martes, 25 de diciembre de 2018

Las manos leprosas


Que no nos toquen sus manos leprosas,
que caigan sus párpados sobre cada crimen,
que sus lágrimas incontenibles desborden los ríos
hasta ser un mar que se revela contra sí mismo.

Que su voz de acero reviente los muros y caigan sobre ellos
los cráneos amontonados siglo tras siglo.
 
Que de noche no duerman,
que la elegía más triste sea la razón de su vigilia. 
 
Que no puedan prolongar su estirpe y su legado se pudra hasta convertirse en estiércol que fertiliza.
 
Que sus casas caigan devastadas y ni siquiera las ratas quieran anidar en las ruinas.
 
Que no puedan morir.
 
Que no mueran nunca.
 
Y que las estrellas iluminen para siempre los rostros de sus víctimas. 
 
 

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