ESPAÑA ES UNA MENTIRA
España no es una nación. Desde hace mas de un siglo es un accidente
político, que arrastra un fracaso nacional. Su sucedáneo, el Estado
español administra y gestiona este accidente, como un armatoste
peligroso en entredicho.
Un obstáculo para la libertad de los pueblos y
el progreso de las gentes.
La España histórica, la de los libros de
historia, es un pasado… de rosca que ya no vende.
Una historia
sospechosa, in vigilando, de conquistas, imperios y abusos con un
estrambote de cuarenta años de franquismo (1939-1978) y otros cuarenta
de dictadura constitucional (1978-2018). Blanqueada en un referéndum
justito.
Y por si alguien no lo sabe, Franco también ganó su dos
referéndums:1947 y 1967.
En esto gana a los nuevos dictadores.
Esta España falsa, de los libros y la educación oficial, nace en
Covadonga a pedradas y muere en Cuba a machetazos, agotada por penosos
siglos de violencia imperial.
En la manigua cubana fracasa la España de
Sagunto, Numancia, Las Navas, Otumba, Lepanto…y cae el mito de una
nacionalidad, que nunca existió. Cuyos atributos, como escribió Malleda
eran: “fantasía, pereza, ignorancia y rutina”.
Una España que llevaba a
Hernán Cortés en la bragueta y al Cid, bajo la boina.
La
clamorosa inferioridad militar española se hunde definitivamente en
aguas del Caribe, frente a los EEUU. Culmina entonces la caída de un
imperio de zánganos hidalgos y reyes holgazanes.
Cuando el suelo del
imperio se hunde, cae sin alternativa el proyecto de nación y la idea de
España, que descansaba sobre el expolio ultramarino y la servidumbre de
millones de campesinos.
En medio de la gran crisis del 98, surgirá
aquel regeneracionismo de Cámara de Comercio, que culpa a la oligarquía y
al caciquismo de todos los males.
Los regeneracionistas del 98,
trataron entonces en vano de espabilar a su colegas. Siguiendo el
derrotado camino de antecesores como los ilustrados, los racionalistas o
los arbitristas de siglos anteriores.
La burguesía periférica
(catalanes, vascos) aliada con los trigueros de la meseta y los
aceitunos andaluces, encuentra un respiro intelectual en los Costa,
Malleda, Picavea, Isern y otros que quieren convertir la derrota del
imperio, en Estado hidraúlico. Albacea de la crisis y sublimación de la
nación que no existe o de la raza, que no se ve.
Serán los mimbres
necesarios para educar a las clases medias emergentes, en el
patrioterismo pre-fascista que tanto aprovechó el 18 de julio, como
carne de cañón y banderín de enganche, para mantener el estado de los
negocios en sus altos dividendos.
De este modo, España se
convierte en el sujeto agente de una identidad que se descompone antes
de definirse. Provocando el nacimiento de los intelectuales mesetarios
del 98, críticos con la España nacional y enamorados de la Castilla
nutricia.
Que adopta el regeneracionismo, congénito y fracasado,
atravesando el quehacer público español desde Cánovas hasta hoy, pasando
por las tres dictaduras (la de Primo de Rivera, la de Franco y la de
1978).
La crisis es también aprovechada por los pueblos
peninsulares sometidos: Euskadi, Catalunya, Galiza… Que han iniciado su
propio despegue nacional, denunciando que España como comunidad
histórica no tiene nada en común, con ellos.
Como supuesto nacional, a
partir de aquel Galeuzka prefigurado desde finales del XIX, lo que iba a
ser España se resume en un fracaso, que solo se mantiene vampirizando
la diversidad de las colonias interiores. En el mosaico de pueblos
joseantoniano, no hay nada nacional que pueda llamarse España.
A pesar
de lo subvencionados esfuerzos de la historiografía jacobina. La
historia de los pueblos “españoles”, por mucho que se intenten falsas
ecuaciones y sumas imposibles, no puede construir una veraz Historia de
España.
Debido a esto, los continuos esfuerzos de la
España-estado por encontrar a España-nación se convierten en otros
tantos zarpazos militares sangrientos. Como habían sido las guerras
contra Catalunya del s. XVIII y fueron las del XIX contra los vascos. A
lo que se añade el sangrado brutal de 1936, contra todos.
Con Franco,
España se convierte en un proyecto definitivamente trasnochado, con el
objetivo de mantener la unidad territorial del absolutismo borbónico y
el patrimonio cultural castellano.
