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El virus no es inteligente, no tiene
conciencia ni es reflexivo. Los seres humanos poseen, en teoría, dichas
cualidades. Sin embargo, en esta crisis, donde es obligado ser prudentes
y no buscar chivos expiatorios, emerge una especie que se multiplica, los estúpidos.
El combate es contra prelados,
deportistas, cantantes, académicos, periodistas, premios Nobel,
científicos, políticos de tres al cuarto o expertos. Luchar contra la
estupidez constituye una necesidad vital. Hay quienes se escudan en
títulos, publicaciones o sus instituciones para decir estupideces.
Como ejemplo, el manifiesto de
la “Fundación Internacional para la Libertad”, encabezado por Vargas
Llosa, y seguido de ex presidentes, escritores, periodistas, políticos,
empresarios y economistas, entre otros José María Aznar, Fernando
Savater, Álvaro Uribe, Macri, Zedillo, Sanguinetti, Cristiani, Jorge
Castañeda, Krause, Jorge Edwards, Albert Rivera, Esperanza Aguirre,
María Corina Machado, Cayetana Álvarez de Toledo, ex ministros,
politólogos y gente de bien, hasta más de un centenar. Ellos, llaman la
atención a un confinamiento que impide trabajar, producir, generar
riqueza, persigue políticamente, ataca la empresa privada, la democracia
liberal y la economía de mercado. El enemigo, como siempre, la
Internacional Comunista y el populismo.
En esta dirección de estúpidos, sobresale
el canciller de Brasil, Ernesto Araujo, quien, en sincronía con el
manifiesto declara que el coronavirus, camuflado bajo la ideología de
género, el cientifismo y el alarmismo climático, es una invención del
marxismo y una conspiración para implantar el comunismo, usando la OMS a
fin de consolidar un orden sin naciones y libertades y sin espíritu.
Carlo Cipolla, uno de los historiadores más destacados del siglo XX, escribió Las leyes fundamentales de la estupidez humana. Cipolla abría el ensayo:
“La humanidad se
encuentra […] en estado deplorable. La especie humana posee el
privilegio de cargar con un peso añadido a los problemas cotidianos,
representado por un grupo de personas más poderoso que la mafia, que el
complejo militar industrial o la Internacional Comunista. Se trata de un
grupo no organizado, que no se rige por ninguna ley, no tiene jefe, ni
presidente, ni estatuto, pero que consigue actuar en perfecta sintonía,
como si estuviese guiado por una mano invisible, de tal modo que las
actividades de cada uno de sus miembros contribuyen poderosamente a
reforzar y ampliar la eficacia de la actividad de todos los demás
miembros. Se refería a los estúpidos.”
Luego estableció cinco leyes para explicar su comportamiento.
Primera ley: siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo;
Segunda ley: la
probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es
independiente de cualquier otra característica de la misma persona;
Tercera ley ó ‘ley de oro’:
un estúpido es alguien que causa daño a otro u otros sin obtener, al
mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo perjuicio;
Cuarta ley: los
no-estúpidos subestiman siempre el potencial nocivo de los estúpidos.
Los no-estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier
momento y lugar, y en cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse con
estúpidos se manifiesta infaliblemente como costosísimo error, y
Quinta ley: la persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe. Corolario: el estúpido es más peligroso que el malvado.
Cipolla no ha sido el único en escribir sobre la estupidez. Jean Paul Richter dijo en su Elogio de la estupidez (1782):
“Están demasiado
imbuidos por una sensación de superioridad que hace que la expresen
mediante el odio y el desprecio… Tendrían que no quererse tanto para no
odiar al hombre ilustrado”.
Igualmente, el potencial de los estúpidos
para perjudicar a los demás, dirá Cipolla, está en función del grado de
poder y la autoridad que atesoren.
El manifiesto Vargas Lloza
es buen ejemplo de la variedad de especímenes que lo integran. Pero
Cipolla va más lejos; subraya que las acciones de los estúpidos no se
ajustan a la racionalidad:
“nos toman por
sorpresa…, incluso cuando se tiene conocimiento del ataque no es posible
organizar una defensa racional, porque el ataque carece de cualquier
tipo de estructura racional… ante comportamientos erráticos es
extremadamente difícil cualquier contraataque…”
Su conclusión es demoledora:
“Con la sonrisa en los
labios […], el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus
planes, destruir tu paz, complicarte la vida y el trabajo, hacerte
perder tiempo…, el buen humor, el apetito… y todo… sin remordimientos y
sin razón. Estúpidamente”.
En este orden, podemos situar a Trump, Bolsonaro, Boris Johnson o Sebastián Piñera. Pero no menos un sinnúmero de expertos a posteriori que dicen conocer las causas y plantean soluciones a la pandemia, todos en el poder político.
Asimismo, estúpidos que hablan de ‘un cambio’, para mejor, en los comportamientos sociales colectivos:
“Seremos más
responsables, solidarios y comprometidos con el ambiente. Los corruptos
mutarán en honrados, los narcotraficantes se entregarán a la justicia,
los empresarios darán beneficios a sus trabajadores, los bancos darán
préstamos a cero por ciento de interés, se financiará la sanidad
pública, se perseguirá el fraude, se acabará con los paraísos fiscales, y
por fin la cultura gozará de buena salud. La pobreza desaparecerá, las
trasnacionales dejarán de sobrexplotar la naturaleza y las empresas
contaminantes se volverán ecológicas…”
No se puede ser más estúpido. Recuerden: no se junten con ellos porque se contagia.
https://elsudamericano.wordpress.com/…/pandemia-de-estupid…/
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