Lo comentábamos en el artículo
anterior: los alimentos no dejan de viajar. Pescado, carne, soja, leche
o galletas milkilométricas en rutas de despropósitos destrozando el
clima y los sistemas agrícolas locales. Pero, ¿en qué viajan?
Mayoritariamente en barco, y si visitan en internet algunas de las muchas páginas que muestran ‘rutas marítimas comerciales’ los podrán observar.
Encontrarán mapas mundiales que, bien en directo o bien de años
anteriores, sitúan a los cerca de 60.000 barcos de carga que están
constantemente -todos los días- moviéndose en los océanos de planeta,
representados por puntitos que corren por la pantalla como los
protagonistas del antiguo juego del comecocos pero sin nadie que se los
trague; de hecho, cada vez hay más.
Muchos transportan petróleo, el
resto transportan contenedores repletos, entre otras cosas, de materia
prima agraria y alimentos.
Este sistema de transporte es una de las explicaciones del (supuesto)
precio barato de los productos que tenemos en el supermercado.
El
revolucionario sistema de los contenedores apilados como piezas del
Tetris ha conseguido generar una economía de escala. Cualquiera de esos
puntitos en movimiento es un buque de 300 o 400 metros de eslora (la
longitud de tres o cuatro campos de fútbol unidos) que con solo 20
operarios puede cargar hasta 80 mil toneladas de productos.
Añadan los
tejemanejes y ahorros que consiguen navegando con banderas de
conveniencia, las condiciones a las que se somete al personal y el tipo
de combustibles residuales y muy contaminantes que utilizan para
comprender el porqué de esos (supuestos) bajos costes.
Desde el pasado 22 de agosto ya podemos ver un nuevo puntito moviéndose
entre el puerto de Dajla, en los territorios ocupados del Sáhara
Occidental, y Algeciras. La propiedad de los barcos es la empresa
francesa CMA CGM, junto con Maersk, una de las más grandes del sector.
Mucho me temo que será un trayecto de éxito y rápida consolidación
porque está diseñada para el boyante negocio del comercio de los
productos hortícolas y pesqueros que grandes empresas cultivan y pescan
en tierras y aguas saharauis que no les pertenecen y que distribuyen por
toda Europa.
Otra ruta más que fortalece un sistema alimentario que mucho se parece
al turismo ‘low cost’. Muchos alimentos viajando por muchos lugares a
precios muy baratos. Pero como este turismo, las consecuencias son (sin
ninguna suposición) muy caras.
Solo los barcos comerciales representan
un 4% de los gases con efecto invernadero, se calcula que más de 1,5
millones de marineros trabajan en condiciones injustas y vulnerables y,
en tierra, cada vez son más las personas que no pueden vivir de sus
producciones locales.
En este caso, con el apoyo incondicional de la
Unión Europea que, periódicamente, renueva los tratados de comercio con
Marruecos reforzando ilegalmente la ocupación marroquí del Sáhara
Occidental.
El Periódico de Catalunya, 27 septiembre 2019. Gustavo Duch
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