Abusivamente llamado “español”. Como
hegemonía nacional, la Historia de España no aparece, desde entonces, en
el cruce de reclamaciones de las jóvenes nacionalidades, que cuartean
el Estado y sus imposiciones.
Si se descuentan de la Historia de
España, las historias de las naciones prohibidas y la crónica de su
represión, solo queda un páramo extenso. Imposible de llenar con una
contradictoria y contestada Constitución.
Por mucho que sirviera, en
1978, a una Transición militarizada y a unos partidos pre-corruptos. Lo
que se llama Historia de España, pasó entonces, a ser la suma de las
historias robadas a otros pueblos. El día que se juzguen estos robos,
España quedará sin datos propios, sin identidad, sin carisma, sin
libertad. Como escribió Picavea: “Una enfermedad, agravada desde el
siglo XVII”.
Una mentira, que se desmiente a cada paso.
España se
avergüenza, con los del 98, de su pereza, rutina, ignorancia e
imperialismo. Y con el franquismo la españolidad se retira confusa, de
las mentes y conciencias. La quiebra se acelera. Sin Cuba, ni los
últimos de Filipinas, sin Imperio…
España no es nada. Salvo sus pretores
franquistas, que mandan disparar a las tropas en las naciones ocupadas. A
finales de siglo, se ha convertido en un mendigo llamando a la puerta
de Europa, que vive de las migajas de sus turistas.
Donde no la dejan
entrar por sus impresentables señas de identidad política. Y a medida
que las nuevas historiografías, de las colonias interiores, encuentran
la verdad histórica, se resiente la falsa identidad española que hacía
guardia junto a los luceros.
España pierde historia y se descompone
vieja y maloliente, con la puja de los nuevos aspirantes a Estado. Y
empieza el siglo XXI, con una ley dictatorial insostenible y una nueva
crisis, que recuerda cada vez mas al 98.
Porras contra votos
Pero también es cierto que hay otra España. Sensata y abochornada con
su curriculum imperial. Una España que de verdad merece el nombre de
regeneracionista. Una España, sin embargo, que sigue en el limbo de la
Historia y la política. Sin conseguir hacerse oir. Sin presencia
política, ni existencia social suficiente.
Para poder cambiar las cosas
de oficio. Estos españoles conscientes nunca han logrado imponer su
sensatez, ni su progresismo, en el imperio. Son los otros perdedores.
Herederos de la línea liberal, de los educadores de la libre enseñanza,
del movimiento obrero y social de los años treinta, de los republicanos
que perdieron la guerra y la postguerra.
Han estado siempre marginados y
arrastrados por los campeadores. El drama de los españoles de esta
historia triste es que se ven identificados, a la fuerza, con un
proyecto rancio y decadente que atraviesa la falsaria historia oficial
de España y malvive de la negación de otros proyectos.
Mientras
que las naciones emergentes viven su historia en positivo y avanzan
hacia la libertad, la fracasada construcción española sigue siendo la
opresora e imperialista de antes. Disfrazada ahora con el nuevo imperio
de la ley.
El derecho de conquista, impuesto por los ocupantes. Y cuando
la derecha y el neofalangismo de corbata, quieren blanquear esta
historia, con argumentos leguleyos y antidemocracia de cuartel, tienen
que repetir la misma historia de siempre: intolerancia, negación y envío
de tropas.
El imperio español pasó a la Historia. El legado de
los RRCC, el testamento de Isabel ha caducado.
Está en la fase final de
su desaparición. Aunque ahora se agarre a la dictadura constitucional,
como último eslabón de la débil ideología que justificaba su presencia
en los territorios ocupados. Pero su nacionalismo es impresentable. No
puede sostenerse, en el siglo XXI, con desprestigiadas hazañas bélicas y
necesita otra historia.
Un recambio menos triste que la Historia de
España del padre Mariana. Las “glorias” españolas de mayor duración: el
imperio y el franquismo, hace tiempo que han sido repudiadas. Nefastas e
irrepetibles, no sirven como pórtico para una historia nacional, que no
existe. Y la salida dictatorial del 78, se agrieta y cuartea por los
eslabones mas débiles.
Nadie se atreve a reivindicar la mentira
sangrienta de una Historia de España reflejo de su propia crisis, como
nación cuartelera, sostenido con analfabetismo y atraso. Ramalazo de su
imperio y de la dictadura personal mas larga de Europa.
Rematada hoy con
una monarquía sin legitimar y en entredicho. Que no sabe solucionar sus
problemas dejando votar a los afectados. Por eso se esgrime el
incansable argumento de la vieja ley, del 78. Que en su día blanqueó la
sucesión. Pero hoy se ha vuelto tan reaccionaria e inservible como las
anteriores.
Y prohibe el derecho a decidir, bajo la cobertura del
Tribunal constitucional de los invasores. La Inquisición constitucional,
contra la herejía política de los que quieren votar, según sus normas.
No las del derecho de conquista.
Catalunya está demostrando, a
esta España, que cuando se lleva a sus últimas consecuencias una
voluntad política de independencia, el imperio se tambalea. Tiemblan los
poderes fácticos de la ocupación, resoplan los creadores de opinión
asalariados y nadie encuentra, en sus leyes dictatoriales, la respuesta
adecuada. Es decir, aquella que no pase por el envío de tropas.
Cualquiera que sea el resultado final de esta contienda, la mentira
España ha quedado tocada. Una vez mas al descubierto la falacia que
empezó a inventar, por el siglo XVI, el padre Mariana. De cuyas ubres de
tradición, ley y orden han mamado los historiadores e historiografía
oficial desde el franquismo. Y que sirven de base a los políticos del
sistema actual.
El simple hecho de impedir por la fuerza que
alguien ejerza el derecho a voto, aunque este sea contrario a nuestros
intereses, coloca a cada uno en su sitio. España en el centro del ring,
con los guantes puestos de la intolerancia de los vencedores de espada y
armadura. Catalunya en el rincón de los perdedores, acorralados, pero
justos y racionales.
Y el resto de Europa escandalizada por la vergüenza
ajena, de ver la desigualdad pelea televisada, entre las porras y
votos. España en el sitio, que le asignó el padre Mariana, en el centro
del imperio cristiano, que siempre ha querido ser.
La España de
Frascuelo y de María, ironizada por Machado. O el pueblo de cabreros,
descrito por Gil de Biedma. Que duerme junto al catecismo y a la espada.
El ballestero que busca su presa y otea el horizonte, desde el páramo
castellano, impidiendo que nadie se mueva en sus dominios.
España
ha acabado siendo una mentira y un fracaso nacional, por que ha sido
siempre uno de esos Estados que ha basado su razón de ser en la negación
y ocupación de otros pueblos.
Pero el tiempo ha pasado y la
sensibilidad consciente, incluso de muchos españoles, se ha actualizado.
España ya no puede vivir de su imperio. Por mucho que sea el imperio de
la ley.
Tal vez Euskadi o Catalunya no puedan alardear de sus éxitos
políticos.
Porque no los tienen. Pero si de sus razones históricas
justas.
En cambio, España no puede presumir de leyes, y seguir viviendo
como si estuviéramos en el imperio donde no se ponía el sol. Estamos en
un siglo en que las ocupaciones imperiales, las invasiones
territoriales, los desembarcos de marines en otros países son odiosos y
fuera de la Ley universal.
Nadie las defiende. Nadie las quiere.
España ocupó Catalunya en el siglo XVIII. Arrasó ciudades, saqueó
pueblos…Los mercenarios borbónicos de Felipe V, acabaron con la vida de
miles de resistentes. Las leyes propias fueron suprimidas, la lengua y
la cultura perseguida.
Toda una serie de atropellos, que suelen seguir a
las invasiones en la Historia. Que se repitió, corregido y aumentado,
en la guerra de 1936. Pero recordar esto, como hacía el franquismo, ya
no prestigia a sus autores.
Ni a los actuales poderes, sucesores
directos de los autores de estas masacres históricas. Que se aprovechan
de sus concecuencias. Por eso la alianza hispanófila no lo menciona
nunca. Lo que pasa hoy es consecuencia de lo que pasó en Catalunya en el
s. XVIII. O en Euskadi en el XIX. Y mucho antes en Galiza, Canarias
etc.
El gobierno español ya lo sabe. Y su la banda de la porra,
seguirá hablando de leyes y mandando a sus marines contra los pueblos
oprimidos. Los medios tóxicos seguirán vendiendo la dictadura
constitucional “que nos hemos dado”, aunque solo la hayan votado menos
del 40% del actual censo electoral.
Y si alguien no lo remedia,
en Nochebuena tendremos que apagar el televisor. Otro año mas. Para no
escuchar una vez mas hablar de la mentira España.
http://www.pakitoarriaran.org/…/articulos/4659-espa%C3%B1a-…