Nosotras, que no somos costilla, sustento del patriarcado
Nosotras, que no somos corriente, contra el sentido normal de las marchas
Nosotras que no somos ramas que somos raíces
Nosotras que no somos tendencia ni colores ni lilas, ni violetas, ni rosas ni cuerpos en venta, escaparates con bonitas ofertas
Nosotras que sufrimos las violencias, las del Estado, las familiares, las de pareja las propias y las impuestas
Nosotras las abuelas de la Plaza de Mayo
Nosotras las nietas de la guerras
Nosotras pacifistas sinceras las camareras de pisos las heroínas sin calles las que protestan en alto las punkys en catedrales las madres de Alfon y Carlos
Somos Ester Quintana Somos Patricia Heras
Nosotras las sufragistas, las anarquistas las de la huelga de sexo Lisístratas en Grecia, Colombia o Kenia
Es prácticamente imposible que el ‘no’ a Rajoy triunfe en el Comité
Federal del PSOE. Porque los mismos miembros de ese órgano que hace dos
semanas votaron por mayoría echar a Pedro Sánchez secundarán la
propuesta de abstención. Queda por saber cuántos de los que entonces
apoyaron al secretario general cambiarán ahora de bando. No puede haber
otro tipo de sorpresa.
Los socialistas saldrán de la reunión divididos y
muy enfrentados y así seguirán en el futuro previsible. En esas
condiciones, la gestión de la política de oposición se antoja muy
difícil y estará marcada por la debilidad orgánica y operativa. Lo cual
tenderá a conferir a Podemos el protagonismo de esa oposición. La
incógnita está en saber si el partido que dirige Pablo Iglesias estará a
la altura de tal tarea.
Hoy por hoy no hay nadie ni nada que pueda unificar las dos
corrientes que existen en el interior del PSOE. Una que mira al pasado,
que cree que las políticas de centro-izquierda y de cerrazón frente a
los nacionalismos aplicadas durante décadas son las únicas que pueden
frenar la caída electoral de los últimos años. Y, sin propuestas muy
claras al respecto, otra que cree que hay que cambiar de orientación,
que hay que escorarse a la izquierda para recuperar una parte del voto
que les ha arrancado Podemos y que en ese camino hasta puede que haya
que abrirse a acuerdos tácticos con los independentistas.
A esa disyuntiva se añaden las muchas heridas aún abiertas de pasados
enfrentamientos, las enemistades irreconciliables sin cuento, los
deseos de renovación interna, las ansias por acabar con los poderes
fácticos del partido, los intereses localistas y regionalistas de todo
tipo y, sobre todo, las enormes dosis de intolerancia hacia el rival que
se producen en las organizaciones en declive.
Sólo un nuevo liderazgo
incontestable y basado en un proyecto ilusionante y creíble podría
modificar ese estado de enfrentamiento interno sin cuartel que, además,
viene de muy lejos. Y nada de eso aparece como posible en el PSOE ni hoy
ni en el medio plazo en el que puede jugarse la suerte definitiva del
partido.
Para un partido en esas condiciones, la oposición es un reto que
seguramente ahondará la división interna. Si la hipótesis más probable
es que una parte del grupo parlamentario rompa la disciplina, no se
abstenga y vote ‘no’ en la investidura de Rajoy, es previsible –si no
seguro– que esos diputados, y quién sabe si alguno más, rechacen un
entendimiento del PSOE con el PP en el próximo debate presupuestario.
A la derecha no le importarán tales desgarros, le bastará con que una
parte del PSOE secunde sus propuestas. Al menos en las cuestiones
corrientes, aunque decisivas, como el presupuesto o las otras muchas
pendientes de similar porte. Tal vez no tanto cuando lo que haya que
afrontar es el extraordinario conflicto del Estado central con Cataluña.
Ahí las voces discordantes con la ortodoxia del nacionalismo español
pueden tener más peso.
Pero la división, además de amenazar con una ruptura definitiva,
puede ser paralizante para el PSOE.
La mayor parte de crónica de ese
desastre está aún por escribirse. Falta el capítulo del futuro congreso
socialista, del que habría de salir la nueva dirección y puede que hasta
la escisión de los que no se sientan representados por ella. Y también
el resultado de las próximas elecciones. ¿Quién o qué puede disuadir al
PP de disolver las cámaras cuando haya obtenido sus objetivos inmediatos
en las actuales y vea al PSOE abocado a un desastre electoral? ¿A
partir de la vuelta del próximo verano, por ejemplo?
En esa perspectiva, Podemos aparece como una referencia que hasta
ahora no ha sido. En el último mes sus posibilidades de convertirse en
el protagonista de la oposición a la derecha han crecido en una medida
que nadie podía prever tras el chasco de los resultados electorales del
26-J. Su objetivo fundacional de acabar con el bipartidismo que ha
dominado la escena política española de los últimos 40 años parece más
próximo que nunca, al menos en lo que se refiere a una de las dos partes
de esa fórmula. ¿Sabrá Podemos gestionar ese éxito imprevisto o
naufragará en la inmensidad de la tarea que le puede caer en las manos
casi sin proponérselo?
Surgen todo tipo de dudas a la hora de responder a esa pregunta.
Algunas son las mismas que se plantearon cuando hace unos meses se
comprobó que las urnas habían defraudado sus expectativas electorales.
Dudas sobre la eficacia del pacto con Izquierda Unida y el sesgo
ideológico que este implicaba. Dudas sobre la solvencia de su programa,
sobre la consistencia de sus proyectos políticos de transformación de la
sociedad. Dudas sobre la preparación y la experiencia políticas de sus
dirigentes. Dudas, en fin, sobre la capacidad de Podemos para ofrecer
una propuesta de futuro y de no ser únicamente un instrumento para el
rechazo del presente y del pasado.
En los últimos tiempos, dos capítulos se han añadido a esa lista. Uno
es el de la consistencia del partido Podemos, suscitado por las
desavenencias internas que se han registrado en el mismo. Esa dinámica
parece haberse frenado. La crisis del PSOE y la aparición en el
horizonte de nuevas posibilidades de actuación han debido contribuir
mucho a eso. Lo que queda por saber es si el debate interno abierto va a
contribuir a que Podemos avance en la solución de sus problemas y
carencias o si se va a limitar a dilucidar una lucha por el poder, que
existe y que no se limita a la querella entre sus dos principales
dirigentes.
