrato social”.
Su objetivo es “el
establecimiento de un ‘estado de bienestar’ que proporcione a todos
los ciudadanos los servicios básicos necesarios para mantener una
calidad de vida decente”. Esto presupone “el acceso universal
garantizado a una atención sanitaria y a una educación, ambas de
alta calidad”.
Lo que hasta hace poco solo lo pedía la extrema
izquierda, se ha convertido en la corriente principal.
Una respuesta a cuatro crisis
Los
desafíos a
los que
nos
enfrentamos son muy grandes: El nuevo paradigma debe ser capaz de
responder a por lo menos cuatro crisis (3).
1. Estancamiento económico
En
los últimos veinte años la economía mundial ha experimentado tres
grandes crisis: la crisis de las puntocom en 2000, la crisis
financiera en 2008 y, en los últimos meses, una depresión tras una
pandemia.
Esto deja claro que el
COVID
no
es la causa
sino el detonante de la tormenta económica.
Una economía sana
debería en principio ser capaz de hacer frente a tal coronachoque,
un país como China lo demuestra. Pero para la economía capitalista
eso no parece ser el caso en absoluto.
El crecimiento
de la productividad
casi se ha paralizado, las tasas
de beneficio
(porcentaje de la ganancia sobre el capital invertido) están
disminuyendo constantemente y la
deuda mundial
ha aumentado hasta uno insostenible 322 % del PIB.
Además, cada
crisis no significa nada más que miseria para millones de personas.
Esta crisis empujará una vez más a varios cientos
de millones
de personas a la pobreza. No puede seguir así.
2. Escandalosa brecha entre ricos y pobres
En
el capitalismo la producción está dirigida únicamente a los
beneficios de un pequeño grupo de propietarios privados y no
funciona de acuerdo a las necesidades sociales o las oportunidades de
desarrollo de la gran mayoría. Esto crea una escandalosa brecha
entre ricos y pobres.
Con
la riqueza que se produce hoy en día en todo el mundo cada familia
con dos adultos y tres niños tiene un ingreso mensual potencial
disponible de 4.100 euros (sí, lo has leído correctamente) (4).
Sin embargo, una de cada tres personas de la población mundial no
tiene saneamiento
básico
y una de cada ocho no tiene electricidad.
Uno de cada cinco vive en una
casa de contrachapado
y uno de cada tres no tiene agua
potable.
En
Bélgica el 5
% de los más ricos
posee tanto como el 75 % de los más pobres. En uno de los países
más ricos del mundo un
20 % de las familias corre el
riesgo de caer en la pobreza,
una
cuarta parte de las familias tiene dificultades para pagar los
gastos médicos,
un
40 % no
puede ahorrar
y un
70 % de las
personas
desempleadas
tiene dificultades para llegar a fin de mes.
Estos
no son excesos del sistema. Se derivan directamente de su lógica.
3. Las próximas pandemias
Desde
principios del siglo pasado sabemos que casi todas las epidemias
modernas son el resultado de la
intervención del hombre
en su entorno ecológico inmediato.
Los mamíferos y las aves son
portadores de cientos
de miles de virus
que son transmisibles a los seres humanos (5).
Debido a la explotación de zonas naturales anteriormente
inaccesibles cada
vez hay más posibilidades
de que estos virus se transmitan a los seres humanos.
Los
principales expertos lo
han
estado
advirtiendo
durante más de diez años en
respuesta al VIH, SARS, ébola, MERS y otros virus. En
realidad, tuvimos
suerte de que no nos hayan llegado otros virus más mortales.
En 2018
los científicos de EE.UU. elaboraron un
plan detallado
para prevenir tales pandemias. Se estima que las pérdidas a causa
del COVID-19
alcanzan los 12.500.000
millones
de dólares.
El costo del plan de prevención de 2018 era de apenas 7.000
millones
de dólares.
Aún
no se ha encontrado ningún financiador para el proyecto. No
debería sorprender, porque esa
investigación está en gran parte en manos privadas y no en interés
público, sino con fines de lucro. Chomsky
lo dice muy claramente: “Los laboratorios de todo el mundo podrían
haber trabajado en la prevención de posibles pandemias de
coronavirus. ¿Por qué no lo hicieron? Las señales del mercado no
eran buenas.
