Nada mejor que hablar con periodistas y observadores extranjeros para
entrenarse en el difícil ejercicio de la síntesis. Al final del día
quedan sobre la mesa unos cuantos comprimidos.
Primero. La actuación más contundente que se ha llevado a cabo en España
contra un gobierno autónomo, por motivos políticos, tiene lugar pocas
horas después de que la línea del Gobierno sobre Catalunya haya sido
derrotada en el Congreso de los Diputados.
Las acciones judiciales y
policiales que en estos momentos tienen lugar en Barcelona no cuentan
con el respaldo explícito del Congreso. La política española está
entrando en una peligrosa fase de excepcionalidad sin el visado del
Parlamento. La legislatura puede quedar totalmente bloqueada según cómo
evolucionen los acontecimientos.
Segundo. Se está produciendo un salto cualitativo en la protesta
catalana, que el poder central parece ignorar o menospreciar. La
intervención económica de la Generalitat –sin pasar por el Parlamento–,
las detenciones y los registros están generando una ola de indignación
que sobrepasa los límites sociales del independentismo. El caudal de la
protesta se está ensanchando. Aun cuando están en desacuerdo con sus
gobernantes, la gran mayoría de los catalanes siente un fuerte apego por
la Generalitat.
Es la historia del país y es el legado de Josep
Tarradellas. Hace ahora cuarenta años, con el presidente Tarradellas
regresó la institucionalidad catalana. La nación representada por una
institución. Los pasados días 6 y 7 de septiembre, los independentistas
cometieron el inmenso error de forzar la institucionalidad catalana en
el Parlament.
Aquel día, perdieron. Mucha gente se acostó abochornada.
Dos semanas después, el aparato del Estado agarra la institucionalidad
catalana por la solapa: ahogo económico de la Generalitat –sin debate en
el Congreso–, detenciones, setecientos alcaldes imputados... Se está
activando en Catalunya un reflejo defensivo que sobrepasa el recinto
soberanista.
Tercero. La ampliación del canal de la protesta puede estar desdibujando
algunas fronteras emocionales entre independentistas y no
independentistas. Este nuevo fluido puede incrementarse en los próximos
días, según cuáles sean las decisiones del aparato del Estado. Las cosas
podrían cambiar de signo si la mayoría soberanista en el Parlament cede
a la tentación aventurera y se lanza a una declaración unilateral de
independencia.
El día 1 de octubre se está perfilando como una gran
jornada de protesta. Muchos de los centros de opinión de Madrid son
asombrosamente insensibles a la dinámica profunda de los
acontecimientos. Catalunya puede estar entrando en el ciclo histórico de
su separación de España ante el insensato aplauso de las tertulias
madrileñas. Un ciclo histórico no necesariamente corto. El día en que el
independentismo alcance una adhesión del 60% no habrá Guardia Civil que
lo pare.
Cuarto. Se están contraviniendo algunos de los consejos sabios que ha
recibido el Gobierno español en los últimos dos o tres años. Michael
Ignatieff, federalista canadiense, declaraba lo siguiente a El País hace
diez meses: “¿Se sienten los catalanes una nación? Por supuesto. Sería
estúpido, o al menos mal aconsejado, negar esa evidencia. El objetivo es
conquistar y retener la lealtad del sector moderado de la población que
se siente orgulloso de su identidad, de su lengua, y que se siente
distinto del resto de españoles, pero aun así quiere permanecer en
España”.
Quinto. Ayer hubo protestas en diversas ciudades españolas. Madrid, todo
el Arco Mediterráneo, el País Vasco, Galicia, Andalucía... Españoles
preocupados por el futuro de su país. Hay en estos momentos una gran
inquietud ante las imágenes de Barcelona. La reacción popular en
Barcelona tiene el grosor de las crisis de Estado. El Gobierno no puede
renunciar al cumplimiento de la ley y de la Constitución, pero tiene la
obligación de ofrecer perspectivas de salida. No hay autoridad sin
horizonte.
Sexto. El Partido Nacionalista Vasco, pieza imprescindible de la actual
mayoría presupuestaria, se está alejando del Gobierno. No quisiera
hacerlo, no le interesa, pero la dinámica de los acontecimientos le
empuja en esa dirección. El PNV estará en la asamblea de parlamentarios
que Podemos convoca el domingo en Zaragoza. Hace un mes, ese escenario
era imposible. Rajoy podría prorrogar los presupuestos actuales, pero se
enfrenta al riesgo de una legislatura definitivamente muerta.
Séptimo. Hay muchas preocupación en los principales gobiernos europeos y en Bruselas. No les gusta nada la dinámica en curso.
Enric Juliana, en La Vanguardia
No hay comentarios:
Publicar un comentario