La otra es la posición de ese partido en lo que algunos llaman la
cuestión territorial y otros el modelo futuro del Estado español. Hasta
ahora Podemos ha resuelto el asunto afirmando sin mayores matizaciones,
que son imprescindibles, que España es un estado plurinacional y
expresando su apoyo al derecho a decidir de los ciudadanos de las
nacionalidades históricas. Está claro que eso podía bastar para juntar
al partido con las confluencias catalana, vasca, gallega y valenciana en
un mismo proyecto electoral. Pero ahora hay que dar algún paso más si
se quiere ser una referencia política general. Aunque eso plantee serios
problemas de entendimiento con las citadas confluencias, cuya vocación
de ir por su cuenta es cada vez más clara.
Contrariamente a lo que se pensaba hace muy poco, ante Podemos se
abre la oportunidad de dar un salto adelante. En el Parlamento y en la
sociedad, en contacto con lo que de protesta bulle en la misma. Sus
insuficiencias actuales y el previsible redoblamiento de los ataques y
del ninguneo por parte de los que se oponen a cambio y de sus
instrumentos mediáticos pueden frustrarla. No se pueden hacer
pronósticos sobre cómo terminará la película.
Más de lo que se esperaba aunque no todo lo que sabe. Paco
Correa, alias “D. Vito”, alias “Il Padrino” ha decidido cantar. Eso sí, lo hace
a su modo. Da la nota buena en algunos casos, mientras que calla, otorga o
defiende y ampara según qué y a quién.
Tal como hace el verdadero “Padrino”, cuida de su “familia”
(mafiosa), eso sí, desprecia y castiga a los traidores y mantiene el tipo con
los poderosos sin llegar a acusarles abiertamente. Se ceba con quien puede pero
sabe que en la mafia no hay enemigo pequeño so pena que se acabe con él.
Y sí, la historia de Gürtel no podía empezar de otra manera.
Al igual que la película del otro Don Vito (Corleone), la de Don Vito Correa
también empieza con una boda. Una boda en El Escorial, donde se reúnen todos
los miembros de la familia. ¡Qué bonito!
Como buen mafioso, Don Vito Correa, cercado por las
circunstancias y la justicia, decide cantar a su manera. Empieza diciendo que
él no es un mafioso, ¡faltaría más!, aunque demuestre un código del honor
propio de la “Cosa Nostra”. Correa asevera que lo suyo no es delinquir, sino
hacer negocios, hacía lo que todo el mundo.
Niega que conociera la palabra cohecho, él simplemente hacía
regalos a quien le servía, a cambio de comisiones, como todos, si no sería un
desagradecido. Entregaba dádivas que no podían ser rechazadas (coches, fiestas,
viajes, dinero en efectivo). ¿Cómo no lo iba a hacer si le estaban dando el 3%
de los contratos conseguidos?
La culpa de que lo suyo haya ido a más la tiene Baltasar
Garzón, que fue quien empezó la instrucción de su causa. Porque sumido en
implicaciones políticas se dejó llevar por la venganza, cuando todo podía haber
sido arreglado con una colleja y una multa administrativa. Luego pagó su inquina,
porque se lo cargaron. Recibió una inhabilitación, aunque más propio hubiera
sido una cabeza de caballo.
Y si defraudó Haciendo no fue por ahorrar dinero, fue por
cuestiones ideológicas. Decepcionado por el sistema le dijo a su asesor
financiero: “Luis Miguel, quiero ser opaco, pero legal”.
Una combinación,
seguramente difícil, pero que él intentó. Y buscó paraísos fiscales y comenzó a
comprar inmuebles y bienes en otros países. Eso sí, que quede claro, no fue por
evadir impuestos sino porque le falló el sistema, ¡pobrecillo!
Fíjense si era desgraciado, que se vio obligado a vivir en
la calle Génova, con lo bonita que era su casa. Pero claro, tenía que tener
cerca a Bárcenas y además allí le prestaban los sobres que él rellenaba
constantemente, sin que le dejaran tiempo para disfrutar de la otra familia.
Su
verdadera “familia”, su verdadera casa, estaba en Génova. Es lo que tiene ser
un simple trabajador.
Como buen capo mafioso su faceta protectora con la “familia”
ha quedado bien fijada. Al pobre “Bigotes”, que es una persona excelente y buen
trabajador, le mandó a Valencia porque tenía problemas financieros cuando le
conoció. No sabía que tenía que liquidar el IVA y se quedaba con el importe del
impuesto. ¡Minucias!
Tampoco podía faltar el traidor. Un tal José Luis Peñas, un
Judas al que Correa anunció que cuando dejara de ayudarle –de pagarle por sus
servicios-- le traicionaría. Y ahí han quedado las grabaciones probatorias.
Y
así fue. Con él empezó todo.
Y llegó un día en que el Partido Popular perdió el poder del
gobierno central y se tuvo que reinventar el trabajo. Menos mal que el PP tenía
poder en algunas autonomías como Valencia o Madrid, y allí, directamente o por
medio de hombres de su confianza, de su familia camorrista, continuó con su
digna acción y ayudó en campañas electorales, gracias a empresas generosas como
OHL, Dragados o ACS, y consiguió mantener viva la llama de la corrupción actividad laboral.
Hoy, injustamente, en vez de darle la medalla al mérito del
trabajo, le juzgan, sin entender que este hombre ha sido capaz de conseguir
algo impensable. Que un partido, el PP, haya ganado elecciones dopado, y que su
ejemplo haya cundido entre otros peperos de pro, que le han imitado (Granados y
otros).
Mientras, sin que nadie se explique por qué, este mismo partido cuantos
más Correas salen a la palestra, más votos saca.
No me dirán que este relato no tiene magia, o quizás mafia.
A veces pienso, que me perdonen mis viejos compañeros y los
que hoy les han tomado el relevo, que el PP, en lugar de gaviotas o lo que
quieran decir que son las aves carroñeras que les representan, lo que tiene es
un ejército de loros que se despliega para aterrizar sobre los hombros de
quienes han de escribir sobre él, loros disciplinados y bien aleccionados que
instruyen y aleccionan a los periodistas sobre lo que debieran ver en lo que en
realidad están viendo.
Ayer, el mecanismo funcionó a la perfección, al menos por
unas horas, porque se repitió hasta la saciedad que Correa, con su declaración,
estaba exculpando a Rajoy, algo que me dejó perplejo y que un análisis más
minucioso y menos interesado de las palabras del mafioso ejecutor de las
órdenes de la no menos mafiosa dirección del partido al que servía deja claro
que no es cierto, porque el discurso de Correa, muy medido, deja innumerables
hebras de las que tirar para poner al descubierto toda la trama, en Madrid, en
Valencia y en todas partes.