Dejamos nuestro destino en manos de tiranías privadas,
que se llaman corporaciones y que no tienen que
rendir cuentas ante
el público, en
este caso, la industria farmacéutica. Para ellos, producir nuevas
cremas es más rentable que encontrar una vacuna que pueda proteger a
la gente de la destrucción total”.
4. La degradación del clima
La
búsqueda del máximo beneficio socava el sistema ecológico de la
tierra y amenaza la supervivencia de la especie humana. Según la
conocida escritora y activista Naomi
Klein,
el mundo se enfrenta a una decisión decisiva: o salvamos el
capitalismo o salvamos el clima. Esta decisión es particularmente
aguda en el sector de la energía fósil, que es el principal
responsable de las emisiones de CO2.
Las 200 empresas más grandes de
petróleo, gas y carbón tienen un valor de mercado combinado de 4
trillones de dólares
y obtienen unos
beneficios
anuales de decenas de miles
de millones
de dólares. Si queremos mantener el aumento de la temperatura por
debajo de los 2°C, estos gigantes de la energía deben dejar entre
el 60
%
y el 80 %
de sus reservas intactas.
Pero eso iría en detrimento de sus
expectativas de ganancias y hundiría instantáneamente su
valor en el mercado de valores. Por eso siguen invirtiendo cientos de
miles de millones
de dólares anuales en la búsqueda de nuevos
yacimientos.
Si se mantiene la política actual, en lugar de disminuir
drásticamente, la demanda de combustibles fósiles habrá aumentado
casi
un 30 %
en los próximos veinte años, sin que se vislumbre un pico.
Dentro
de la lógica de las ganancias, el calentamiento global es imparable.
Según The
Economist,
el portavoz de la élite económica mundial, el costo financiero es
simplemente demasiado alto para combatir el calentamiento global.
En
respuesta a la coronacrisis los gobiernos han tomado medidas sin
precedentes. Habrá que tomar medidas igualmente radicales para hacer
frente a la degradación del clima. “Si hay algo que la pandemia ha
demostrado”, dice el Financial
Times,
“es el peligro de que se
ignoren
las advertencias de los expertos”.
Lucha por un sistema social diferente
¿Qué
nos enseñan estas cuatro crisis? Que tendremos que repensar
completamente nuestras políticas y nuestra economía. Para salir del
actual estancamiento económico primero será necesario frenar los
mercados financieros y romper el poder desproporcionado de las
multinacionales. Para hacer frente a los problemas sociales la
economía ya no debe centrarse en los beneficios privados de unos
pocos, sino en las necesidades sociales de muchos. También debe
haber una redistribución de la riqueza.
Para armarnos contra futuras
pandemias la industria farmacéutica tendrá que hacer un profundo
cambio de rumbo. Después de todo, la política climática es
demasiado importante como para dejarla en manos de los gigantes de la
energía y su lógica de beneficio. Hay
que romper su
omnipotencia de
modo
que haya espacio para una política climática responsable.
Para
lograr todo esto tendremos que subordinar la esfera económica a la
esfera política. Dónde y en qué se invierte, la distribución de
los excedentes económicos, el comercio, las finanzas, etc., todo
ello debe centrarse en las prioridades y necesidades de la comunidad
actual y las de las generaciones futuras.
Esta “planificación”
(6)
no implica de ninguna manera un control total del Estado, sino que la
economía esté controlada por un órgano político (elegido) y no
por propietarios privados. Significa que la lógica económica se
subordina al Estado y no al revés.
Un
sistema social diferente es necesario y urgente, pero no se logrará
por sí solo. Las ideas correctas son importantes, pero no lo
suficiente como para provocar un cambio. Hay enormes intereses detrás
del sistema actual.
Los que se benefician de este sistema nunca
renunciarán
voluntariamente
ni estarán dispuestos a hacer concesiones, aunque haya capitalistas
ilustrados que están convencidos de que tales concesiones son
esenciales para preservar
el
sistema.
Las
organizaciones de empresarios
incluso tratarán de aprovechar la situación de crisis para imponer
una estrategia de choque.
La
historia nos enseña que el tipo de sociedad y nuestro futuro
dependerán de la batalla que libremos. Como dice el sociólogo Jean
Ziegler, “no debemos ser optimistas, debemos movilizar a la gente”
(7).
Para que esta movilización sea poderosa tendremos que organizarnos
con firmeza, porque el oponente está muy bien organizado. O como
dice Varoufakis
“si no logramos unirnos ahora, mi temor es que este sistema sólo
profundice su cruel lógica”.
