viernes, 23 de agosto de 2019

La cuenta pendiente de Alemania con la comunidad afrodescendiente


Alemania colonias Nueva Guinea
  
 Colono alemán con dos hombres de Nueva Guinea, aproximadamente en 1897


Alemania ha realizado un esfuerzo titánico para saldar cuentas con su pasado nazi: no hay calle o plaza en la que no se recuerde a las víctimas del Holocausto, ya sea a través de las famosas stolpersteine o con monumentos, placas y homenajes, como los que tienen lugar cada 9 de noviembre en la sinagoga de Berlín (noche en que se produjo la kristallnacht) y al que acuden los más altos dignatarios.

 Pero poco o nada se habla del pasado colonial del país y la comunidad afroalemana sigue siendo invisible.


Hace un año Boateng se quejaba públicamente de las muestras de racismo que lleva recibiendo desde niño. El futbolista, nacido en Berlín, también fue objeto de insultos cuando en 2016 protagonizó una campaña junto al resto de la selección alemana: todos los jugadores aparecían retratados, de niños, en unas famosas chocolatinas.


Una de las facciones de Pegida, al ver la campaña, anunció un boicot a la marca por usar niños “no alemanes”, haciendo el mayor de los ridículos pero mostrando una realidad desagradable: la de una Alemania racista diametralmente opuesta a la de la apertura de fronteras a refugiados que Merkel mostró a Europa.


“La gente del este, como otros grupos de Alemania, han sido dejados de lado y ahora están buscando su autoestima, pero desgraciadamente lo hacen a través del nacionalismo, y la culpabilización de los migrantes y refugiados por sus problemas”, explica Jeff Klein, asesor político y organizador de la comunidad en la asociación EOTO (acrónimo de Each One Teach One, Cualquiera Puede Enseñar a Cualquiera).


Klein va más allá: “Mucha gente en Alemania cree que para ser racista tienes que ser un nazi, pero hay que entender qué es el racismo y qué es el privilegio blanco, y para lo que lucho es para que la gente de color deje de ser invisible, porque por supuesto que la AfD está tan a la derecha que su racismo es muy obvio, pero hay un racismo que también tiene lugar en los llamados espacios liberales y que puede ser más peligroso porque es más difícil de señalar”.


El camino hacia la visibilización


EOTO es una organización que nace en 2012 en el barrio de Wedding. La elección no es casual: “Aquí hay muchas calles que conmemoran el pasado colonial de Alemania, así que queríamos estar en este barrio para arrojar luz sobre su historia y para reclamar esos espacios, pero luego también sucede que muchos emigrantes africanos viven en esta zona”, explica Klein a El Salto.


Lo que empezó siendo como un proyecto de barrio en que el eje central era una biblioteca que servía de archivo y documentación sobre la historia de la comunidad afroalemana se ha convertido en una asociación que crea espacios seguros para los jóvenes, asesora a quienes sufren microagresiones racistas, asesoran en las escuelas y además, desde el mes pasado, trabajan en “un informe sobre actitudes racistas y antimigrantes en Berlín para hablar con la clase política y quienes toman las decisiones a nivel local, nacional y europeo para que tengan en cuenta la perspectiva negra y trabajar juntos para encontrar soluciones”.


Katja Kinder, de la asociación de mujeres ADEFRA, explicaba en una entrevista realizada para Vogue que, aunque el origen de su nombre habla de la mujer afroalemana (Afrodeutshe Fraeuen) ahora prefieren interpretarlo como “mujer con coraje, que es lo que Adefra significa en amárico”.


 La propia Kinder contaba que fue la lectura de Confessing color de Lorde y la presencia de la activista en Berlín lo que le animó a crear ADEFRA en los años 80.


Desde entonces la asociación ha luchado por crear espacios seguros para mujeres, lesbianas y transexuales.


 Ese enfoque feminista e interseccional es el que les diferencia de ISD (acrónimo para Iniciativa para los Hombres Negros de la República Alemana: Initiative Schwarze Menschen in Deutschland Bund), que el pasado verano se adueñaron momentáneamente de Mohrenstrasse (calle del Moro) tapando el rótulo con el nombre y cambiándolo por el de Anton Wilhelm Amo: una acción fugaz, pero lo suficientemente llamativa como para llamar la atención de los medios.


“En Alemania se cree que existían colonias, pero que no duraron mucho tiempo y que no tuvieron mucho impacto en África o en su gente.


 Pero hay mucha gente que fue esclavizada y luego traída a Alemania, porque entre la aristocracia estaba de moda tener esclavos y los traían y los llamaban ‘mohr’ y en muchos de los emblemas de esas casas aristocráticas aún se puede a ver a gente de color, cientos de ellos, porque en esa época simbolizaba riqueza y prosperidad.


 Anton Wilhelm Amo es uno de esos alemanes que, como hombre libre, fue una pieza fundamental para contrarrestar la narrativa de la época con respecto a la gente de color que decía que eran inferiores a los blancos.


 Por ejemplo, Immanuel Kant, a quien se considera padre de la filosofía, escribió sobre la jerarquía de la gente, y ponía a la gente de color en la base, al final. Amo se preguntaba cómo se podía hablar de derechos humanos si no se consideraba a toda la gente merecedora de ellos”, explica Klein.


Los afroalemanes no lo tuvieron fácil durante el nazismo: aunque no se les sometió a programas de exterminación masiva, se les esterilizó, asesinó y encarceló, y muchos solo pudieron sobrevivir “participando en películas de propaganda nazi en las interpretan a africanos bárbaros con las que los nazis querían mostrar que los blancos eran superiores a los negros”, continúa Klein.


Aunque sobre el papel solo lograron plenos derechos tras la Segunda Guerra Mundial (tampoco los tenían antes de la misma), Klein apunta a la discriminación estructural o a la dificultad de ejercer la vida política: la comunidad afroalemana no ha tenido un representante en el parlamento alemán hasta 2013, año en que Karamba Diaby logró el escaño como miembro del SPD.


Pero aunque se trata de un logro importante, la gran asignatura pendiente es familiarizarse con un pasado sin el que no se pueden entender muchos de los problemas que afectan al conjunto de la sociedad: “A veces no se entiende que cuando hablamos de la época colonial no estamos hablando solo de la gente de color, sino también de los alemanes —apunta Klein—


La historia alemana nunca se va a poder entender en su totalidad si no se tiene en cuenta la época colonial porque hay una continuidad muy clara entre la época del emperador y la Alemania colonial y la época nazi: el primer campo de concentración se construyó en suelo africano, en Namibia, y por supuesto fue un experimento que luego fue retomado por los nazis, pero ya había un holocausto y los nazis, claramente, sacaron ideas de allí para lograr sus objetivos.


Y por supuesto los nazis tenían mucho interés en restaurar la época ‘gloriosa’ de Alemania y en convertir a Alemania en una potencia mundial y para ellos las colonias eran importantes y una de las razones por las que invadieron Francia fue para hacerse con las colonias.


 Un ejemplo más está en que las SA alemanas, los uniformes marrones que tenían, eran uniformes coloniales, compraron baratos los excedentes que había de las fuerzas armadas coloniales”.




 

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