Los delitos de los que habló ayer y seguirá hablando hoy
Francisco Correa no fueron cometidos en desiertos remotos ni en montañas
lejanas, lo fueron, en su mayor parte, en la sede del PP en la calle Génova, 13
de Madrid, lugar donde tienen despacho todos los dirigentes importantes del
partido y por cuyos pasillos circularon aquellos sobres tan comprometedores y
de origen tan incierto, de los que más de uno fue a parar al bolsillo del
propio Rajoy.
Lo que está haciendo Correa, con la innegable connivencia de
la fiscalía es descender a las cloacas del PP, señalando el camino a quienes le
siguen, aunque iluminando sólo al frente, por lo que se hace necesario que
acusadores y periodistas escudriñen en todos los rincones por los que este
"Don Vito" que no lo es, porque obedecía órdenes y servía a unos
intereses muy claros, ha pretendido pasar como sobre ascuas.
Correa señaló al PP valenciano, responsable en gran medida
del afianzamiento de Mariano Rajoy en la presidencia del partido, como un lugar
a investigar, pero también citó claramente actividades para las que era
necesaria la concesión o el contrato del gobierno, que, según él, se otorgaban
a cambio de comisiones y mordidas. Bastaría con cotejar fechas y cargos, para,
tirando del hilo apropiado, sacar la correspondiente ristra de chorizos.
En mi opinión, Rajoy, que ha pasado por varios ministerios,
que se ocupó de campañas electorales y que ha tenido siempre cargos en el
partido, en absoluto queda a salvo de las acusaciones de Francisco Correa, como
tampoco queda a salvo José María Aznar, presidente del partido en los tiempos
en que Correa aterrizó en Génova, de la mano de Alejandro Agag, el que llegaría
a convertirse en yerno de tan siniestro personaje en la no menos siniestra boda
de El Escorial.
Basta con mirar desde abajo, con dejarse llevar, no mucho, sólo
lo suficiente, del resentimiento de quien ha visto hundirse su país en manos de
tan ilustres corruptos.
Por eso me enciende la sangre el silencio vergonzante e
hipócrita del falsario Albert Rivera.
Por eso me llevan los demonios cuando
escucho decir al presidente de la gestora del PSOE que todo lo que estamos
oyendo, esa basura, esa delincuencia de cuello blanco, ese tres por ciento de
sobrecoste en todo lo que contrataba la administración, las administraciones,
no debe ser una barricada que impida hablar a los buenos con los malos.
Por eso
me revienta escuchar a la Dolores Cospedal decir que eso pasó hace años o a
Pablo Casado decir que él estaba en COU, como si uno y otro no hayan disfrutado
de los resultados de toda esa trama mafiosa que, ayer, Don Vito puso al
descubierto con la naturalidad del que habla del tempo en un ascensor.
Pasó hace años, pero sigue pasando, y, si el país está como
está, si los corruptos se siguen dando por absueltos porque les votan, es
porque todo ese dinero que era nuestro y nos robaron, ha servido para tomar
ventaja sobre otras fuerzas políticas y porque, con él, se han callado bocas y
se ha engrasado la maquinaria de engañar.
Pasó hace años, pero sigue siendo un crimen y lo tienen que
pagar.
Los activistas muestran su preocupación por el hecho de que la violencia
policial contra los niños sin techo de Eldoret, en Kenia, se está
transformando en una operación organizada para exterminarlos.
Era domingo así que se
limitaban a pasar el tiempo y a esnifar pegamento. Las tiendas estaban
cerradas y el mercado, medio vacío. No había mucha gente en la calle y
no tenía sentido pedir limosna. Así que muchos de los niños de Eldoret
se quedaron en el vertedero de basura. Fétido y pestilente, este páramo
se había convertido en un refugio para los menores vagabundos de la
quinta ciudad más importante de Kenia, situada lejos de la capital.
“Las barracas de
California”. Así se conoce el vertedero que da cobijo a 700 niños y
jóvenes vagabundos. A menudo duermen allí y se alimentan de los restos
de comida de hoteles o de fruta que ha sido desechada por los
supermercados de la zona. El basurero también los protege de la sociedad
y de los policías locales, que no soportan el hedor.
Sin embargo, eso no fue lo
que ocurrió ese día; el penúltimo domingo de mayo. Eran casi las cuatro
de la tarde de un día frío. Algunos de los niños dormían. Otros,
esnifaban cola para calmar el hambre. Situaban sus fosas nasales cerca
de los contenedores de plástico. Algunas chicas adolescentes compartían
sus contenedores con los bebés atados a sus espaldas.
En el laberinto de
callejones situado más arriba, la policía avanzaba en silencio desde
tres frentes distintos. Los agentes municipales, conocidos como los
askaris, iban equipados con garrotes y llevaban la delantera. Los
agentes de la Policía Administrativa, una temida unidad estatal
paramilitar, los seguían con rifles y gases lacrimógenos.
Los habitantes de las
barracas de California están acostumbrados a la brutalidad policial.
Muchos de los que estaban allí ese domingo, como por ejemplo Samuel
Asacha, ya la habían sufrido en carne propia. Diez años atrás, cuando
tenía 15 años, un policía conocido por su brutalidad le arrancó un ojo.
En 2014 el mismo oficial atacó con ácido a Shereen, que por aquel
entonces tenía 10 años, y Shelagh, que tenía 14. Les desfiguró la cara.
Sin embargo, esa redada no
era como las demás. No era una acción de acoso improvisada sino una
operación meticulosamente planificada y que hasta ese momento había sido
mantenida en secreto por las autoridades de la ciudad.
“Lo hicieron sin previo
aviso”, explica Eric Omondi, que a sus 20 años es, junto con Samuel, uno
de los veteranos o “prefectos” de las barracas de California. “Fue una
emboscada. Los niños gritaban, la policía nos atacaba con gases
lacrimógenos”, explica.
Encontraron los
cuerpos de seis niños. En los dos días siguientes los cadáveres de cinco
niños más aparecieron río abajo. Los trabajadores sociales
identificaron al mayor de ellos; Zakayo, de 16 años. El más joven,
conocido como “Ndogo” o “Pequeño” tenía 9.
Los policías avanzaron en
bloque y golpearon a los chicos, que se vieron obligados a retroceder y
terminaron en el río Sosiani, que recorre el extremo sur del vertedero.
Los bebés y los niños y las niñas, también aquellos con discapacidades,
fueron empujados río abajo.
La policía los atacó sin
piedad; incluso atacó a una chica de 17 años, Mary, cuyo bebé se golpeó
la cabeza contra el suelo. Ronny, un chico de 16 años, que iba en silla
de ruedas desde que una excavadora que derribaba los refugios de los
vagabundos lo arrojó el año pasado, no tenía ninguna posibilidad de
escapar.
Mientras sus torturadores lo
golpeaban sin cesar en la cabeza y en la espalda, les suplicó que
pararan: “Les dije que si no paraban me iban a matar y me contestaron
que no les importaba hacerlo si esto ahuyentaba a otros chicos”.
Algunos consiguieron
esquivar el frente policial. Otros, no tuvieron tanta suerte y
terminaron en el río. Si querían huir de las palizas no tenían otra
opción que lanzarse al río. Las fuertes lluvias habían provocado una
crecida de agua.
Muchos no sabían nadar, pero
los más veteranos, como Omondi, habían ayudado a los más resistentes a
llegar hasta la otra orilla. Fue entonces cuando la policía volvió a
lanzar gases lacrimógenos. Los más débiles no lo pudieron soportar y
empezaron a ahogarse.
Omondi encontró el primer
cadáver. Se trataba de su amigo Francis Azmam, un chico de 13 años
conocido como “Sudi” o “el afortunado”. El cuerpo había quedado atrapado
en las raíces de un árbol que flotaba en el río. “Tenía muchas heridas
en la cabeza, en el pecho, en las costillas, en el estómago y en la
espalda”, indica.
Encontraron los cuerpos de
seis niños. En los dos días siguientes los cadáveres de cinco niños más
aparecieron río abajo. Los trabajadores sociales identificaron al mayor
de ellos; Zakayo, de 16 años.
El más joven, conocido como “Ndogo” o
“Pequeño” tenía 9.
Fue un día negro para los
chicos de la calle de Eldoret. Sin embargo, no ha sido el único día de
este año en el que han sido asesinados niños de esta comunidad.
Los activistas están
convencidos de que el gobierno local quiere terminar con los niños
vagabundos y ha decidido matarlos o, al menos, matar a unos cuantos para
que los otros opten por huir.
La oficina del gobernador
del condado, Jackson Mandago, niega estas alegaciones y asegura que las
operaciones policiales tienen por objetivo terminar con los delitos
menores. Muchas personas en la ciudad creen que los niños callejeros son
los autores de los hurtos y otras infracciones que se cometen.
Sin embargo, según la
organización Ex-Street Children Community, en febrero de 2015 se inició
una campaña contra estos menores y en la primera de estas operaciones la
policía lanzó perros contra más de 30 niños de la calle. Unos meses más
tarde, en octubre, las autoridades del condado acorralaron a un grupo
de 100 niños, los obligaron a entrar en un camión y los llevaron a
Malaba, una ciudad situada a unos 130 kilómetros y cerca de la frontera
con Uganda. Muchos de ellos regresaron a Eldoret a pie.
Los activistas señalan que
los asesinatos empezaron después de este incidente. En lo que va de año,
Ex-Street ha documentado la muerte de 14 niños, entre los que se
incluyen tres chicos que fueron asesinados por la policía mientras huían
y tres más cuyos cuerpos fueron encontrados días después de su
detención. Al menos cinco menores más fueron detenidos y han
desaparecido y otros dos, Kevin Simuyu, de nueve años, y David Kamau, de
ocho, han desparecido sin dejar rastro después de que la policía les
disparara 15 días antes de la redada en las barracas de California.
El conflicto étnico
Algunos creen que estos
ataques obedecen a una motivación étnica. Muchos de estos niños
vagabundos no pertenecen a la comunidad kalenjin, el grupo étnico del
poderoso vicepresidente de Kenia, William Ruto.
Eldoret está situada en una
región que ha sido testigo de los peores actos de violencia interétnica
del país, en muchos casos debido a tensiones políticas en torno a la
propiedad de las tierras. En 1991, los guerreros de la comunidad
kalenjin exhibieron los fetos pertenecientes a mujeres muertas de la
comunidad kikuyu en la carretera que lleva a Eldoret para expresar su
ira por la supuesta usurpación de tierras por parte de los kikuyu.
La violencia alcanzó su
punto más alto tras la reelección de Mwai Kibaki, un kikuyu, en 2007.
Más de 1.200 personas fueron asesinadas a lo largo y ancho de todo el
país, si bien los actos más sanguinarios tuvieron lugar en Eldoret.
Numerosas mujeres y niños kikuyu se refugiaron en una iglesia para
escapar de los guerreros kalenjin, que no dudaron en prender fuego al
edificio y matarlos a todos.
Si bien los kalenjin y los
kikuyu ya han hecho las paces y comparten el poder (el presidente Uhuru
Kenyatta es un kikuyu), algunos políticos locales y clérigos afirman que
los ataques contra los niños vagabundos forma parte de una campaña de
intimidación para que todos los que no pertenecen a la comunidad
kalenjin abandonen Eldoret.
“Si no paramos el asesinato
de familias que viven en la calle, la violencia irá en aumento”, indica
Peter Chomba, un legislador del condado perteneciente al partido
gobernante y que es miembro de la comunidad kikuyu. “Si analizas lo que
está pasando, llegas a la conclusión de que se trata de una campaña
meticulosamente organizada. Atacan a profesionales de ciertas
comunidades. Quieren que una sola comunidad tenga el control sobre este
sitio”.
Con independencia del
motivo, la muerte de menores de Eldoret en manos de la policía no
resulta sorprendente para los keniatas. En repetidas ocasiones, los
grupos de defensa de derechos humanos han expresado su preocupación por
el hecho de que las ejecuciones extrajudiciales se han integrado en la
cultura policial del país. Cada vez son más frecuentes los informes
relativos a la ejecución de presuntos islamistas, autores de delitos
menores e incluso defensores de los derechos humanos.
La semana pasada, el periódico Daily Nation
publicó una base de datos de 122 personas muertas en manos de la
policía en lo que va de año. La base de datos solo ha registrado dos
asesinatos policiales en Eldoret y los activistas y algunos políticos
afirman que hay un interés por encubrir los asesinatos de los niños
vagabundos.
Los legisladores del condado
indican algunos testigos que consiguieron grabar la operación policial
en las barracas de California desde edificios cercanos han sido
detenidos o la policía ha confiscado sus móviles.
Benson Juma, uno de los
responsables de Ex-Street, fue atacado por un grupo de desconocidos que
intentaron secuestrarlo y meterlo en un coche, unos días después de
presentar una docena de testigos a the Guardian.
Consiguió escapar en dos ocasiones distintas, gracias a la ayuda de los
transeúntes.
Se ha visto obligado a huir de Eldoret y se encuentra en un
lugar seguro.
Kenia celebrará elecciones
el año próximo y Juma cree que los ataques contra los niños de la calle
no harán más que aumentar. “Esto empieza a parecerse a Brasil”, indica.
“Enterramos, enterramos y enterramos a nuestros compañeros. No se puede
soportar. Tal vez nos veamos obligados a hacer algo para que el gobierno
comprenda que estamos hartos, para mostrarles nuestro sufrimiento”.
En este feriado largo con que el sistema racista celebra el 12 de
octubre, nosotros recordamos los 524 años de genocidio y discriminación
que sufrieron los indígenas de estas tierras.
Antes de que el gobierno radical de Hipólito Yrigoyen cometiera
tres de los hechos más aberrantes de las primeras décadas del siglo XX:
la Semana Trágica en el Buenos Aires de 1919, las matanzas de la
Patagonia trágica de 1921 y las masacres perpetradas, también en 1921,
en el norte de Santa Fe por impulso de la empresa británica La Forestal,
ocurrió que las autoridades, en un súbito rapto de exacerbada
hispanofilia, decidieron en 1917 imponer el 12 de octubre como feriado
nacional en Argentina, rotulándolo al mismo tiempo con el pomposo título
de “Día de la raza”.
(93 años después, ante la presión popular y la creciente toma de
conciencia de la tragedia indígena, el Poder Ejecutivo, en uno de sus
habituales giros oportunistas, decidió cambiarle el nombre por “Día de
la diversidad cultural americana”. Pero, eso sí, igual que en los días
de Yrigoyen, manteniendo el carácter de feriado oficial).
El 12 de octubre de 1492, cuando los europeos llegaron a estas playas
para “descubrir” y expoliar aquello que denominaban frívolamente
“nuevas tierras”, lo que se inició en realidad fue una política
sistemática de exterminio de las civilizaciones que estaban en estas
latitudes desde siempre. Con lenguaje actual diríamos que lo que comenzó
en esa fecha trágica y emblemática fue un gigantesco operativo de
terrorismo de Estado.
Cuyo punto de partida se dio con los pueblos
originarios del siglo XV, siguió con los afrodescendientes
norteamericanos explotados y reducidos furiosamente a la servidumbre, y
continúa en nuestros días con las preciosas vidas suprimidas por el
gatillo fácil y la tortura en el conurbano bonaerense, o con los
secuestros y desapariciones de estudiantes en Ayotzinapa, estado de
Guerrero, México, o con la criminalización de las organizaciones
sociales de Honduras y buena parte de los demás países de América latina
y el Caribe, o con los prolongados encarcelamientos de mapuches en
Chile o con la persecución y el asesinato de los qom, pilagá, wichí,
guaraníes y otras naciones del norte argentino que reclaman
legítimamente contra el saqueo de lo que es suyo.
Y, como siempre, las víctimas de este suelo fueron convertidas en
victimarios y denominadas “salvajes”, abriendo la eterna historia que se
viene desarrollando desde el poder para blanquear a los genocidas.
América
“América” es el nombre que los asesinos conquistadores le colocaron
al continente. Pero el líder aymara Constantino Lima Chávez, más
conocido como Takir Mamani (1933) impuso el nombre de Abya-Yala,
difundido antes que nadie por el pueblo kuna de Panamá.
El nombre, que significa “tierra en plena madurez” o “tierra de
sangre vital”, ya es utilizado por los indígenas en sus documentos y
declaraciones juradas, porque colocar nombres foráneos a nuestras
villas, ciudades y continentes es equivalente a someter nuestra
identidad a la voluntad de nuestros invasores y sus herederos.
Takir, que es el nombre de guerra empleado en sus luchas y acciones
políticas, fue perseguido y enviado al exilio por la dictadura de Hugo
Banzer (1971-78). A su retorno a Bolivia fundó el movimiento Tupaj
Katari en 1978.
Las cifras difieren según la fuente, pero el exterminio costó la vida
de no menos de setenta millones de seres humanos. Civilizaciones
enteras, que habían desarrollado su cultura durante siglos y sus formas
de apreciar la naturaleza y la relación humana, fueron destruidas.
El imperio de los incas, para citar simplemente un caso emblemático.
El imperio de los incas, que el francés Louis Baudin (1887-1964)
denominó “El imperio socialista de los incas”, en su libro publicado en
1940, fue avasallado por la voracidad de los colonialistas, insaciables
de riquezas e insaciables de sangre indígena.
Exterminio
A fines del siglo XV, según lo planteó el antropólogo brasileño Darcy
Ribeiro (Montes Claros, Minas Girais, 26 de octubre de 1922 - Brasilia,
17 de febrero de 1997), en el momento en que los conquistadores
europeos arribaban a estas playas, existían en el continente
aproximadamente setenta millones de indígenas.
Un siglo después, de acuerdo a la misma fuente, solo quedaban unos
tres millones y medio, es decir hombres y mujeres que, después de haber
sufrido la autodenominada “conquista de América”, quedaron en la
indigencia, ya que no pudieron usar ni gozar de las tierras que ellos
habían ocupado desde siglos.
El exterminio de la población lugareña fue casi total, “tanto en las
condiciones infrahumanas en las que fueron tratados los aborígenes
-según documentó el propio Ribeiro- como por el suicidio en masa que
existió en muchas comunidades cuando visualizaban que la miseria y la
esclavitud era su único destino”.
Nuestros padres, abuelos o bisabuelos vinieron a estas latitudes
huyendo de la pobreza o de la persecución. No sabían que venían a
asentarse en un lugar que antes habían pertenecido a los kollas, a los
aztecas, a los pilagá, a los guaraníes, a los wichí, a los qom, a los
mapuches, a los tehuelches, a los totonacas, a los huarpes, a los
matacos, a los diaguitas, a los calchaquíes, a los sioux, a los mayas y a
tantos otros pueblos exterminados o alejados de su tierra natal.
Tampoco hay mucha conciencia en los hijos, nietos o bisnietos de los
inmigrantes europeos sobre la injusticia cometida. Los regímenes
explotadores siempre se las han arreglado para enfrentar a pobres contra
pobres. De todos modos no puedo dejar de admitir que, al escribir este
trabajo, me embarga un sentimiento dual, quizás esquizofrénico, porque
esta nota, sin duda, está destinada a reivindicar a los pueblos
originarios. Pero, por el otro lado, no me siento tan bien, porque
pienso que a lo mejor este escrito pueda formar parte de la mala
conciencia de los blancos por los crímenes cometidos por los indígenas.
De todos modos estoy aquí y tengan la más absoluta seguridad de que
el autor de estas líneas, hijos de inmigrantes que llegaron acá
escapándole al genocidio de ultramar, está un millón de veces más cerca
de los hermanos indígenas que de los blancos explotadores y asesinos que
han cometido tantos crímenes en nombre de sus pautas culturales que
ellos consideraban superiores.
Educación y cultura
La educación escolar que exalta los exterminios y la cultura de los
blancos, especialmente el cine de Hollywood, hicieron estragos.
Los “indios”, en esa percepción maniquea, falsificada, eran los malos
e incultos; y los blancos, muchas veces personificados por John Wayne,
eran los sacrificados idealistas que venían a difundir aquí sus formas
específicas de vidas.
Eso dice la cultura oficial. Eso dicen los historiadores del sistema.
Eso dicen los educadores oficialistas. Eso dice el cine. Eso dice la
televisión.
Pero nosotros sabemos muy bien quiénes fueron los verdaderos asesinos. Y quiénes los que cometiron los crímenes más aberrantes.
Quiero detenerme especialmente en un episodio relativamente reciente,
pero que es el símbolo de todos los genocidios, de antes y de ahora.
Me estoy refiriendo a lo que la historiografía oficial argentina
conoce como “conquista del desierto” y que tuvo como jefe visible al
general Julio A. Roca. En julio de 1878, al hacerse cargo del Ministerio
de Guerra y Marina, Roca puso en marcha su plan de exterminio.
Roca estaba dispuesto a terminar con la población indígena del sur
(“los infieles”, como los denominaban, en esa época), para afirmar lo
que él llamó “la soberanía nacional”.
En ese mismo mes, en julio del 78, cada comandante de frontera recibió la orden de invadir las tierras de los indígenas.
Y Roca usó una palabra que, medio siglo después, utilizarían los
nazis: hay que emprender rápidamente una “campaña de limpieza”. La
higiénica orden tenía como objetivo avanzar con prontitud hasta la línea
del Río Negro y, en lo posible, no dejar a nadie con vida.
En una carta que, en esos días, Roca le mandó a Adolfo Alsina, su
antecesor en el cargo, hablaba del “éxito de la campaña” y se
vanagloriaba de que lo que él denominaba “fuerzas nacionales” pudieron
“eliminar al grueso de los contingentes indios y a sus principales
caciques”.
Roca personalmente comandó la matanza. Fueron asesinados miles de
indígenas, entre ellos ancianos, mujeres y niños. Y el objetivo que
perseguían lo lograron con creces, incorporando al “dominio soberano y
efectivo de la Nación” una superficie territorial de 15.000 leguas,
contenida entre la antigua y nueva frontera que, en ese momento,
alcanzaba la margen septentrional de los ríos Negro y Neuquén.
Roca, sin embargo, no quedó satisfecho con este primer avance y
cuando asumió la presidencia de la República en 1880, emprendió nuevas
operaciones de exterminio. El objetivo, nuevamente, era “limpiar la
región”.
Y para eso facultó a su Ministro de Guerra, general Benjamín
Victorica, a seguir matando indígenas sin miramientos. La etapa final de
la cacería se desarrolló en el corazón de la Patagonia. La heroica
resistencia indígena no fue suficiente y la desproporción de fuerzas y
de organización militar coadyuvaron en el resultado final.
En 1883, cinco años después de que Roca iniciara su sangriento
periplo, todavía vagaban por ese territorio algunas tribus rebeldes
reunidas bajo el mando del cacique Sayhueque. Para acabar
definitivamente con ellos, el gobernador de la Patagonia y su
guarnición, general Lorenzo Wintter, emprendió otra campaña de
aniquilamiento que se desarrolló entre 1883 y comienzos de 1885.
En esta última campaña dieron muerte a unos 3.700 indígenas
combatientes y a un número muy alto y no determinado de integrantes de
las tribus. El general Wintter (1842-1915, de origen alemán), en su
informe al general Roca, anunció: "Me es altamente satisfactorio y
cábeme el honor de manifestar al Superior Gobierno y al país, que ha
desaparecido para siempre en el Sud de la República toda limitación
fronteriza contra el salvaje”.
El régimen expoliador estaba eufórico por la sangre derramada. Y se
refregaron las manos los terratenientes que incorporaron a sus
posesiones aquellos suelos arrancados a los indígenas.
(Nuestro querido Osvaldo Bayer estudió in extenso de qué modos esos
despojos originaron la Sociedad Rural encabezada por la familia Martínez
de Hoz).
Genocidas de Roca a Videla
Roca y los suyos respiraron tranquilos. La oligarquía comenzó a hacer
grandes negocios, catapultando a la Argentina ganadera y
agroexportadora. Y entonces fue cuando decidieron abrir la inmigración,
suponiendo que los pobres de Europa iban a convertirse aquí en una mano
de obra mucho más dócil que la de los indios y gauchos indómitos.
Pero se equivocaron, porque aquellos inmigrantes europeos, que traían
las ideas revolucionarias de sus países de origen, se inclinaron
también por la desobediencia y la búsqueda de justicia.
Entonces empezaron otras luchas y otras confrontaciones, la del
proletariado anarquista y socialista, que generó otros instrumentos
represivos como la Ley de Residencia, que en 1902 impulsó el presidente
Roca bajo inspiración del novelista y senador Miguel Cané (1851-1915).
Cien años después, en 1978, otra dictadura genocida, la del general
Jorge Rafael Videla, resolvió celebrar el centenario de aquella matanza
que volvió a ser denominada como “Campaña del desierto”•
Videla celebrando a Roca es un poco el símbolo de la unidad de los
genocidas de distintas épocas en una Argentina que, parafraseando al
escritor peruano Ciro Alegría (1909-1967), siempre “fue ancha y ajena”.
Boleslao Lewin (Lodz, Polonia, 1909 - Buenos Aires, 1988), escritor e
investigador judío que se radicó en la Argentina huyendo de los pogromos
de su tierra natal, rápidamente se identificó con la tragedia indígena
y, a principios de la década del 40 (cuando sus familiares y compañeros
eran exterminados por los nazis en Europa), publicó aquí su monumental
biografía de Túpac Amaru, en la que documentó de qué modo el imperio
socialista de los incas fue avasallado por la criminalidad de los godos,
ávidos de riquezas y de sangre india.
Por eso levantamos las banderas de los dos rebeldes que se llamaron
Túpac Amaru, el del siglo XVI, que fuera asesinado en la Plaza del Cuzco
por las huestes del virrey Toledo. Y el del siglo XVIII, que nació con
el nombre de José Gabriel Condorcanquui y que, después de liderar uno de
los levantamientos más sublimes de la historia de la humanidad, fue
asesinado también en El Cuzco junto a su fanilia. Las banderas
revolucionarias de Túpac Amaru son las nuestras.
Recuerdo
Hoy, en este feriado largo con que el sistema racista celebra el 12
de octubre, nosotros recordamos los 524 años de genocidio y
discriminación que sufrieron los indígenas de estas tierras.
Sus luchas actuales, por la memoria de lo que pasó y por las
humillaciones y exterminios que siguen sufriendo hoy, son también de los
luchadores actuales que están enfrentando el terrorismo neoliberal
macrista.
Hermanos aborígenes. Hermanos de los pueblos originarios. Este
hermano, este hijo de inmigrantes judíos que escaparon aquí por otros
exterminios, los saluda.
Hace 524 años, el 12 de octubre de 1492,
Cristóbal Colón arribó a tierras americanas. Lo hizo por la pequeña
isla bahamense de Guanahaní, para llegar cinco días después, el 27, a la
isla de Cuba. Las perversas intenciones de los “descubridores” para con
las tierras descubiertas y sus pobladores quedaron muy pronto
esclarecidas: la mencionada isla que los indios llamaban Cuba fue
“bautizada” por Colón con el nombre de Juana, en homenaje al príncipe
hijo de los Reyes Católicos; una pequeña anécdota, pero harto
significativa.
Este hecho, que en Europa
—fundamentalmente en el Estado español— se empeñaron en llamarlo
“descubrimiento” y ahora, para atenuar un poco la pena impuesta por la
historia, lo llaman “encuentro” de dos culturas, no fue sino el inicio
del exterminio de millones de personas y la colonización, para su
saqueo, del vasto continente americano.
Hubo, pues, vencedores y vencidos;
luego, de “encuentro” de dos culturas, nada de nada. Vencedores fueron
obviamente los europeos —no sólo los españoles, porque también otros
países se beneficiaron del “encuentro”—, y vencidos los dueños naturales
de aquellas tierras que, insisto, fueron salvajemente diezmados y
desposeídos de sus inmensas riquezas —del oro y la plata, por ejemplo—.
Aquellas riquezas contribuyeron de manera importante a la acumulación
originaria del capital. Y es que, como dijera Karl Marx, el capital vino
al mundo chorreando sangre y lodo desde la cabeza hasta los pies, por
todos los poros.
Por la vía de la fuerza, los invasores
esclavizaron y obligaron a trabajar para ellos a los habitantes
autóctonos. Cuando, debido a las enfermedades transmitidas por los
colonos y a la cruenta explotación a la que los sometieron, comenzó a
mermar el ejército de esclavos, los colonos comenzaron a suplirlos por
habitantes secuestrados de otro castigado continente: África.
Así fue como se desarrolló Europa a
partir del siglo XVI, y esta es la síntesis de su “hazaña”: Entre 70 y
80.000.000 de indígenas pertenecientes a las civilizaciones azteca,
maya, inca, aymara, tupí-guaraní, araucana, chibcha, timote, aruak y
karib fueron exterminados a causa de la conquista y colonización
española, portuguesa, francesa, inglesa, holandesa, y danesa, y,
fundamentalmente, de la “evangelización” de la Iglesia católica,
apostólica y romana, cuya terrorífica herramienta era la Inquisición
establecida por los Reyes Católicos en 1478.
Aniquilados fueron también
45.000.000 de africanos que, secuestrados previamente en sus lugares de
origen, fueron utilizados como mano de obra esclava. A esta elevada
cifra debemos sumarle los 140.000.000 de africanos que perecieron
durante sus capturas, fueron asesinados o arrojados vivos a las aguas
del Atlántico durante las travesías entre el África occidental y el
continente conquistado.
¿Puede acaso la Europa actual
enorgullecerse de la opulencia que disfruta? Opulencia, por cierto, que
nunca ha revertido de manera equitativa entre sus habitantes, como lo
prueba la enorme desigualdad, cada vez más alarmante, que existe entre
sus habitantes.
Lejos de resarcir a sus históricos
expoliados, la “democrática” y “solidaria” Europa sigue saqueando todo
lo que puede y más, aunque, afortunadamente, cada vez son más los países
que se le resisten. Ya no lo hace a la vieja usanza.
Ahora lo hace a
través de los préstamos, las multinacionales, el intercambio desigual…
Los métodos actuales son más eficaces y, quizá, menos sangrientos;
aunque no menos mortíferos, como lo demuestra la enorme cantidad de
personas que, como consecuencia de los mismos, mueren todos los días de
hambre, por ejemplo, y enfermedades perfectamente curables.
La foto de la vergüenza turnista
Una vez más, el 12 de octubre de 2016,
lo más granado de la reacción española se reunirá en el madrileño Paseo
de la Castellana para, henchidos de cinismo y desvergüenza, celebrar el
Día de la Hispanidad —anteriormente llamado Día de la Raza—, que no es
otra cosa que la repugnante celebración de una conquista que todavía
perdura.
Que
los grandes medios reconozcan las acciones de prevención y de
evacuación realizadas por el Gobierno cubano para salvar vidas es algo
absolutamente impensable. Por ello, a la búsqueda de alguna explicación a
la sorprendente ausencia de muertes al paso del huracán Matthew por
Cuba, "El País" y su socio en Miami "El Nuevo Herald" recurrían a la
misma solución... sobrenatural.
El Juzgado de Instrucción número 6 de Móstoles (Madrid) ha abierto diligencias previas contra el empresario José Luis Moreno
por la comisión de un presunto delito de maltrato animal sobre dos
perros que están en su vivienda de Boadilla del Monte en evidente estado
de abandono y con signos visibles de graves problemas de salud
derivados de una prolongada desatención.
Según se
explica en la denuncia, los perros padecen caquexia derivada de una
desnutrición severa, así como problemas cutáneos provocados por una
posible leishmaniosis no tratada o bien por sarna, consecuencia de la
falta de condiciones higiénico sanitarias básicas.
La denuncia ha sido posible gracias a la información
facilitada por una persona conocedora del estado de los animales y que
no quiere hacer público su nombre por temor a las posibles
consecuencias. La información sobre los perros, con fotos y vídeos en
los que se ve su estado deplorable, su malnutrición extrema y la
suciedad y el abandono en el que viven día a día, llegó hasta Fran Díaz,
presidente de la asociación Animal Rescue España.
Ante la evidencia de que la vida de ambos perros corre "auténtico peligro", Víctor Valladares, director del despacho de abogados Logan Lex,
ha interpuesto la denuncia contra José Luis Moreno por la supuesta
comisión de un delito continuado de maltrato animal y ha solicitado como
medida cautelar la incautación de los animales y su puesta a
disposición de Animal Rescue España para someterlos a atención
veterinaria urgente.
El titular del Juzgado ha
considerado que por ahora no ha lugar a la medida cautelar solicitada
debido a la falta de “diligencias esenciales de investigación”, pero ha
solicitado a la Guardia Civil de Boadilla del Monte (demarcación del
Seprona en Majadahonda) que se persone en la vivienda de José Luis
Moreno "de manera inmediata, debiendo informar al Juzgado de la gestión
realizada".
Desde Animal Rescue España se encuentran
a la espera de las decisiones que pueda tomar el Juzgado a la vista de
la gestión del Seprona y confían en que ambos animales puedan ser
decomisados de forma inmediata para someterlos al tratamiento
veterinario necesario para salvar sus vidas y darles una nueva
oportunidad.
La
ausencia de gobierno en el régimen español no es obstáculo para que el
genocidio social continúe, ahora le toca el turno en la inmensa colección de crímenes
a una pareja de ancianos sordomudos analfabetos que no sabe leer y tampoco
conocen el lenguaje de signos, víctimas de un desahucio tras avalar el préstamo
hipotecario de uno de sus hijos sin tener conocimiento de lo que firmaban.
Se
trata de María del Carmen Lebrón, de 81 años, y Antonio Pleguezuelo, de 76, los
que han recibido una orden de desahucio que les insta a abandonar el inmueble
donde llevan viviendo desde hace más de 50 años en la calle Velázquez de Pinto
antes del 30 de enero de 2017.
Con
una discapacidad del 70 por ciento por su deficiencia auditiva necesitan ayuda
para la mayor parte de los trámites diarios. Uno de sus hijos descubrió que su
hermano había hecho que sus padres firmasen en 2005 un aval para adquirir una
vivienda cuya hipoteca dejó de pagar al quedarse sin empleo, dejando una deuda
de 120.000 euros que Bankia busca saldar con la vivienda de 50 metros que el
matrimonió compró en 1969.
La
inhumanidad de un estado podrido hasta la medula de corrupción es incapaz de
buscar una salida a esta nueva injusticia, la gente honrada sufre las acciones
delictivas de la caterva bancaria, esa banda de canallas que malgasta nuestro
dinero en drogas, juegos y putas con sus tarjetas opacas, estafando a millones
de ciudadanos con sus prestamos basura y burbujas de putrefacción, vendiendo
humo para que actualmente sean desahuciadas de sus viviendas más de 600
familias diarias.
Posiblemente
si nadie lo evita policías armados hasta los dientes irán antes de finales de enero
a desalojar a unas personas que lo único que han hecho en su vida es trabajar,
ser honestos y no cometer ningún delito, las fuerzas del “orden” del régimen irán
preparadas con sus porras y balas de goma para intervenir contra cualquiera que
vaya a manifestarse en su puerta, cargarse a golpes y patadas la solidaridad
ciudadana, la que tratará de impedir este nuevo atentado terrorista contra los
derechos constitucionales del pueblo trabajador.
Cubainformación TV – Basado en un texto de Justo Cruz –. Axel
Springer Verlag es la mayor editorial de Alemania y, además, un potente
grupo mediático, que publica periódicos de gran tirada como Bild, Die
Welt y Fakt.
En sus medios, hay 6 principios que condicionan la labor, el puesto de
trabajo y los márgenes de “libertad de prensa” de cada periodista.
Uno de ellos es –leemos- contribuir a las “relaciones entre judíos y
alemanes” y “apoyar el derecho de existencia del Estado de Israel”. La
interpretación de este punto tiene una consecuencia previsible: no
veremos en estos medios una crítica a la violencia sistemática que
ejerce el sionismo israelí contra el pueblo palestino.
Otro principio explícito es “el apoyo a la Alianza Transatlántica y la
solidaridad con los valores liberales de Estados Unidos de América”.
Es decir: está prohibido criticar los crímenes de la OTAN o del
Pentágono, sus invasiones y bombardeos. Y añadimos: es obligada esa
crítica pero contra quienes, en cada caso, son sus oponentes.
Un ejemplo: si un convoy de ayuda humanitaria de la ONU es atacado en
Siria, este “apoyo a la Alianza Transatlántica” se traduce en acusar del
ataque al Gobierno Sirio o a los aviones rusos. Sea la fuente el propio
Gobierno de EEUU o alguna de sus criaturas, como el autodenominado
Observatorio Sirio de Derechos Humanos.
La noticia será repetida una y cien veces en los medios alemanes,
incluidos –por supuesto- los del grupo Axel Springer Verlag. Si el
Gobierno ruso protesta y demuestra lo contrario, la noticia no será
desmentida. Simplemente no se hablará más del asunto.
Son lecciones importantes para la prensa cubana, tan atacada y denostada
porque –nos aseguran- no cumple los principios de la “libertad de
prensa”.
Y es que, como decía el gran periodista polaco Ryszard Kapuściński,
“cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó
de ser importante”.
La noche del pasado jueves, una mujer de 32 años moría apuñalada por
su pareja en Arévalo, Ávila.
La víctima M.B.M tenía dos niñas de 4 y 2
años y estaba en trámites de separación. Una prima de la
asesinada, Felicidad Guardado, publicaba un comentario sobre el
asesinato en su perfil de Facebook.
Este es el texto íntegro:
Que pena de mi prima y que pena de esos dos ángeles que se han
quedado sin su madre porque a un mal nacido anoche le dio por degollarla
delante de sus niñas.
Ese tipejo, en estos momentos tiene a unos padres y abuelos sin
querer creer todavía que su hija, esplendorosa en belleza y juventud
yace con el cuello cortado esperando ser enterrada.
Un entierro que se llevará consigo también, el amor que una joven
madre podría haber entregado a sus niñas en el paso del tiempo. Ese
tiempo que infalible pasa, también para ese desgraciado que ha dejado
tanto dolor por su acto. A él le caerán 20 años de cárcel por destrozar
la vida de muchos de esta familia, que poco a poco se irán quedando en
9, 8 …y cuando salga seguirá con su vida como si no hubiera pasado nada.