En
cualquier caso, estos serán tiempos emocionantes y decisivos.
Prepárate.
Notas:
(1)
La retirada del Estado no se aplica a los principales monopolios, por
el contrario. Debido a su gran concentración de poder, tienen cada
vez más impacto en el sistema estatal. Utilizan el poder del Estado
para fortalecer su posición competitiva y garantizar las máximas
ganancias.
Esto se hace de varias maneras. Las más conocidas son los
contratos públicos, los subsidios y las tasas impositivas
favorables. El gobierno también está llamado a explorar
nuevos sectores o productos.
Aquí las inversiones son inciertas y a menudo requieren grandes
cantidades de capital. Las
agencias
gubernamentales están asumiendo esta fase inicial costosa y
arriesgada, a menudo en el contexto de la industria de la guerra. En
una etapa posterior, luego se transfieren al sector privado, se
privatizan literalmente.
Para dar algunos ejemplos recientes, ese fue
el caso con la PC, Internet, el algoritmo de Google, las redes
inalámbricas, la tecnología de pantalla táctil, GPS, microchips,
biotecnología, nanotecnología y muchos otros productos o sectores
rentables. El financiamiento inicial de Apple
provino de una compañía de inversión del gobierno de los Estados
Unidos.
(2)
En
todos los países en los que gobernaron los socialdemócratas
ayudaron a dar forma a las políticas neoliberales. En Reino Unido
Blair lanzó la “Tercera Vía” entre el capitalismo y el
socialismo, e hizo un pacto con el ultraderechista Berlusconi.
En
Alemania Gerhard Schröder, el líder de los socialdemócratas,
presentó el modelo de salarios bajos que inició una espiral de
disminución salarial en toda Europa.
En Bélgica los
socialdemócratas son en parte responsables del deterioro del poder
adquisitivo, las malas condiciones de trabajo, los recortes en la
seguridad social y la atención médica, y el empeoramiento de los
sistemas de pensiones.
Hasta
ahora los Verdes no han gobernado mucho y donde lo hicieron, no han
cambiado el curso de las políticas neoliberales. En Alemania han
defendido con entusiasmo el modelo de bajos salarios.
Durante su
única participación gubernamental en Bélgica (1999 a 2004) los
Verdes lograron producir solo cambios menores. En el Parlamento
Europeo los Verdes han respaldado casi por completo las medidas
neoliberales, como el Six Pack y, por lo tanto, son en parte
responsables de las drásticas políticas de austeridad en la UE.
(3)
Para una versión más elaborada de tal modelo alternativo, ver ‘Otra
economía es necesaria y posible’
y ‘Crisis
del Capitalismo’.
(4)
El
cálculo para una familia media se basa en la hipótesis plausible de
que el ingreso disponible de los hogares es un 70 % del PIB.
Utilizamos el producto mundial bruto: 136 billones de dólares en
2019.
Esta cifra, expresada en dólares PPA [Paridad del Poder
Adquisitivo], tiene en cuenta unas diferencias de precios entre
países para los mismos bienes o servicios y expresa el poder
adquisitivo real. Hemos convertido esta cifra en euros según el
método de cálculo del Banco Mundial: para Bélgica 1 dólar PPA
equivale a 0,808 euros.
Fuentes: https://en.wikipedia.org/wiki/List_of_countries_by_GDP_(PPP);
https://data.worldbank.org/indicator/NY.GDP.MKTP.PP.KD;
http://www.worldometers.info/world-population/world-population-by-year/;
https://data.oecd.org/conversion/purchasing-power-parities-ppp.htm.
(5)
Se estima que se trata de 350.000 a 1.3 millones de virus. Fuente:
The
Economist.
(6)
Se podría definir la planificación económica como la capacidad de
imponer objetivos decididos democráticamente para el desarrollo
económico sostenible. Hay diferentes grados y niveles de
planificación. La planificación debe ponerse en práctica de manera
cualitativa, es decir, en relación a las necesidades humanas
vitales, y en que se debe evitar la aplicación de una planificación
burocrática.
(7)
“Geciteerd in een Interview,
Solidair,
julio-agust
de
2020, p. 31.
Traducido del neerlandés por Sven Magnus.
Fuente: https://www.dewereldmorgen.be/artikel/2020/07/20/het-neoliberalisme-in-ademnood-maar-komt-er-nu-ook-eindelijk-een-einde-aan/
Por | 30/07/2020 | Economía
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