Me ha parecido inquietante que El Mundo,
reflejando anoche en portada los resultados de las elecciones, añadiera
a la distribución por partidos el reparto por “coaliciones
electorales”, dando por supuesto que son dos las que naturalmente se
enfrentaban en estos comicios y las que naturalmente deben luchar por el
gobierno: por un lado la compuesta por PSOE y Adelante Andalucía, con
50 escaños, y por otro la formada por el PP, C’s y Vox, con una mayoría
de escaños a su favor (59).
¿Es una apuesta del periódico? ¿Una
tentativa de señalar el camino? ¿O una declaración ideológica que
recupera una visión de España “muy de derechas”, casi guerracivilista,
que en realidad no se corresponde –o no se corresponde todavía– con la
realidad? Sea como fuere, asusta pensar que un sector de la derecha y
del electorado tiene ya en la cabeza esta distribución “ideológica” de
las fuerzas políticas.
La verdad, de momento, es otra. La
irrupción de Vox es lo que se llama en medicina un “prolapso”; es decir,
la salida parcial de un órgano fuera del cuerpo que lo contenía. Se
habla así de prolapso uterino o de prolapso rectal. La ultraderecha “se
le ha salido” de dentro al PP y, en general, al régimen del 78, que en
Andalucía se va a recomponer –en el exterior y hacia la derecha– contra
Podemos.
Pese a la “visión” de El Mundo, pese a las
circunstancias excepcionales que llevaron a Sánchez al Gobierno, la
coalición “natural” de la situación presente es la que sigue vinculando
al PP, el PSOE y C’s. Podemos y Vox son “los extremos”. Susana Díaz, en
su primera declaración tras la debacle, invocaba esa “naturaleza” al
anunciar que se reuniría con “las fuerzas constitucionales” para frenar
el paso a la ultraderecha.
Cualesquiera que sean los resultados de esas
conversaciones, en Andalucía se gobernará con Vox o contra Vox, pero sin
Podemos. Las elecciones andaluzas “liberan” Andalucía de Adelante
Andalucía y restan suelo también al “radicalismo” de Sánchez a nivel
nacional.
España ya no es una excepción; se ha
europeizado, como nos temíamos, a toda prisa. De momento la ultraderecha
servirá, como en otros sitios, para derechizar el neoliberalismo
gobernante –so pretexto de contener el extremismo– y suprimir cualquier
sombra de alternativa por la izquierda. Luego, por la inercia misma de
las fricciones y las componendas, la ultraderecha se robustecerá y se
conformará como la única oposición política real al régimen del 78.
Esa
oposición, que hasta ahora estaba más o menos dentro y que ahora “se le
está saliendo” al PP en forma de prolapso rectal, en España se llama
franquismo. El franquismo –menuda paradoja– será muy pronto la única
alternativa al régimen del 78 surgido del franquismo. No habrá ruptura
sino “prolapso”. Se le saldrán los órganos ocultos a la transición por
todos los orificios y tomarán desde fuera el cuerpo entero.
Podemos está muerto. Andalucía era el
“muro de carga” del régimen del 78, que se viene abajo por fin, pero no
del modo en que soñamos en 2014. Habrá que echar la culpa al
neoliberalismo, que sin duda la tiene; y a la socialdemocracia, que
también la tiene; y a los partidos y medios de comunicación que
prefieren volver al siglo XIX antes que buscar una salida democrática a
la descomposición.
Pero a nadie se le escapa que Podemos ha facilitado
mucho las cosas –como las ha facilitado el fraudulento independentismo
oficialista en Catalunya– dejando en el camino jirones de ilusión.
No es
que Podemos haya empujado a sus propios votantes a Vox, es verdad, pero
no sólo no ha sabido protegerlos –a sus votantes– sino que no ha sabido
tampoco recoger ningún voto de la abstención, donde siguen enquistados
los más despolitizados y socialmente castigados y a donde han vuelto los
más politizados y culturalmente preparados.
No creo que se pueda
reprochar nada a la campaña de Teresa Rodríguez, como lo demostrarán los
próximos comicios en los que no estará ella.
Pero ni su carisma
personal ni sus forcejeos descentralizadores han bastado para que
Adelante Andalucía se librara de la sombra de Podemos, una marca que hoy
sólo llama –y a gritos– a la abstención. En otros sitios, mucho me
temo, será bastante peor.
Lo más difícil es medir ahora el impacto
que estos resultados pueden tener en las próximas elecciones
municipales. Sólo la conservación de los ayuntamientos de Barcelona y
Madrid podría frenar realmente el prolapso ultraderechista. A Podemos
habría que pedirle que, si no se le ocurre cómo ayudar, al menos deje de
poner obstáculos.
Santiago Alba Rico es filósofo y
escritor. Nacido en 1960 en Madrid, vive desde hace cerca de dos décadas
en Túnez, donde ha desarrollado gran parte de su obra.
El último de sus
libros se titula Ser o no ser (un cuerpo).
Santiago Alba Rico


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