jueves, 10 de octubre de 2013

Tiran más seis tetas * En el Congreso se ha liado un escándalo mayúsculo porque tres señoritas de buen ver han decidido montar un espectáculo y enseñar las tetas al hemiciclo mientras gritaban lemas a favor del derecho al aborto.


Tiran más seis tetas


En el Congreso se ha liado un escándalo mayúsculo porque tres señoritas de buen ver han decidido montar un espectáculo y enseñar las tetas al hemiciclo mientras gritaban lemas a favor del derecho al aborto. Está muy feo vocear consignas en un lugar donde normalmente se susurra para no interrumpir la siesta a sus señorías. Y más feo todavía recurrir a las tetas delante de una gente acostumbrada a pensar con el culo. El culo es el principal instrumento físico y psicológico de un diputado: lo usa para sentarse, para ocupar el escaño, para cobrar el sueldo y para muchas cosas más. Sin el culo se caerían.

Tres pares de tetas saltarinas han dejado al descubierto la pornografía esencial de nuestra cámara de representantes; la piel desnuda contrastaba con las corbatas, las blusas, las chaquetas y toda la lencería ideológica de una sauna consagrada al sopor, la falsedad, la desfachatez y la halitosis. Los cronistas no se lo podían creer, se frotaban los ojos mientras el trío de nereidas organizaban su topless rampante. No se lo pasaban tan bien desde que Tejero entró con sus tricornios pegando tiros al techo de nuestra democracia (era un techo bastante bajo y desde entonces ha descendido tanto que ya casi pega con el suelo).



 Antes de ordenar a los culos que se sentaran, Tejero hizo un breve estriptís de bigote muy típico de los guardias civiles y de tantos militares golpistas, los mismos que pasearon impunemente sus inmundos mostachos y sus narices ginecológicas a lo largo de varias décadas y sin que a nadie se le ocurriera protestar. Que había niños delante. Pero, en vez de balas y pelos nasales, las tres chicas desplegaron una artillería de pezones erectos y pintarrajeados. Una comuna hippie haciendo equilibrios sobre la cuerda floja.

El efecto fue apoteósico. Jesús Posada fluctuaba entre la fascinación y el estupor, y por un momento titubeó entre recurrir al mazo para poner orden o al móvil para sacar unas fotos. El ministro de Injusticia, que en aquel momento iba a tomar la palabra, tuvo que tragársela durante el rato largo que invirtieron los ujieres en placar a las bacantes. Mira que he estado tiempo rastreando metáforas, indagando detrás de excavadoras, zanjas y túneles, buceando entre caricaturas de Clark Kent, Harry Potter, pitagorines y faraones para intentar extraer la piedra filosofal del alcaldeso por antonomasia.





 En un instante, tres pares de alegres tetas lograron dar con la palabra que llevaba años buscando: a Gallardón se le puso cara de censor. Unas inefables tijeras le bajaban en rictus desde las cejas mientras los ujieres se entretenían más de la cuenta en desarbolar a las amazonas (para mí que les estaban pidiendo el teléfono). “Repugnante” dijeron algunas señoronas del PP. Bueno, según. Repugnantes, mucho más repugnantes son las peinetas, los pendientes de nácar y las cuentas corrientes con que se adornan algunas. Lo que resultaba absolutamente intolerable es que tres activistas rompieran en directo el tópico de la feminista fea y machorra delante de un ejecutivo más triste que el escaparate de una ortopedia. 



David Torres


No hay comentarios: